jueves, 7 de mayo de 2020

CUANDO ESTES PASANDO POR MOMENTOS DIFICILES


Yucatán | 'Jesús, el Emmanuel, es el Dios con nosotros que nos salva'

Cuando estés pasando por un momento especialmente difícil en la vida búscate un lugar solitario, coloca un crucifijo frente a ti y cierra tus ojos por un momento. Luego ábrelos y lee lentamente el siguiente texto:
Aquí estoy. No me busques a tu alrededor; yo habito dentro de ti (Juan 14, 23). Yo vivo en tu corazón.
Yo habito en lo más alto del cielo; si subes a la cima de las montañas, allí estoy Yo. En el lugar más solitario del desierto allí me encontrarás (Salmo 17). Yo he creado todo cuanto existe (Salmo 115, 3). Yo soy el Señor.
Si miras las estrellas, la más lejana que logres vislumbrar, allí yo me encuentro (Salmo 19). Pero te diré una cosa que quizá has olvidado, de todos los lugares en que habito, mi lugar favorito eres tú. Es muy importante que comprendas esto; que tú eres mi morada privilegiada, tu corazón me pertenece (Isaías 43, 1).
Hay otra cosa importante que te quiero decir: yo te he creado. Es verdad que ya lo sabes, pero para mí era importante recordártelo. Tus padres colaboraron y me ayudaron para formar tu cuerpo; pero la parte más importante de ti la he creado Yo personalmente. Yo, y solamente yo, he formado tu espíritu.
Yo soy Jesús, aquel a quien tú buscas y anhelas. Vengan a mí todos los que estén fatigados y cansados y yo les daré reposo (Mateo 11, 28).
Te quiero contar cómo es que surgiste a la vida. Tu existencia no se debe a que un día se me ocurrió crearte. En verdad te digo que tú has estado en mi mente y en mi corazón desde siempre. Antes de crear los cielos, los mares, las estrellas, Yo ya había pensado en ti (Jeremías 1, 4) y te amé con amor eterno (Jeremías 31, 3).
Yo soy quien te ha dado vida, yo te he formado en cada detalle; tus manos, tu rostro, tus ojos, tu sonrisa… Todo lo planee en detalle y cuando te vi me enamoré de ti. Yo soy quien te ha creado y por eso te conozco mejor que nadie; te conozco incluso mejor de lo que tú misma te conoces.
Te acompañé en los nueve meses que estuviste en el vientre de tu madre; Yo estuve presente cuando diste tus primeros pasos y cuando pronunciaste tus primeras palabras. Yo presencié aquel día en que por primera vez derramaste lágrimas de tristeza y desde entonces cada vez que has llorado he estado allí.
Yo sé todo de ti; tus pensamientos más secretos no me son extraños, y sin embargo… me gusta tanto que me hables. Me gusta que me busques y me cuentes tus problemas. Me gusta que me abras tu corazón (Mateo 7, 7).
No te confundas, Yo no te he enviado los males. No me gusta verte triste. Entiéndelo, tienes que aprender el arte de vivir. Yo no soy un Dios que quita las montañas, pero eso sí, yo te daré las fuerzas para subirlas.
Quizá lo has olvidado, pero antes que tú, yo subí una montaña con una cruz sobre mis hombros (Juan 19, 17). Lo hice por ti, para darte ejemplo. Para enseñarte que quien ama con totalidad ha aprendido el arte de la vida. Y que el amor se solidifica en el dolor.
Ahora te voy a pedir una cosa: Mira la cruz que tienes delante de ti. Ese soy yo. Es como un retrato de lo que pasó aquel día. La puse en tus manos para recordarte lo que estuve dispuesto a hacer por ti. Me agrada que tengas un crucifijo en tu hogar. ¿Quieres hablarme de dolor, de tristeza y de llanto?
Por qué se condenó a un hombre de paz como Jesús a morir en la cruz?
Háblame, te escucho, pero mientras hablas no dejes de mirar la cruz. Sé de qué me estás hablando. El tema del dolor y el sufrimiento lo conozco muy bien. Yo también fui educado en esa escuela. Yo lo viví en propia carne. Los clavos hicieron un agujero en mis manos y mis pies; los látigos trituraron mi cuerpo (Juan 19). La corona de espinas se me quedó pegada en la cabeza (Juan 19, 2). Yo sé lo que es sufrir. Yo sé lo que es estar sólo (Mateo 27, 46). Sé lo que se siente ser traicionado por alguien en quien pusiste tu confianza.
Pero yo soy Dios y no sólo un hombre (Números 23, 19). Pon tu confianza en mí y nunca, nunca, nunca, serás defraudado (Salmos 37, 5).

Escrito por Victor Orozco