domingo, 12 de julio de 2020

10 FORMAS DE ENAMORARTE DE LA "SANTA EUCARISTIA"






Existen muchas maneras de enamorarte profundamente de la Sagrada Hostia, 
que es nuestro Señor JESUS, 
quien está presente, vivo y real. 

Los Santos están locamente enamorados de Jesús; lo estuvieron aquí la tierra y lo están ahora en el Cielo en donde aman a Dios por toda la Eternidad. 

Ahora te mencionamos 10 maneras en que tú puedes descubrir ese gran tesoro, para enamorarte de la Eucaristía y amarla cada día más.

10 formas de enamorarte de la Eucaristía

Ahora estas son las 10 claves que pueden ayudarte a obtener infinidad de joyas de este valioso tesoro, así como innumerables gracias y bendiciones que provienen del que es el regalo más grande que Jesús dio a la Humanidad:

1. Santa Misa y Comunión.

La Santa Misa y la Santa Comunión de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad es el primer punto. Implora al Señor una gran fe en el sublime misterio de la Santa Eucaristía. Que podamos decir como el Apóstol Santo Tomas: "Señor mío y Dios mío". También podemos orar como el hombre del evangelio:"Señor, creo, pero aumenta mi fe".

2. Visita al Santísimo.

Haz un hábito de ir a visitar al Santísimo Sacramento tan frecuentemente como te sea posible. Cada vez que veo un templo, trato de entrar a visitarlo para que cuando yo muera y vaya a su Presencia, el Señor no me mire y diga: "¿Quién eres? No te conozco".😭

En una amistad verdadera, los amigos charlan frecuentemente y disfrutan de su compañía. De esa manera debemos hacerlo también con nuestro Amigo, cuando lo visitamos y le hablamos en el Santísimo.

3. Comunión Espiritual.

Alfonso María de Ligorio y posteriormente el Papa Benedicto XVI en su documento de exhortación apostólica sobre la Eucaristía "Sacramentum Caritatis"; recomendaron la práctica frecuente de la Comunión Espiritual.

Puede hacerse de una manera muy simple y tan frecuentemente como tu corazón lo desee. Puedes hacerlo con una oración muy sencilla como esta:

"Oh, Jesús mio, creo que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del Altar, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. 
En este momento no puedo recibirte sacramentalmente, pero ven por lo menos espiritualmente a mi corazón".

Entonces recíbelo en tu corazón y agradece, adora y ama a tu Señor que ha llegado espiritualmente a tu alma. Esto puede enardecer tu amor por Jesús Sacramentado.

4. Meditar el Capítulo 6 del Evangelio de San Juan.

El Evangelio de Juan, Capítulo 6 contiene tres partes: 
Jesús multiplica los panes, camina sobre las aguas y ofrece un discurso sublime relacionado a la Eucaristía; que en realidad se trata de una profecía a cerca de la Eucaristía.

Se conoce mejor como el discurso del "Pan de Vida" que Jesús nos promete. Aquí mismo es en donde Jesús declara en términos nada confusos, que nuestra salvación inmortal depende de que comamos Su Cuerpo y bebamos Su Sangre; lo que obviamente se refiere a la Sagrada Comunión. Recomiendo que leas y medites este poderoso capítulo evangélico.

5. Los Quince Minutos.

Hace algunos años se hizo la publicación de un pequeño folleto llamado "Los quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado". Es una pequeña joya que nos anima a iniciar un pequeño pero profundo diálogo con Él.

Básicamente, Jesús quiere ser nuestro mejor Amigo y nos reta a que le abramos nuestro corazón y le contemos nuestros secretos, ya que solo Él puede comprendernos y sanarnos. Lee y ora este escrito si es posible, frente al Santísimo Sacramento.

6. La Hora Santa.

Puedes hacer el hábito de pasar una hora diaria frente al Santísimo Sacramento, ello transformará tu vida si perseveras en esta práctica. El gran siervo de Dios, el Arzobispo Fulton J. Sheen que practicó diariamente la Hora Santa por quince años, la llamaba LA HORA PODEROSA.

7. Adornar y embellecer los Templos y la Eucaristía.

Una mujer derramó su costoso perfume de nardo en los pies de Jesús, ella lloró y sus lágrimas rodaron en los pies de Jesús; al final, ella secó las lágrimas con su cabello (Lucas 7,36-50).

El Arzobispo Fulton J. Sheen hacía hincapié de que este gesto simbólico de amor y atención debemos manifestarlo también en la manera en que adornamos, embellecemos y procuramos la belleza en las Iglesias, Templos y Tabernáculos donde mora Jesús.

Conocido por su espíritu de penitencia, ayuno y sacrificio, el Cura de Ars viajaba largas distancias y gastaba grandes sumas de dinero en comprar solo lo mejor para su pequeña Iglesia. ¿Por qué? Por la simple razón de que Jesús es el Rey de Reyes y Señor de Señores, y aún así se digna morar en el Tabernáculo y descender de los Cielos en las manos del sacerdote en cada Hostia consagrada. "¡Venid y Adoremos!".

8. La Santa Misa y la Santa Eucaristía.

Por supuesto que la mejor acción en todo el universo es la celebración del Santo Sacrificio de la Misa. El mejor gesto que cualquier ser humano puede hacer es asistir a Misa y recibir la Santa Comunión con fe, devoción, veneración y especialmente con gran amor.

Cuando te sea posible, asiste a Misa diario. Llega a tiempo para prepararte. Ofrece tus intenciones privadas. Participa activa y conscientemente en la Santa Misa. Y recibe la Sagrada Comunión como si fuera la primera vez, la última vez y la única vez. Muéstrate muy agradecido por tu fe en este sublime y majestuoso misterio.

No corras para irte al terminar la Misa; a su vez, dedica un tiempo para dar abundantes gracias a Jesús por tan hermoso regalo. De hecho, la palabra proviene del griego εὐχαριστία, eucharistía, que significa "acción de gracias"

¡Que inconmensurable regalo, que se recibe gratis, sin costo alguno! La única condición para su provecho es tener una gran fe y el corazón lleno de amor para recibir a Jesús, el Amor de los Amores.

9. Los A.C.T.OS.

Recuerda que los cuatro principales motivos para celebrar el Santo Sacrificio de la misa son los A.C.T.OS que se mencionan a continuación:
  • A: Adoración.
    El principal propósito de la Santa Misa es ofrecer una adoración a Dios Padre, ofreciendo a Jesús como Víctima, con el poder el Espíritu Santo.

  • C: Contrición.

    Nuestros corazones deben estar contritos y humildes para arrepentirse de todos los pecados cometidos. Es una gran práctica el ofrecer la Misa y Comunión en reparación por nuestros pecados, los pecados de nuestra familia y los del mundo entero. "Por su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero".

  • T: Tiempo para dar gracias.
    Todo lo que tenemos en nuestra vida, con excepción de nuestros pecados, es gracia y regalo de Dios. Por lo tanto, debemos estar agradecidos y expresar con abundancia el agradecimiento del corazón. Con el Salmo oremos: "Da gracias a Dios porque Él es bueno; su amor perdura para siempre".

  • OS: Oración y Súplica.

    Debemos ofrecer nuestra oración y súplica para interceder incesantemente por todas las necesidades del mundo, la Iglesia, la conversión de los pecadores, los enfermos, los moribundos, las necesidades personales y familiares, las almas del Purgatorio y tantas cosas más.

10. Ser misionero eucarístico.

Una vez que María recibió a Jesús en la Anunciación, se dispuso rápidamente a ir y llevarlo con su prima Isabel. De la misma manera, debemos llevar a Jesús con otros y otros a Jesús. Esto lo podemos lograr en una manera muy concreta, al alentar a las ovejas pérdidas a regresar al rebaño. 

Encuentra el tiempo, la forma y la iniciativa para invitar a las almas de regreso a la Iglesia. Ojalá, él o ella realice una buena confesión y regrese a recibir el Santo Sacramento de la Eucaristía en unión amorosa con Dios Padre, a semejanza del hijo pródigo. Todo se puede lograr si tienes fe en que Dios tendrá el control mientras que tú tengas la iniciativa para recibirlos de nuevo. 

Dios es Amor y Bondad, ¡Comparte esta Buena Nueva con el mundo entero!

Redacción: Patricia Rocha, PildorasdeFe.net |



EL ROSTRO MISERICORDIOSO DE DIOS.


"¿Dios es de veras misericordioso?". Es ésta una pregunta que quizás no la hacemos en voz alta, pero delante de  pecados personales, delante de nuestra falta de correspondencia a la gracia, a veces el pensamiento de que Dios ponga un límite a su misericordia puede salir a flote de modo inquietante.
Lo sabemos en teoría que Dios es misericordioso, pero sólo si experimentamos su misericordia nos convencemos realmente de que es verdad, más aún, es una de las verdades centrales de nuestra fe. Y ¿dónde experimentamos la misericordia de Dios? Sin duda en el sacramento de la confesión, pero también y de modo muy profundo en la oración.

En la oración el Señor manifiesta de modo especial su misericordia al alma. Sabemos que uno de los principales atributos de Dios, es la misericordia. Nuestro Dios es un Dios "rico en misericordia" (Efesios 2, 4). Ya en el Antiguo Testamento el Señor se presenta como un Dios que "usa misericordia hasta mil generaciones hacia quienes lo aman y guardan sus mandamientos" (Deuteronomio 5, 9-10).

Dios se va revelando poco a poco al alma y en el diálogo con Él, el alma va conociendo al Señor, va descubriendo lo  "amoroso" que es, cómo sabe amar por encima de cualquier pecado, debilidad y fragilidad. Él está ahí esperando no para alzar sobre nosotros la vara de la justicia sino para revelarnos el rostro de la misericordia.


En la oración la 
misericordia no se experimenta en abstracto, sino cada orante reconoce en su historia personal cómo el Señor ha estado velando por su vida, lo ha acompañado, le ha levantado cuando se había caído, le ha esperado cuando era necesario, ha tenido una paciencia infinita, que no se desanima ante las numerosas faltas de correspondencia, los pecados, las indiferencias, la visión estrecha de la realidad, incluso la malicia del hombre.


El Señor se manifiesta en la oración como Padre de las misericordias que no deja de esperar que el hijo pródigo que somos nosotros vuelva al hogar. Si recurrimos constantemente a la oración iremos conociendo mejor el rostro misericordioso de Dios, de ese Padre bueno lleno de amor por sus hijos, que nos ha revelado Jesucristo. 


miércoles, 8 de julio de 2020

7 HABITOS DIARIOS PARA LAS PERSONAS QUE QUIEREN SER SANTAS

 



La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere de nuestro esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios.


Nadie nace santo. Se consigue la santidad con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.

Estás leyendo esto porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida."


El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: "reza siempre y sin desfallecer" (Lc. 18,1)

Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa (o), miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso básicamente todos los días. 


La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.


Los siete hábitos diarios consisten en el ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del Ángelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. 

Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo.

La acción apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino, todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en el medio del mundo.

Tres puntos para prepararnos a cumplir los hábitos:


1. Recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un trabajo de proceso gradual.

No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito. 


2. Al mismo tiempo tu debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida.

Ellos deben hacerse cuando estemos más atentos durante el día en un lugar en silencio y sin distracciones; donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón.


3. Quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo ganas. 

Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen a El primero. 

Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezaban mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.

Los 7 hábitos para quienes quieren ser Santos

1.- Ofrecimiento del día por la mañana

El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana; cuando te arrodillas y, utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la Gloria de Dios.

Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. "Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza." 


2.- Quince minutos de oración en silencio

El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿Quién no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? 

La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está en tu mente y en tu corazón. 

Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver qué es lo que Jesús te está pidiendo y qué te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos su dicho "Sin Mí, nada pueden hacer."

3.- Quince minutos de lectura espiritual

El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento, para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador. El resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual. 

En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros, los cuales enriquecerán nuestro intelecto. 

4.- Participar en la Santa Misa y Recibir la Santa Comunión en estado de gracia

El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete    (Jn. 6, 22-65). Ella debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo, posible del hombre. 

Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y nos unimos a su cuerpo y alma resucitado. Como el Papa Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America "La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega".

5.- Rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli

El quinto hábito es rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli, invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. 

Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento. Como niños recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor, el cual da sentido a toda nuestra existencia.

6.- El rezo del Santo Rosario cada día

El sexto hábito también es Mariano. El rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. 

Es un hábito que, una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a través del corazón de María. El no puede rechazar nada de Ella.

7.- Breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama

El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntándote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos. 

Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y recibido, y un acto de contrición por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.


Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuán ocupado esté, puede frecuentemente encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día. Piensa, ¿qué necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento, quince minutos antes de comenzar el trabajo? 

También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual?


¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.


Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor "para servir y no para ser servido." Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos. 

Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas, gracias a Dios. Ten por seguro que, cuando caigamos en algo grande o pequeño, siempre tendremos un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.

Padre John McCloskey | Publicado originalmente en: Iglesia.org