sábado, 25 de diciembre de 2021

LOS HOMBRES DEBEN APRENDER A ORAR

 



Artículo escrito por el Padre Evavisto Sada:

Habrán visto la película “August Rush” donde encontramos a un niño, Evan, que sigue la música. No sabe tocar, no hay quién le enseñe; la música la lleva dentro, le atraen los sonidos, les encuentra un sentido, aún a los más caóticos. La música corre por sus venas. Su historia es una sinfonía. Para Evan, la música, más que una técnica o un arte que aprendió a base de mucha práctica, es un instinto, un reclamo interior, algo que supera lo racional, una vocación. Tocar o escuchar música no es una actividad para él, la música es su vida, su lenguaje.

Los instintos

Durante estos días de misiones me han regalado tres gallinas, un gallo y un guajolote. Observando su comportamiento quedo sorprendido del instinto animal. El primer día lo usan las gallinas para ubicarse en su nuevo hogar y para conocerse entre sí. Al día siguiente, sin necesidad de ningún control ni de jaulas especiales, salieron juntas a buscar alimento sin sobrepasar los límites de la propiedad. Al final de la tarde, ellas solas, sin esperar ninguna señal se recogieron en el tendedero de ropa, en el mismo lugar donde las pusieron para pasar su primera noche. Me dijeron que era necesario colocar un palo para que durmieran. Apenas oscurece, la comunidad se sube al palo.

¿Por qué andan siempre juntas? ¿Por qué no se salen de la propiedad siendo que no hay barda por ningún lado? ¿Por qué al atardecer vuelven solas a su jaula? ¿Por qué se suben a un palo para dormir? Nadie les ha enseñado a hacer nada de esto. Es algo instintivo en ellas, como para los salmones es instintivo viajar hasta dos mil millas hasta el lugar donde nacieron para allí desovar y morir. Un instinto es un impulso de la naturaleza. Son formas de comportamiento que nacen de su misma naturaleza.


Como pez en el agua

Cuando los discípulos de Emaús caminaron junto a Jesús vivieron una experiencia muy especial, se sintieron profunda y radicalmente felices. Por eso dijeron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32) Vivieron la experiencia de la armonía y de la belleza.

Buscar a Dios y disfrutar de su presencia es algo connatural al ser humano. Para eso fuimos hechos y nos sentimos realizados cuando las cosas son conforme a nuestra identidad y naturaleza, de acuerdo con nuestras convicciones y aspiraciones más profundas. Orar es para hombres.


Como una brújula

Por naturaleza buscamos la felicidad, buscamos la paz, buscamos a Dios. Allá en lo más profundo de nuestro ser llevamos una aguja que apunta siempre hacia el Norte, como la brújula. Fuimos hechos para Dios, estamos llenos de Dios. Dios es la Vida y es el Creador de la vida, su vida corre por nuestras venas, estamos como impregnados de Él. Al margen de Él la vida es muerte. Por eso Jesucristo insistió: “Permaneced en mi amor”. Diez veces repitió en la última cena el mensaje de permanecer en Él. 

Si lo desean, pueden leer todas las palabras de despedida de Jesús durante la última cena en el evangelio de Juan (capítulos 13 al 17.) Aquel día, la noche anterior a su Pasión, Jesús de una y otra manera quiso darnos a entender esto: Lo único que puede salvarte es que tengas una íntima unión conmigo, que haya entre tú y yo una amistad muy cercana, que vivas de mí. Yo soy la vid de Dios, tú tienes que ser las ramas unidas a mí. Si no, morirás.


Como la vid y los sarmientos

Y mientras nos pedía permanecer a su lado, dio un toque de intimidad a sus palabras, como diciendo que quien permaneciera unido a Él crecería en intimidad con Él y así alcanzaría la felicidad profunda. En ese pasaje, encontramos más de veinte expresiones de esta intimidad. El texto recuerda al Cantar de los cantares. Jesús invita al amado a vivir en la casa en su amor. Permaneced… a mi lado….

Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros

 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.

Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.

 Vosotros sois mis amigos… todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

 Yo os he elegido…


La oración como condición existencial

En mi vida personal y en mi trabajo sacerdotal he advertido que una de las deficiencias más frecuentes en la vida de oración es considerar la relación con Dios como una actividad y no como una condición existencial. Creo que es más propio hablar del hombre interior, del hombre de oración, de la vida de oración, y no de "hacer oración". 

La mentalidad racionalista y pragmática occidental nos lleva a querer resolverlo todo con buenos métodos, con mejores técnicas, con más conocimientos y con la formación en habilidades especiales. Y por eso muchos se hacen ilusiones de encontrar un maestro que les enseñe a orar por medio de un curso. Se centra la atención en la actividad y se buscan técnicas eficaces, cuando lo más importante es buscar la realización profunda de la propia identidad como hombre, como hijo de Dios y como cristiano.

Clase de oración de Don Pablo

Tuve una conversación de lo más sabrosa con un pobre pastor que se llama Pablo. Me compartió más o menos estas ideas: “Desde joven busqué la tranquilidad, mi corazón así me lo pedía; disfrutaba la soledad. He sido pastor toda mi vida, soy pobre, pero me encuentro bien, siento que Dios está siempre a mi lado y me gusta estar con Él. Ahora que soy viejo estoy en paz. Las praderas, las montañas y las cascadas son bonitas, pero lo que más disfruto es lo que llevo dentro. Allá en el fondo soy muy feliz. Pida a Dios que tenga misericordia de este pobre pecador, que se apiade de mí y que me permita alcanzar el cielo.”

Don Pablo es feliz aún cuando carece de muchas cosas materiales indispensables, pasa frío y seguramente tendrá problemas personales y familiares como toda persona normal y que a algunos los llevan a la desesperación e incluso al suicidio. ¿A qué se debe? El no ha buscado la felicidad en las cosas exteriores, sino en la vida interior, y la vida interior la ha buscado en la intimidad, en el silencio y la soledad. La vida de oración es algo mucho más profundo que toca nuestra identidad y nuestra existencia. Don Pablo nos enseña que la felicidad y la oración no hay que buscarla fuera de nosotros. La oración no está en buenos libros, no está en las ideas, no está en buenos métodos. Está en lo más profundo de nuestro corazón. En la médula de nuestra existencia y en nuestra misma condición de bautizados.

En virtud de la gracia bautismal que corre por sus venas, Don Pablo presintió desde niño que no estaba solo, que Alguien que le supera y que es su principio vital le llama continuamente y le acompaña siempre desde dentro. Escuchó esa voz interior y la siguió, como Evan seguía la música. Don Pablo experimentó y experimenta una honda nostalgia de eternidad; esto es algo propio del ser humano, y Don Pablo se ha comportado como un verdadero hombre. No se lo enseñó nadie, siguió la voz de su conciencia, el reclamo de un corazón profundo.


martes, 7 de diciembre de 2021

COMO DIALOGAR CON DIOS

 


Nos dicen que busquemos a Dios en todas las cosas, pero en realidad no lo vemos de la misma manera en que vemos a las demás personas. Nos explican que orar es escuchar a Dios, pero a Dios no le escuchamos como oímos los sonidos, ni como escuchamos las palabras de un amigo en una conversación.

Efectivamente, sólo vemos y escuchamos a Dios mediante la fe y el amor.

Alcanzar lo invisible a través de medios visibles

Dios se vale de algunos medios para le alcancemos a Él, que es invisible, a través de algunas realidades visibles y tangibles. Él se nos revela a través de algunos medios, como son Su Palabra, la Sagrada Eucaristía, las creaturas, la historia, los símbolos e imágenes, etc. De diversas maneras descubrimos Su presencia y escuchamos Su voluntad a través de estos medios. Alcanzamos lo invisible mediante lo visible.

La Palabra de Dios

Me refiero ahora a uno de estos medios que tenemos a nuestro alcance para escuchar a Dios y dialogar con Él: la Palabra de Dios. En ella lo veneramos y en ella lo vamos conociendo cada día más, tal y como Él quiso revelarse.

“La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros. (…) Dios se nos da a conocer como misterio de amor infinito en el que el Padre expresa desde la eternidad Su Palabra en el Espíritu Santo. (…) El Verbo, que desde el principio está junto a Dios y es Dios, nos revela al mismo Dios en el diálogo de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en él.” (Verbum Domini, 6)

Dios ha hablado y sigue hablando

Pero la Palabra de Dios no es estática o muerta. La Palabra de Dios encierra una riqueza y una virtualidad inmensas que el Espíritu Santo nos va descubriendo a cada uno personalmente en la oración. Se nos revela, se nos da a conocer a lo largo de la historia, de nuestra historia y en el interior de nuestra conciencia cuando hacemos de la Palabra de Dios objeto privilegiado de nuestra meditación diaria. La oración centrada en la Palabra de Dios tiene sello de garantía y autenticidad.

“Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum, 2)

Interiorizar y actualizar la Palabra

Cuando meditamos la Palabra de Dios y la hacemos materia de nuestra oración en la intimidad del propio corazón, se da una conversación personal entre Dios y cada uno de sus hijos. Es como una carta que Dios me escribe personalmente a mí. Nuestra tarea en la oración consiste en leerla con atención, meditarla y contemplarlo a Él interiorizando la Sagrada Escritura en nuestra conciencia y nuestro corazón y actualizándola en el aquí y el ahora de nuestra historia.

Al interiorizar la Palabra de Dios, el Espíritu Santo me habla a mí personalmente. Al actualizar la Palabra de Dios, se aplica y toma sentido en mi existencia. Se convierte en vida. Es así como se da el diálogo entre Dios y sus hijos.

“En los libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual.” Dei Verbum, 21.

Un ejemplo: carta de amor del Padre

Vamos a poner un ejemplo, valiéndonos de esta “Carta de amor del Padre” que cayó en mis manos hace algunos meses. Es una recopilación de textos y referencias de la Sagrada Escritura en clave del amor del Padre.

Esta carta de amor del Padre ofrece materia de meditación y contemplación para muchas horas de oración. A mí me ha servido para dialogar con Dios de manera íntima, profunda y provechosa. Su Palabra me interpela personalmente conforme la voy interiorizando y actualizando, sin prisas.

Es probable que no me conozcas, pero yo te conozco perfectamente bien... Salmos 139.1
Sé cuando te sientas y cuando te levantas... Salmos 139.2
Todos tus caminos me son conocidos... Salmos 139.3
Pues aún tus cabellos están todos contados... Mateo 10.29-31
Porque fuiste creado a mi imagen... Génesis 1.27
En mi vives, te mueves y eres… Hechos 17.28
Porque linaje mío eres... Hechos 17.28
Antes que te formase en el vientre, te conocí… Jeremías 1.4-5
Fuiste predestinado conforme a mi propósito… Efesios 1.11-12
No fuiste un error... Salmo 139.15
En mi libro estaban escritos tus días… Salmos 139.16
Yo determiné el momento exacto de tu nacimiento y donde vivirías… Hechos 17.26
Tu creación fue maravillosa… Salmos 139.14
Te hice en el vientre de tu madre… Salmos 139.13
Te saqué de las entrañas de tu madre… Salmos 71.6
He sido mal representado por aquellos que no me conocen… Juan 8.41-44
No estoy enojado ni distante de ti; soy la manifestación perfecta del amor… 1 Juan 4.16
Y deseo derramar mi amor sobre ti... 1 Juan 3.1
Simplemente porque eres mi hijo y yo soy tu padre… 1 Juan 3.1
Te ofrezco mucho más de lo que te podría dar tu padre terrenal… Mateo 7.11
Porque soy el Padre perfecto… Mateo 5.48
Toda buena dádiva que recibes viene de mi… Santiago 1.17
Porque yo soy tu proveedor que suple tus necesidades… Mateo 6.31-33
Mi plan para tu futuro está lleno de esperanza… Jeremías 29.11
Porque te amo con amor eterno… Jeremías 31.3
Mis pensamientos sobre ti se multiplican más que la arena en la orilla del mar… Sal 139,17-18
Y me regocijo sobre ti con cánticos… Sofonías 3.17
Nunca me volveré atrás de hacerte bien… Jeremías 32.40
Tú eres mi especial tesoro… Éxodo 19.5
Deseo afirmarte de todo corazón y con toda mi alma… Jeremías 32.41
Y te quiero enseñar cosas grandes y ocultas que tú no conoces… Jeremías 33.3
Me hallarás, si me buscas de todo corazón… Deuteronomio 4.29
Deléitate en m í y te concederé las peticiones de tu corazón… Salmo 37.4
Porque yo inspiro tus deseos… Filipenses 2.13
Yo puedo hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pides o entiendes… Efesios 3.30
Porque yo soy quien más te alienta… 2 Tesalonicenses 2.16-17
Soy también el Padre que te consuela en todos tus problemas… 2 Corintios 1.3-4
Cuando tu corazón está quebrantado, yo estoy cerca a ti… Salmos 34.18
Como el pastor lleva en sus brazos a un cordero, yo te llevo cerca de mi corazón… Isaías 40.11
Un día enjugaré toda lágrima de tus ojos… Apocalipsis 21.3-4
Y quitaré todo el dolor que has sufrido en esta tierra… Apocalipsis 21.3-4
Yo soy tu Padre, y te he amado como a mi hijo, Jesucristo… Juan 17.23
Porque te he dado a conocer mi amor en Jesús… Juan 17.26
Él es la imagen misma de mi sustancia... Hebreos 1.3
Él vino a demostrar que yo estoy por ti y no contra ti… Romanos 8.31
Y para decirte que no tomaré en cuenta tus pecados… 2 Corintios 5.18-19
Porque Jesús murió para reconciliarnos... 2 Corintios 5.18-19
Su muerte fue mi máxima expresión de amor por ti… 1 Juan 4.10
Entregué todo lo que amaba para ganar tu amor… Romanos 8.31-32
Si recibes el regalo de mi Hijo Jesucristo, me recibes a mí… 1 Juan 2.23
Y nada te podrá volver a separar de mi amor… Romanos 8.38-39
Vuelve a casa y participa en la fiesta más grande que el Cielo ha celebrado… Lucas 15.7
Siempre he sido y por siempre seré tu Padre… Efesios 3.14-15
Mi pregunta es... ¿Quieres ser mi hijo? Juan 1.12-13
Aquí te espero… Lucas 15.11-32

Con amor, tu Padre.

COMO HACER QUE LA ORACION NO SEA DE RUTINA



 ¿Cómo hacer que la oración no se convierta en una rutina o algo superficial? 

Para hacer oración de verdad, es muy importante examinar el propio corazón y poner ante Dios los propios sentimientos, deseos, frustraciones, alegrías y penas, las necesidades. Si no es así, la oración nunca se convierte en un verdadero diálogo con Él.

¿Cómo se lleva a cabo? San Ignacio de Loyola estableció una herramienta llamada “Examen de la Oración”, que es la que inspira esta guía que se propone a continuación (no es muy larga, basta un cuarto de hora al día) que puede ser rezada en cualquier momento. Especialmente en los momentos menos buenos: cuando nos ha sucedido algo o cuando nos hemos equivocado.
 
Es el momento de examinar las “verdades profundas” que hay por debajo de la superficie de nuestra existencia diaria. Este examen intenta profundizar en los propios sentimientos, emociones, comportamientos y motivaciones para descubrir una o dos verdades detrás.
 
¿Cómo se hace esta oración?
 
1. Empiezo a mi manera habitual (puede ser con una pequeña oración, la señal de la cruz, etc.)
 
2. Dedico unos momentos a la gratitud, a dar gracias a Dios por las bendiciones, pequeñas o grandes, que he recibido hoy: cómo me he levantado, una palabra amable de un amigo, mi inmerecida buena salud, otro día con mi esposo/a.
 
3. Le pido a Dios que me revele algunas verdades sobre las relaciones importantes en mi vida. Por ejemplo, “no me había dado cuenta, pero...”
 
• Estoy enfadado con …
• Me atrae…
• Me llevo mejor con …
• No estoy tan enfadado con … parece que le he perdonado y no me había dado cuenta
• Me dan miedo las reacciones agresivas de ...
• Estoy intentando impresionar a…
 
4. Si descubro algo importante, algo que me haga decir: “vaya, nunca me había dado cuenta de esto”, me quedo meditando sobre esto el resto del Examen. Si no descubro nada en particular, entonces me concentro ahora en mis pensamientos, sentimientos y actitudes ante los acontecimientos, sobre los apegos que tengo, sobre mi relación conmigo mismo. Por ejemplo: “no me había dado cuenta pero...”
 
• Me da tristeza que … se vaya.
• No estoy tan ansioso con esa sobrecarga de tarea en la oficina.
• Me preocupa mi situación económica.
• Pierdo mucho tiempo en búsquedas inútiles en internet.
• Me gustaría mucho tener … cuando quizás mis circunstancias no me lo permiten.
• Me estoy haciendo viejo y me cuesta reconocerlo.
• No soy tan malo en … como yo creía.
• Aunque soy pesimista, la situación … se está arreglando.
 
5. Cuando descubro una verdad escondida, tengo sencillamente una conversación con Dios sobre esta realidad en mi vida. La sintetizo en una frase clara y sencilla y se la digo a Dios, sin esconderme.
 
6. Soy consciente de mis emociones cuando hablo de esto con Dios. ¿Cuál es el sentimiento más fuerte cuando se lo digo? Pues lo añado a mi oración. Por ejemplo: “Señor, me siento … cuando reconozco que …”. Presento todo esto a Dios.
 
7. Me quedo en silencio e intento ver qué quiere Dios decirme sobre esta realidad. ¿Qué dice Dios sobre ello? ¿Qué dice sobre cómo me siento? Le pregunto a Dios: “¿Qué tengo que hacer con esto?”
 
8. Si me siento respondido, me comprometo con Dios sobre esto y le pido ayuda para ser fiel a mi compromiso.
 
9. Termino a la manera acostumbrada. Puede ser recitando una oración, o cantando, o repitiendo una frase de la Escritura.
 
Artículo adaptado por Aleteia del original de Mark E. Thibodeaux, SJ, a su vez tomado del libro Reimagining the Ignatian Examen: Fresh Ways to Pray from Your Day del mismo autor (Loyola Press).