UNA ALIANZA CON LA VIRGEN MARIA
Comunidad Bajo el Manto de María
Santísima
Bienvenidos! a este caminar en busca de una Alianza con la
Virgen María, una preparación de 33 días para la consagración total a María.
¿Cómo se desarrolla la Alianza?
Durante estos 33 días, leeremos cómo uno de nuestros cuatro
Santos que vivió su consagración a Jesús por María. Esta alianza con María será
de la siguiente manera:
• Meditaciones y Reflexiones de Santos
diarias (texto y audio)
• Las Oraciones diarias (texto y audio)
• Un día a la semana se habilitará el chat en el grupo para que puedan expresar
sus experiencias de lo meditado por cada semana.
• La meta durante estos 33 días es
permanecer en un ambiente de oración contemplativa.
Requerimientos durante la
Preparación:
Se
recomienda y es muy importante poder estar en gracia y reconciliados con
nuestro Señor Jesucristo para así recibir las gracias de este camino que hemos
decidido tomar junto a nuestra Madre del Cielo.
1. Acude al sacramento de la confesión.
2. Rezar el Santo Rosario todos los días.
3. Hacer las Oraciones Diarias
4. Hacer las Lecturas / meditaciones
Diarias
Durante estos 33 días lo más importante es nuestra
disposición y abrir nuestros corazones para dejarnos transformar y recibir
todas la gracias.
A continuación, mostramos como están divididas las semanas
con el Santo a contemplar:
• Primera Semana – San Luis de Montfort
• Segunda Semana – San Maximiliano Kolbe
• Tercera Semana – Santa Madre Teresa
• Cuarta Semana – San Juan Pablo II
Introducción a la
Consagración Mariana
¿Qué es la Consagración Mariana?
La consagración a María básicamente quiere decir darle
nuestro permiso para realizar su obra maternal en nosotros, la cual es
transformarnos en otros Cristos.
Por
lo tanto, al consagrarnos a María, cada uno de nosotros le está diciendo:
• María, quiero ser santo(a).
• Sé que
también quieres que yo sea santo(a) y que tu misión divina es transformarme en
un(a) santo(a).
• Así
que, María, hoy, en este momento, te doy permiso total para realizar tu obra en
mí, junto con tu Esposo, el Espíritu Santo.
Al decidir comenzar esta alianza María comienza a
hacer en nosotros una obra maestra de gracia en nuestras almas. Continuará esta
obra siempre que nuestro “sí” no se convierta en un “no”.
Uno de los más grandes aspectos de la consagración a
María es su dulzura de Madre. Convierte las lecciones de la Cruz en algo dulce,
y derrama su amor y consuelo materno sobre cada herida nuestra. Acudir a ella y
darle permiso para realizar su obra es realmente “el medio más seguro, más
fácil, más corto y el más perfecto camino” a la santidad. ¡Qué alegría es ser
consagrado o consagrada a Jesús por María!
Ahora
estamos listos para comenzar y aprender más sobre este bendito “secreto”.
PRIMERA SEMANA San Luis de Montfort
En esta semana nos enfocaremos en el ejemplo y las
palabras del primer gran profeta de la consagración mariana. Comenzaremos
conociendo algo de su vida y luego reflexionaremos sobre los aspectos
esenciales de su enseñanza mariana.
DÍA 1 El apasionado santo de Bretaña
Echa un vistazo a un mapa de Francia. Ahora fíjate en
su forma. ¿Notas cómo una parte se extiende, casi como si estuviera huyendo del
resto de la tierra continental, a punto de lanzarse en el Mar Céltico? Ese
brazo prominente en el noroeste del país se llama “Bretaña”, el lugar donde
creció San Luis de Montfort.
Hay algo especial en Bretaña que parece haber tenido
influencia sobre San Luis: sus raíces celtas. Bretaña es considerada una de las
seis naciones celtas, lo que significa que su idioma y cultura célticos todavía
sobreviven. (Así que puedes olvidar lo de Bretaña estando a punto de lanzarse
en el Mar Céltico. Ya se encuentra adentro y nadando.) Y una parte de la
cultura celta parece haber penetrado profundamente en el corazón de San Luis:
la fogosidad de sus guerreros.
Desde la antigüedad los guerreros celtas
han infundido terror en los corazones de sus enemigos. Si has visto la película
Braveheart (Corazón Valiente), sabes a lo que me refiero. Piensa en la figura
intrépida de Sir William Wallace (interpretado por Mel Gibson) y su loca
pandilla de montañeses escoceses enfrentándose a un enemigo inglés que los
supera varias veces en número. Esto muestra algo de la bravura del espíritu
celta, pero la versión real es aún más intensa.
A menudo cubiertos sólo con su pintura de guerra azul,
los auténticos guerreros celtas se volvían frenéticos con la sangre, se
lanzaban al combate gritando como locos y golpeaban y cortaban salvajemente a
sus enemigos con enormes espadas a dos manos. A pesar de su falta de disciplina,
armadura y orden, estos hombres eran extremadamente efectivos en la batalla
debido a su incomparable pasión y ferocidad. A lo largo de la historia, nadie
ha querido meterse con los locos guerreros celtas.
El papá de San Luis, Jean Grignion, debe de haber
descendido de estos salvajes guerreros pues nadie quería meterse tampoco con
él. De hecho, era conocido por tener el temperamento más fuerte en toda
Bretaña. Como dijo un autor: “Era un volcán con erupciones frecuentes”. San
Luis, en cambio, era manso como un cordero, ¿cierto? Falso. Confesó que su
temperamento era tan fuerte como el de su padre. Pero dirigió su pasión fogosa
no a las amenazas y violencia sino a trabajar para la mayor gloria de Dios –
bueno, salvo el incidente en que noqueó a dos borrachos que no habían dejado de
interrumpir con gritos e insultos mientras predicaba. Podemos entender mejor su
excepcional pasión si reflexionamos sobre su breve pero increíblemente
productiva vida sacerdotal.
San Luis sólo tenía 43 años cuando murió en 1716,
habiendo sido sacerdote apenas 16 años. Sus labores incansables de llevar las
almas a Jesús por medio de María, especialmente la predicación de una sucesión
interminable de misiones parroquiales, causaron su muerte prematura. Como si
estas agotadoras labores no fueran lo suficientemente difíciles, Luis tenía que
soportar la persecución viciosa del clero y de los herejes jansenistas incluso
hasta el punto de haber sido físicamente atacado y envenenado.
A pesar de todo esto nuestro guerrero indomable siguió
avanzando en el campo de batalla, continuamente predicando su camino
característico hacia Jesús por medio de María. De hecho, cuando algunos líderes
de la Iglesia en Francia pensaron que habían puesto fin a su proyecto, Luis
hizo el viaje de mil millas a Roma y pidió consejo al Papa. El Papa no sólo le
ordenó volver a Francia para seguir predicando, sino que le confirió el título
de Misionero Apostólico. Nuestro santo obediente y alegremente volvió a Francia
y continuó predicando, escribiendo y soportando con paciencia muchos
sufrimientos por amor a Jesús, María y las almas.
El ardor y fervor de San Luis inspiraron al joven
Karol Wojtyła, el futuro Papa Juan Pablo II. Pocos años antes de su muerte el
Papa pudo realizar un sueño de toda su vida al visitar la tumba de San Luis. En
esa ocasión dijo: “Me siento feliz de iniciar mi peregrinación en tierra
francesa bajo el signo de esta gran figura. Ustedes saben que debo mucho a este
santo y a su Tratado de la verdadera Devoción a la Santísima Virgen”.
¿Y nosotros? ¿Tenemos fervor en nuestros corazones al
comenzar este retiro? Deberíamos tenerlo. O al menos deberíamos esforzarnos por
tenerlo. Que María interceda por nosotros y que el Espíritu Santo nos anime a
pasar estos días de manera consciente, a pesar de las fatigas, distracciones u
obstáculos. Contando con la intercesión de la Madre de Dios vamos a dedicarnos
con la intensidad y el ardor de un guerrero celta – aunque sin pintura en la
cara ni gritos.
Oración del
día: Ven, Espíritu Santo, que habitas
en María. Ayúdame a hacer este retiro con generosidad y fervor.
DÍA 2 La influencia de San Luis en la Iglesia
Un relato de la vida de San Luis de Montfort ilustra
su pasión, sobre la que hablábamos ayer, de manera particular. En el pueblo de
Pontchâteau, San Luis animó a los campesinos a construir un enorme monumento a
la Pasión de Cristo sobre una colina cercana. Durante 15 meses cientos de
campesinos ofrecieron sus habilidades y trabajos para edificarlo. Una vez
terminado, lucía como una construcción sólida, una verdadera obra de amor. Pero
el día previo a su dedicación por el obispo, Luis recibió la noticia de que sus
enemigos habían convencido al gobierno de destruirla. (Habían mentido a las
autoridades diciéndoles que la estructura serviría como fortaleza contra el
gobierno.)
Cuando Luis recibió esta decepcionante noticia les
dijo a los miles de personas presentes para la ceremonia de bendición:
“Esperábamos construir un Calvario aquí. Construyámoslo en nuestros corazones.
Bendito sea Dios”. Una cosa acerca de hacer la obra del Señor: las cosas no
siempre salen de acuerdo con nuestros planes.
Por ejemplo, San Luis seguramente había planeado que
su monumento a Cristo durara más que un día. Pero el santo aceptó
obedientemente la destrucción de sus planes y alabó a Dios. Debido a esta clase
de desapego de su propia voluntad y apego a la de Dios, Luis se convirtió en un
instrumento utilizado por Dios para realizar obras aún más poderosas. Así, a
pesar de que destruyeron su monumento físico, la enseñanza de Luis finalmente
se convirtió en un enorme edificio en la Iglesia, que ejerció gran influencia
sobre muchos papas e incluso sobre la espiritualidad católica. A fin de
cuentas, las obras apasionadas de San Luis valieron la pena, aunque él mismo no
haya alcanzado a ver el fruto.
Mientras comenzamos a prepararnos para la consagración
a Jesús por medio de María, consideremos el apoyo que varios papas han dado a
la enseñanza de San Luis. Que estos testimonios de apoyo fortalezcan nuestra
determinación de avanzar hasta el Día de Consagración y que nos ayuden a
confiar en que nuestra consagración dará realmente mucho fruto en nuestras
vidas, aunque aún no alcancemos a comprender plenamente cómo.
• El Beato Papa
Pío IX (1846-1878) dijo que la de San Luis es la mejor y más aceptable forma de
devoción mariana.
• El
Papa León XIII (1878-1903) no sólo beatificó a Luis de Montfort en 1888 sino
que concedió una indulgencia a los católicos que se consagran a María
utilizando la fórmula monfortiana. Es más, se asegura que le influyeron tanto
los esfuerzos de San Luis por difundir el rosario que escribió 11 cartas
encíclicas sobre esta preeminente devoción mariana.
• El
Papa San Pío X (1903-1914), como León XIII, también recomendó a los fieles la
enseñanza monfortiana sobre María. De hecho, concedió una indulgencia plenaria
in perpetuum (a perpetu- idad) a cualquier persona que rece la fórmula
monfortiana de consagración y ofreció su bendición apostólica a cualquier
persona que leyera La Verdadera Devoción. Este Papa animó apasionada- mente a
los fieles a seguir el camino monfortiano de devoción mariana porque él mismo
había experimentado su poder. De hecho, en su carta encíclica Ad Diem Illum, el
Papa piadoso expresó su propia dependencia de San Luis al escribirla, la cual
resulta obvia cuando uno la compara con La Verdadera Devoción. La encíclica del
Papa refleja continuamente el tono y el espíritu de la obra clásica de San Luis
como se evidencia por frases como ésta: “No hay un camino más seguro y más
expedito para unir a todos con Cristo que el que pasa a través de María”.
• El
Papa Pío XI (1922-1939) dijo simplemente: “He practicado esta devoción desde la
juventud”.
• El
Venerable Papa Pío XII (1939-1958) canonizó a San Luis en 1947 y en su homilía
de la Misa se refirió a la enseñanza mariana monfortiana como “sólida y
auténtica”. Luego cuando el Papa se dirigió a los peregrinos que habían venido
para la canon- ización, dijo que de Montfort nos conduce a María y, desde María
a Jesús, resumiendo así el significado de la consagración mariana.
• San
Juan Pablo II (1978-2005) promovió la enseñanza monfortiana más que cualquier
otro papa. Aprenderemos más sobre esto durante la cuarta semana del retiro.
Baste mencionar aquí dos hechos increíbles: primero, el lema papal de Juan
Pablo fue Totus Tuus (“Todo Tuyo”), tomado directamente de la oración
monfortiana de consagración más breve; segundo, Juan Pablo describió su lectura
de La Verdadera Devoción como un decisivo “cambio de rumbo” en su vida.
Oración para hoy:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en María. Prepárame para
comprometerme a vivir esta verdadera y sólida devoción.
DÍA 3 La Consagración Monfortiana (Primera Parte)
Muy bien. El primer día de esta semana pedimos más
ardor y fervor en nuestra preparación para la consagración. Ayer,
reflexionábamos sobre la influencia increíble que la breve vida de San Luis
ejerció en la Iglesia. El fuerte testimonio de autoridades, nada menos que
Papas, debería haber encendido aún más nuestro ardor y habernos llevado a
reflexionar: “¿Qué enseñanza es esta, de tan asombrosa influencia, por parte de
un sacerdote que sólo vivió hasta los 43 años?” Por supuesto que se trata de su
enseñanza sobre la consagración mariana, pero ¿qué significa esto exactamente?
Ahí presenté la consagración como nuestro “sí” a
María, permitiéndole realizar en nosotros su tarea divina de formarnos en otros
Cristos. Todo eso es verdad. Pero hay más. San Luis hace hincapié en dos
dimensiones clave de su enseñanza sobre la consagración mariana, las cuales
amplían lo que acabamos de leer. Estas dimensiones son:
• la renovación de nuestras promesas
bautismales
• el don particularmente profundo de
nosotros mismos a María.
Vamos a examinarlas por separado (una hoy y la otra
mañana). El día de nuestro bautismo es el día más significativo de nuestras
vidas. Nosotros, criaturas pobres y pecadoras, no sólo somos purificados del
pecado, sino también recibimos la dignidad y el honor de ser transformados en
hijos de Dios Todopoderoso.
En esa ocasión
jubilosa, antes de recibir estas gracias increíbles, prometimos solemnemente (o
si éramos infantes, otros prometieron en nuestro nombre) rechazar a Satanás, y
luego profesamos (u otros en nuestro nombre) nuestra fe y compromiso con Jesús.
Entonces, cada Pascua renovamos solemnemente esta promesa y compromiso. Pero
¿los mantenemos? ¿Permanecemos fieles a nuestra palabra? No. Todos pecamos.
Tristemente, todos sucumbimos a Satanás, “a sus pompas y a sus obras” y
rechazamos a Cristo, al menos un poco.
¿Por qué sucede esto? La respuesta simple es el pecado
original: tenemos una naturaleza caída y somos propensos al pecado. Es la
verdad, pero San Luis nos invita a ir más profundo y examinar nuestras
conciencias. Si lo hacemos descubriremos que una razón principal por la cual
caemos en el pecado es la amnesia, la falta de memoria de nuestro compromiso
con Cristo en el Bautismo. De Montfort sugiere que si renováramos sincera y
personalmente nuestras promesas bautismales y las pusiéramos en las manos de
María, este solo acto podría ayudar mucho a vencer el pecado en nuestras vidas.
Por tanto, hace de esta renovación de promesas un elemento esencial de su
oración de consagración. De hecho, en el primer párrafo de esta oración nos
invita a presentarnos a María de la siguiente manera:
Yo, ------- pecador infiel, renuevo y ratifico en
vuestras manos los votos de mi bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus
pompas y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría
encarnada, para llevar mi cruz tras El todos los días de mi vida. Y a fin de
que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, os escojo hoy, ¡oh María!,
en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y mi Señora.
De esa forma
San Luis nos invita a atacar el pecado de raíz
• Satanás con sus pompas y obras
• A renovar nuestro compromiso de vivir
por Cristo
• Hacerlo todo con y por medio de María.
¿Por qué por medio de María? Porque Dios creó una
enemistad entre ella y Satanás (ver Gn. 3,15) y Satanás no puede soportarla. De
hecho, según San Luis, Satanás teme más a María, no sólo más que a todos los
ángeles y a los santos sino que, en cierto sentido, ¡más que a Dios mismo! ¿Por
qué? Porque como él dice, “siendo Satanás muy orgulloso, sufre infinitamente
más al ser vencido y castigado por una pequeña y humilde esclava de Dios, y su
humildad le humilla más que el poder divino”.
Así que de Montfort nos da una manera práctica y
eficaz de vencer el pecado en nuestras vidas: renunciar formalmente a Satanás y
comprometernos de nuevo con Cristo, por medio de María.
El último día de esta semana conoceremos más acerca
del poder de María sobre las fuerzas del mal. Mañana reflexionaremos sobre el
segundo elemento de la consagración monfortiana, el don particularmente
profundo de nosotros mismos a María. Hoy meditemos sobre la promesa que hicimos
en nuestro bautismo de renunciar a Satanás y de amar y seguir a Cristo.
Oración para
hoy:
Ven,
Espíritu Santo, que habitas en María. Dame la gracia para rechazar a Satanás y
seguir a Cristo más de cerca.
DÍA 4 La Consagración Monfortiana (Segunda Parte)
San Luis hace hincapié en dos elementos de su
enseñanza sobre la consagración mariana: (1) la renovación de nuestras promesas
bautismales y (2) el don particularmente profundo de nosotros mismos a María.
Tratamos el primer elemento ayer. Ahora echemos una
mirada al segundo, comenzando con la pregunta: “¿Por qué debemos entregarnos a
María?”. Debemos entregarnos a María imitando a nuestro Señor y Salvador
Jesucristo. Después de todo, ¿no es cierto que Jesús se entregó a María desde
el momento de la Encarnación? Sí, lo hizo. ¿Y no estamos llamados a imitar a
Cristo? Sí, lo estamos. Pero María es una criatura, ¿no? Sí, es una criatura,
pero es única. María no sólo está libre del pecado. No sólo está totalmente
orientada a la voluntad divina. Por voluntad y complacencia de Dios.
María tiene un papel especial en nuestra
santificación. Por tanto, debemos encomendarnos a la Madre de Dios para que
pueda ayudar a transformarnos en santos, en otros Cristos. Debemos darle
nuestro “sí”. Pero San Luis da un paso más. Su “sí” a María es particularmente
profundo, es un don profundamente íntimo de sí mismo a María. Consiste, pues,
esta devoción en entregarse enteramente a la Santísima Virgen para ser todo de
Jesucristo por medio de María. Es menester entregarle: (1) nuestro cuerpo con
todos sus sentidos y sus miembros; (2) nuestra alma con todas sus potencias;
(3) nuestros bienes exteriores, o sea nuestra fortuna presente y futura; (4)
nuestros bienes interiores y espirituales, o sea nuestros méritos, nuestras
virtudes y nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras.
Este cuarto punto es muy interesante. Por este aspecto
de nuestra consagración a María – según San Luis – el don de nosotros mismos va
más allá de lo que se requiere cuando las personas se ofrecen a Dios mediante
los votos religiosos. Por ejemplo, debido a los votos de pobreza, castidad, y
obediencia una hermana religiosa no concede a Dios el derecho de disponer de la
gracia de todas sus buenas obras ni tampoco cede sus méritos. Permíteme
resaltar lo radical que es el don de uno mismo al consagrarse a María.
Primero, en cuanto a los demás, si cedemos a María el
derecho de disponer de las gracias de nuestras buenas obras, esto quiere decir
que no podemos aplicar incondicionalmente dichas gracias a cualquier persona
que elijamos. Así, por ejemplo, si me entrego de esta manera a María no puedo
insistir en que las gracias derivadas del ofrecimiento de una enfermedad se
apliquen a la persona deseada. Segundo, en cuanto a nosotros mismos, si nos
consagramos a María, no podremos entonces, al morir, presentarnos ante Dios
revestidos con los méritos de nuestras oraciones y buenas obras. De hecho,
tendremos que comparecer ante Dios con las manos vacías, pues le habremos
ofrecido todos nuestros méritos a María.
Si la
naturaleza radical de esta ofrenda te preocupa, no temas. Mañana veremos por
qué no se debe temer esta ofrenda, y en cambio veremos por qué es
increíblemente hermosa y vale toda la pena. Hasta entonces podemos reflexionar
sobre la segunda parte de la fórmula monfortiana para la consagración mariana
la cual habla de este don profundo de nosotros mismos a María:
Os entrego y consagro en calidad de esclavo mi cuerpo
y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas
acciones pasadas, presentes y futuras, otorgándoos un entero y pleno derecho de
disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a vuestro agrado,
a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.
Oración para hoy:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María. Ayúdame a entregarme por completo a Jesús por medio de María.
DÍA 5 ¿Deberíamos entregar todo a María? (Primera
Parte)
La segunda parte de la fórmula monfortiana de
consagración dice que debemos ofrecer todo a María incluyendo “nuestros bienes
interiores y espirituales, o sea nuestros méritos, nuestras virtudes y nuestras
buenas obras pasadas, presentes y futuras”. ¿No es demasiado? No. Es perfecto.
Es hermoso. Veamos por qué, considerando cómo la ofrenda afecta tanto a los
demás como a nosotros mismos.
Con respecto a los demás, cuando nos consagramos
total- mente a María perdemos el derecho incondicional a distribuir entre otras
personas el valor de nuestras oraciones y buenas acciones. En otras palabras,
concedemos a María los derechos sobre la gracia (mérito) de nuestras oraciones.
Le decimos: “María, te concedo el derecho de distribuir la gracia de mis
oraciones como tú quieras”.
Ofrecer tal regalo a María tiene un gran beneficio.
Asegura que la gracia de nuestras oraciones será utilizada de la mejor manera
posible. Ocurre así: debido a la visión privilegiada que tiene desde el Cielo,
y gracias a la comunión íntima – en grado sumo - con su Hijo Divino, María
puede determinar mejor cuáles personas tienen mayor necesidad de nuestras
oraciones. Por ejemplo, viendo a una persona olvidada en la China a punto de
morir en desesperación, María puede tomar la gracia de nuestras oraciones (y
sufrimientos “ofrecidos”) y utilizarla para ayudar a ese moribundo a confiar en
Dios y aceptar su misericordia.
Ahora bien, tal vez, a algunos, esta idea nos deje
pensando: Pues bien. Me alegra ayudar a la persona que está muriendo en la
China, a quien no conozco. Pero estaría decepcionado si no pudiera utilizar la
gracia de mis oraciones y buenas obras para ayudar a las personas a quienes sí
conozco, como mis familiares y amigos. Me preocupa que si concedo a María el
derecho de distribuir la gracia de mis oraciones y buenas obras perderé el
derecho de orar por aquellos a los que amo de modo especial, aunque estén en
menor necesidad que otras personas en el mundo.
Esta es una preocupación legítima, pero no hay razón
para preocuparse. ¿Por qué? Por dos razones:
1. María
hace más perfectas las buenas cosas que le damos. En otras palabras, ella
mejora, aumenta y purifica los dones y méritos espirituales que le ofrecemos.
Cuando se los damos, puesto que los hace más perfectos hay más gracia y mérito
para distribuir. San Luis utiliza una analogía inolvidable para explicar esto:
Es como si un labrador, deseoso de alcanzar la amistad
y benevolencia de un rey, se fuese a la reina y le pre- sentase una manzana, en
la que consistía toda su renta, a fin de que ella la presentase al rey, y
aceptando la reina el pequeño regalo del labrador, pusiese la tal manzana en un
grande y hermoso plato de oro y la presentase así al rey de parte del labrador;
de modo que ya entonces la manzana, que por sí era indigna de ser presentada al
rey, se habría convertido en un regalo digno de su majestad, en consideración a
la bandeja de oro en que estaba puesta y por la persona que la presentaba.
2. María
jamás se deja ganar en generosidad. Por lo tanto, si somos tan generosos como
para darle el derecho de distribuir la gracia de nuestras oraciones y buenas
obras, sin duda ella será especialmente generosa con nuestros seres queridos.
De hecho, cuidará de nuestros seres queridos mejor que nosotros mismos. Por
ejemplo, digamos que uno de nuestros familiares o amigos necesita de oración
pero no lo sabemos. Bueno, María lo sabe y se asegurará de que a esa persona no
le falte. Conceder a María el derecho de distribuir la gracia de nuestras
oraciones y buenas obras no significa que ya no podamos orar por nuestros seres
queridos. Podemos y debemos orar por ellos. Sólo que damos a María la última
palabra en decidir a quién y a qué propósito deberá aplicarse la gracia de
nuestras oraciones y buenas obras. Recuerda que María no se deja ganar en
generosidad.
Escucha especialmente las oraciones de quienes le
hemos dado todo – incluso el valor de todas nuestras buenas obras – y quiere
que le hablemos de las personas e intenciones que llevamos en nuestros
corazones. Si le hemos dado todo, ¿cabe alguna duda de que ella será generosa
en conceder cualquier bien que pidamos para aquellos que amamos?
Oración
para hoy:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Ayúdame a dar generosamente todo lo que
tengo a María.
DÍA 6 ¿Deberíamos entregar todo a María? (Segunda
Parte)
Bien, ayer consideramos cómo, al consagrarnos
completamente a María, cedemos el derecho de distribuir la gracia de nuestras
oraciones y méritos entre los demás. Pero vimos que, al final, todo resulta aún
mejor.
Hoy nos enfocamos sobre nosotros mismos. ¿No es una
locura dar a María todo el valor de nuestras acciones y oraciones y así
presentarnos ante Dios con manos vacías? No, no es una locura. Recuerda que
María no se deja ganar en generosidad. Si le damos todos nuestros méritos, ella
nos regalará todos los suyos. Y eso es algo grandioso.
Una vez leí un relato sobre una santa en la tierra que
tuvo una visión del cielo. En su visión vio a los santos celestiales y sus
diferentes grados de gloria. Le asombró que algunos santos hubieran llegado a
un nivel de gloria tan alto como para estar adorando a Dios con los Serafines,
el coro más alto de los ángeles. En otra ocasión leí un pasaje del Diario de
Santa Faustina en el cual Faustina tuvo una visión similar del cielo. Relató que
si llegáramos a ver las diferencias entre los grados de gloria en el cielo
sufriríamos voluntariamente cualquier cosa en la tierra sólo para avanzar un
grado más. Después de leer estos testimonios me digo: “No sólo quiero ir al
cielo; quiero alcanzar el grado de gloría más alto que pueda”. Hay para
nosotros un modo sencillo de hacerlo: damos todo a María. No dependemos de
nuestros propios méritos sino de los de ella.
San Luis explica:
• La
Santísima Virgen…que en amor, y liberalidad no se deja nunca vencer por nadie,
al ver que se da uno enteramente a Ella…se da también toda entera y de una
manera inefable a quien le hace entrega de todo: le hace anegarse en el abismo
de sus gracias, lo adorna con sus méritos, lo apoya con su poder, lo esclarece
con su luz, lo rodea con su amor, le comunica sus virtudes, su humildad, su fe,
su pureza, etc.… En fin, como tal persona está consagrada a María, también
María se consagra toda a ella.
Ahora, no
obstante, estas palabras consoladoras, puede que uno siga preocupado y diga:
“¡Muy bien! Estoy absolutamente de acuerdo con tener un alto grado de gloria en
el cielo. Pero lo que me preocupa es el purgatorio. Tengo miedo de que si
ofrezco todos mis méritos, incluso a María, tendré entonces que sufrir en el
purgatorio por mucho tiempo”. San Luis responde así:
• Esta
objeción, que procede del amor propio y de la ignorancia de la liberalidad de
Dios y de su Santísima Madre, se destruye por sí misma; un alma ferviente y
generosa que toma con más empeño los intereses de Dios que los suyos propios,
que da a Dios todo lo que tiene, sin reserva, hasta donde puede, que no aspira
más que al reino de Jesucristo por su Santísima Madre, y que por obtenerlo se
sacrifica enteramente y en todo, esta alma generosa, repito, ¿será castigada en
el otro mundo por haber sido más liberal y más desinteresada que las demás? Al
contrario: precisamente para con esta alma, como veremos a continuación, serán
Nuestro Señor y la Virgen Santísima liberalísimos en este mundo y en el otro,
en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria.
Bueno, esto lo resuelve – y con una suave reprimenda
para coronarlo.
San Luis repite este punto importante:
• ¡María
no se deja vencer en generosidad! Si somos especialmente generosos con ella,
así de generosa será ella con nosotros. Y nos añade San Luis otra cosa
importante: la suave reprimenda. Dice que este tipo de preocupaciones viene del
amor propio. Entonces sí, debemos poner la mira en lo alto. Sí, debemos tener
una santa ambición y querer llegar a las más altas cumbres de la santidad. Pero
nuestro motivo no debe ser el amor propio, sino el deseo de complacer a Dios y
glorificarlo. No olvidemos este punto importante cuando mañana leamos sobre
algunos de los beneficios maravillosos de estar consagrado a María.
Oración para hoy:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Ayúdame a glorificar a Dios, dándole a
María todo lo que tengo.
DÍA 7 Una vía rápida, fácil y segura hacia la
santidad
Durante los últimos dos días hemos aprendido acerca de
algunos hermosos beneficios del estar consagrados a Jesús por medio de María;
beneficios para nosotros y para nuestros familiares y amigos. Hoy, en este día
final de meditación sobre la enseñanza de San Luis vamos a enfocarnos en los
demás beneficios de la consagración mariana. Específicamente vamos a aprender
cómo la consagración mariana es una vía rápida, fácil y segura hacia la
santidad.
Mientras leemos esto debemos tener en cuenta que el
regalo de estos beneficios no nos concede el derecho a ponernos cómodos y
descansar. (Esto indicaría el amor propio criticado por San Luis en la lectura
de ayer.) En cambio, cuando vemos la generosidad de Dios ofreciéndonos un
regalo tan grande como la consagración mariana, debemos esforzarnos más
fervientemente para vivirla y crecer en santidad.
Comencemos con lo de “rápida y fácil”: consagrarse a
Jesús por medio de María es una vía rápida y sencilla hacia la santidad.
¿Y qué es la santidad? Morir a uno mismo. Y esto
definitivamente no es fácil. No obstante, la consagración mariana es una vía
relativamente rápida y sencilla inscrita en un camino que, por su misma
naturaleza, no es fácil y a menudo lleva mucho tiempo recorrer.
San Luis presenta esta vía de la siguiente manera:
• Como
en el orden de la naturaleza hay operaciones que se hacen a poca costa y con
facilidad, asimismo en el de la gracia hay secretos que se ejecutan en poco
tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobre- naturales y divinas que
consisten en vaciarse de sí mismo y llenarse de Dios, y lograr así la
perfección.
Entonces, ¿cómo
podemos seguir esta vía rápida y fácil? Entregándonos a Jesús por medio de
María. Ella nos conduce a Jesús y hace rápido y sencillo el camino a la
santidad, si bien no nos quita las cruces. De hecho, los que son
particularmente amados por María tienen a menudo más cruces que otros, pero
María las hace dulces y ligeras:
• Siendo
los más fieles servidores de la Santísima Virgen sus mayores favoritos, es
verdad que reciben de Ella las gracias y favores del cielo más grandes, que son
las cruces, pero sostengo que también son los servidores de María los que
soportan estas cruces con más facilidad, mérito y gloria, y que lo que
detendría mil veces a otro o le haría caer, no les detiene una sola vez, antes
bien les hace avanzar, porque esta buena Madre endulza todas estas cruces que
Ella les prepara con el azúcar de su dulzura maternal y con la unción del puro
amor.
• Se
avanza más en poco tiempo de sumisión y de dependencia de María, que en años
enteros de propia voluntad y de apoyo sobre sí mismo.
Por medio de esta práctica, fidelísimamente observada,
daréis a Jesucristo más gloria en un mes, que de ninguna otra manera, por más
difícil que sea, en muchísimos años.
Los fieles servidores de María encuentran tan suave el
yugo de Jesucristo, que apenas sienten su peso.
Así, la vía de la consagración mariana es, en verdad,
relativamente rápida y fácil. Como dice San Luis en otro lugar, es como la
diferencia entre un escultor que pasa semanas de duro trabajo martillando una
estatua con un cincel y otro artista que la hace rápida y fácilmente con un
molde. María es el molde que nos forma de la manera más perfecta, rápida y
fácil en otras imágenes de Cristo.
Vamos a
concluir ahora estas reflexiones sobre los beneficios maravillosos de la
consagración mariana dejando que San Luis nos describa cómo esta vía es,
además, segura, ya que al caminar por ella estamos especialmente protegidos y
defendidos contra las fuerzas del mal:
• María
se coloca en torno de sus hijos y fieles servidores, los acompaña como un
ejército ordenado en batalla.
¿Puede temer de sus enemigos un hombre rodeado de un
ejército bien ordenado de cien mil hombres? Un servidor fiel a María, escudado
con su protección… tiene menos todavía que temer. Esta buena Madre… enviaría
millares de ángeles en socorro de uno de sus hijos, para que no se pudiera
alguna vez decir que un fiel servidor de María, que puso su confianza en Ella,
había sucumbido a la malicia, al número y a la fuerza de sus enemigos.
Oración para hoy:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
¡Ayúdame a alabarte por esta vía tan
rápida, fácil y segura hacia la santidad!
SEGUNDA SEMANA San Maximiliano Kolbe
Esta semana nos
enfocaremos en el ejemplo y palabras del apóstol de la consagración mariana del
siglo XX, San Maximiliano Kolbe. Kolbe conoció bien la enseñanza mariana
monfortiana y habló con entusiasmo sobre ella. Al formular su propia expresión
de la verdadera devoción a María no sólo profundizó diversos elementos de San
Luis, sino que aportó muchas nuevas ideas gracias a su propia contemplación del
misterio de María. Antes de considerar su enseñanza mariana, conozcamos primero
al hombre.
DÍA 8 ¿Quién eres, San Maximiliano Kolbe?
“¿Quién eres, San Maximiliano Kolbe?”
Si hiciéramos esta pregunta al santo en una entrevista
tal vez quedaríamos decepcionados, al menos al principio. Probablemente
contestaría con dulzura y humildad: “Esa pregunta no es muy importante. La
importante es ésta: ‘¿Quién eres, oh Inmaculada Concepción?’” Esta repuesta no
debe decepcionarnos si la meta de la entrevista es llegar a conocer a San
Maximiliano, pues en realidad su respuesta nos dice mucho sobre él. De hecho,
una gran pasión de su vida fue llegar a conocer el misterio de María,
particularmente como se reveló a Santa Bernardita de Lourdes: “Yo soy la
Inmaculada Concepción”. ¿Por qué se identificó como “la Inmaculada Concepción”?
¿Acaso no es María su nombre? Mañana reflexionaremos sobre este misterio fascinante.
Hoy veamos, en nuestra entrevista hipotética, lo que Kolbe no habría
respondido.
¿Quién es San Maximiliano Kolbe? Se le conoce por
muchos títulos: Mártir de la caridad, Santo de Auschwitz, Fundador de la
Milicia Inmaculada, Apóstol de María y Santo Patrón del Siglo XX. Pero antes de
todo esto era simplemente Raymond, Raymond Kolbe, quien en 1894 nació en el
seno de una pobre familia de campesinos en Polonia. Y en principio, uno jamás
habría pensado que con el tiempo sería un gran santo. De hecho, un día su madre
estaba tan frustrada con su comportamiento que le gritó exasperada: “¡Raymond,
¿qué será de ti?!” Esto le conmovió el corazón. Lleno de angustia, de inmediato
se dirigió a la Madre de Dios preguntándole, “¿Qué será de mí?” Luego fue a una
iglesia y repitió la pregunta. El futuro santo contó lo que ocurrió después:
• Entonces,
se me apareció la Virgen Madre teniendo en sus manos dos coronas, una blanca y
otra roja. Me miró con amor y me preguntó si me gustaría tenerlas. La blanca
significaba que yo me conservaría puro, y la roja que llegaría a ser mártir.
Contesté que sí, que las quería. Entonces la Virgen me miró tiernamente y
desapareció.
• La
corona blanca de pureza llegó primero. Raymond se confirmó en ella cuando, como
Hermano Maximiliano, profesó sus votos religiosos uno de los cuales era la
castidad. Pero su pureza no fue sólo corporal. Pues hay otra especie de pureza:
la pureza de intención. Una persona practica la pureza de intención cuando
dirige sus pensamientos, palabras y acciones, no a sí mismo ni a otra criatura,
sino a un propósito divino y en última instancia, a Dios.
• Tal
vez debido a su intensidad y pasión innatas, Kolbe sintió un fuerte deseo de
entregarse a una misión o meta específica. Uno de sus compañeros de clase en el
seminario menor contó: “Muchas veces dijo que deseaba consagrar toda su vida a
una gran idea”.29 La “gran idea” de Kolbe con el tiempo se materializó en lo
que llamó la “Milicia Inmaculada”, la cual estableció en 1917 con seis
compañeros del seminario. La “M.I.”, según la llamaron, fue realmente una “gran
idea” al menos en cuanto a su ambición. Su meta fue llevar el mundo entero a
Dios por Cristo, bajo el liderazgo de María Inmaculada y hacerlo lo más pronto
posible. Cumplir esta misión por obediencia a la voluntad de Dios, en unión con
María Inmaculada fue el único interés de Kolbe – su intención pura – y
sacrificó todo para alcanzar su logro, lo cual nos lleva a la corona roja.
En 1941, tras décadas de labores apostólicas
increíblemente provechosas en Polonia y Japón, Kolbe fue arrestado por la
Gestapo y enviado al campo de concentración de Auschwitz. Antes de su arresto
sus hermanos franciscanos le habían suplicado que se ocultara. Dijo que
agradecía su preocupación cariñosa pero no podía seguir su consejo. Más tarde
explicó por qué: “Tengo una misión: la Inmaculada tiene una misión que
cumplir”.30 Esa misión se cumplió la víspera de la fiesta de la Asunción de
María al Cielo, cuando después de haber ofrecido tomar el lugar de un
prisionero condenado a la inanición, los Nazis impacientes acabaron con Kolbe
con una inyección letal. Así murió San Maximiliano como un mártir de la caridad
y recibió la segunda corona de su Inmaculada.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Concédeme la pureza
de cuerpo y alma y ayúdame a morir a mí mismo.
DÍA 9 ¿Quién
eres, oh Inmaculada Concepción? (Primera Parte)
Ayer cuando mencioné el arresto de San Maximiliano por
la Gestapo, omití un detalle relevante que será importante para la reflexión de
hoy: dos horas antes de su arresto el futuro santo escribió la observación
teológica más importante de su vida. Fue nada menos que la respuesta que lo
había eludido por tantos años, la respuesta a la pregunta en la que había reflexionado
una y otra vez desde los primeros días de su vida religiosa: “¿Quién eres, oh
Inmaculada Concepción?” En la reflexión de hoy, empezaremos a interpretar este
documento excepcional, pero antes hagamos una pausa para rezar una oración
silenciosa a la Inmaculada pidiéndole la gracia para recibir la sabiduría de
Kolbe.
El documento comienza así:
• “INMACULADA
CONCEPCIÓN: estas palabras salieron de la boca de la Inmaculada misma; por eso
deben indicar con la máxima precisión y en lo esencial quién es Ella. …¿Quién
eres, oh Inmaculada Concepción?
Buena pregunta
pero todavía sin respuesta. A continuación Kolbe señala un punto clave: en las
apariciones en Lourdes, María no se identificó a Bernardita como “concebida sin
pecado” sino que declaró: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Esto parece ser un
problema. Después de todo, María fue concebida inmaculadamente. En otras
palabras, por medio de una gracia especial de Dios, fue concebida en el vientre
de su madre, Santa Ana, preservada de toda mancha del pecado original en
previsión de los méritos de su Hijo. Entonces, ¿por qué habla tan raro? ¿Por
qué hace de la gracia recibida en el momento de su concepción su propio nombre?
¿No es esto como si se divinizara ella misma? Obviamente María no es Dios.
Kolbe luchó con este aparente “problema de divinidad” durante décadas y lo
llevó a la siguiente solución.
La Inmaculada Concepción es divina. Pero no estoy
hablando de María. Es el Espíritu Santo. En otras palabras, Kolbe creyó que hay
dos “Inmaculadas Concepciones”: María y el Espíritu Santo. María es la
Inmaculada Concepción creada y el Espíritu Santo es la Inmaculada Concepción
increada. En otras palabras, antes de que hubiera la Inmaculada Concepción
creada (María) existe desde toda la eternidad la Inmaculada Concepción
increada, el Único que desde toda la eternidad “procede” de Dios Padre y de
Dios Hijo como una concepción increada de Amor y es “el prototipo de cualquier
concepción de vida en el universo”. Entonces “el Padre genera, el Hijo es
generado, el Espíritu Santo procede, y esta es su esencia, por la cual se
distinguen uno del otro”.
Ahora bien, el Espíritu Santo es una “concepción” en
el sentido de ser la Vida y el Amor que surge del amor del Padre y del Hijo –
en cierto modo es análogo a la concepción de hijos que “surgen” del amor entre
marido y mujer. El Espíritu Santo es una “inmaculada” concepción porque siendo
Dios, obvia- mente, no tiene pecado. Y finalmente, el Espíritu Santo es una
concepción “eterna e increada” porque, de nuevo, es Dios.
Bueno, con esto concluimos la enseñanza de Kolbe de
que el Espíritu Santo es la Inmaculada Concepción. Pero ¿por qué María se
identifica a sí misma con el mismo nombre? Esta pregunta la dejaremos para
mañana.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Revélame el
significado de la Inmaculada Concepción
DÍA 10 ¿Quién eres, oh Inmaculada Concepción?
(Segunda Parte)
Entonces, el Espíritu Santo es la Inmaculada
Concepción increada y María es la Inmaculada Concepción creada. ¿Por qué no lo
hacemos más fácil diciendo simplemente que el Espíritu Santo es la Inmaculada
Concepción y que María fue inmaculada- mente concebida?
Nuevamente, todo esto es a causa de Lourdes. ¡Culpa a
Santa Bernardita!
Hablando en serio, debemos agradecer mucho a Santa
Bernardita y a San Maximiliano porque su fidelidad a la gracia ha abierto para
nosotros una verdad gloriosa que respalda toda la teología de la consagración
mariana. Esta verdad tiene que ver con la unión entre el Espíritu Santo y
María. Kolbe lo explica en un pasaje largo y difícil pero increíblemente rico y
digno de reflexión profunda:
• ¿De
qué clase es esta unión? Ante todo, interior, es la unión de su ser con el ser
del Espíritu Santo. El Espíritu Santo habita en Ella, vive en Ella, y eso desde
el primer instante de su existencia, siempre y para la eternidad.
• ¿En
qué consiste esta vida del Espíritu Santo en Ella? Él mismo es amor en Ella, el
amor del Padre y del Hijo, el amor con que Dios se ama a sí mismo, el amor de
toda la Santísima Trinidad, un amor fecundo, una concepción. En las semejanzas
creadas la unión de amor es la más íntima. La Sagrada Escritura afirma que
serán dos en una sola carne [cfr. Gn 2,24] y Jesús sub- raya: “Así que ya no
son dos, sino una sola carne” [Mt 19,6]. De una manera sin comparación más
rigurosa, más interior, más esencial, el Espíritu Santo vive en el alma de la
Inmaculada, en su ser, y la fecunda y eso desde el primer instante de su
existencia, para toda la vida, es decir, para siempre.
Esta Concepción Inmaculada Increada concibe
inmaculadamente la vida divina en el seno de su alma [de María], su Inmaculada
Concepción. También para Él está reservado el vientre virginal de su cuerpo,
que concibe en el tiempo – como todo lo material sucede en el tiempo – también
la vida divina del Hombre-Dios.
... Si entre las criaturas una esposa recibe el nombre
del esposo por el hecho de que le pertenece, se une a él, se hace semejante a
él y, en unión con él, se convierte en factor creador de vida, con más motivo
el nombre del Espíritu Santo, “Inmaculada Concepción”, es el nombre de Aquella
en la que Él vive de un amor que es fecundo en toda la economía sobrenatural.
A la luz de este pasaje extraordinario me gustaría
hacer tres observaciones. Primero, reflexiona sobre ello otra vez, profunda y
devotamente. Mientras lo haces, no olvides que estas son las palabras de
despedida de uno de los más grandes santos marianos de la historia, dando
respuesta a la pregunta a la cual había dedicado toda su vida y sus energías.
Segundo, si parece que Kolbe exagera un poco hablando de María y su unión con
el Espíritu Santo, no te preocupes. El Papa Pablo VI se esmeró mucho para
asegurar a los fieles que la enseñanza de Kolbe es sólida.36 Tercero, si te
quedas con una sola cosa de este pasaje exigente, que sea ésta: María es la
Esposa del Espíritu Santo. De hecho, su unión con el Espíritu Santo es más
profunda que lo que entendemos por relación conyugal. Vamos a seguir este hilo
mañana.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Revélame el significado de la Inmaculada
Concepción
DÍA 11 La Inmaculada siempre hace la voluntad de
Dios, a la perfección
Ayer aprendimos sobre la unión íntima entre el
Espíritu Santo y María; entre la Inmaculada Concepción increada y la creada.
Podemos pensar: “eso es hermoso, pero ¿qué se desprende de ahí?”. Lo siguiente:
que María hace la voluntad de Dios a la perfección – y esto es algo muy
importante. Demos un paso hacia atrás para ver el panorama general de la
realidad y poner esto en contexto.
Según
Santo Tomás de Aquino, toda la creación hace un gran movimiento circular que
parte de Dios y regresa a Dios, al que los teólogos llaman “Círculo del Ser”.
Aquino escribe:
• En la salida de las criaturas a partir
del primer principio se considera un cierto proceso circular o de retorno, en
cuanto que todas las cosas vuelven, como al fin, a aquello de lo que habían
salido como del principio.
• ... Como hemos sido creados mediante
el Hijo y el Espíritu Santo, así también, por ellos, estaremos unidos en el fin
último
Ahora
bien, San Maximiliano Kolbe, como buen teólogo que fue, describe de manera
parecida el cuadro general de la realidad. Comienza señalando nuestra propia
experiencia del mundo:
• En el universo encontramos siempre una
acción y una reacción...una ida y un regreso, un alejamiento y un acercamiento,
una división y una unificación. Pero la división está siempre ordenada a la
unificación, que es creativa. Eso no es sino una imagen de la Santísima
Trinidad en la actividad de las criaturas.
Lo que Kolbe describe aquí es así realmente. Es la
estructura del cosmos. Todo ha salido de Dios y está volviendo a Dios, con
mayor o menor perfección. Este movimiento es denominado a veces como la gran
“Salida-Retorno”. Y si bien Kolbe utiliza el término “separación” en lugar de
“salida”, tiene la misma idea:
• Dios
crea el universo y esta acción es en cierto modo una separación. A través de la
ley natural recibida por Dios las criaturas por su parte se perfeccionan, se
hacen semejantes a este Dios, regresan a Él; las criaturas racionales lo aman
conscientemente y se unen cada vez más a Él por medio de ese amor, regresan a
Él. Kolbe piensa que entre todas las criaturas del universo la Inmaculada
merece una mención especial:
• La
criatura totalmente llena de este amor, de divinidad, es la Inmaculada, sin
mancha de pecado, Aquella que nunca se apartó en nada de la voluntad divina.
Ella está unida de manera inefable al Espíritu Santo, por el hecho de que es su
Esposa, pero lo es en un sentido incomparablemente más perfecto del que ese
término puede expresar en las criaturas.
Reflexionemos sobre esta visión de la
realidad por un momento. Primero, todo procede de Dios. Piensa en toda la
creación. Dios habla y ésta procede de Él. Luego, las plantas y los animales,
cumpliendo con sus naturalezas, vuelven a Dios, siendo aquello para lo que
fueron creados. Lo hacen sin pensar ni deliberar y con cierta facilidad. Esto
sucede gracias a una especie de automatismo instintivo. En cambio, los seres
humanos somos diferentes. Aunque hay momentos en que actuamos por instinto,
también actuamos de un modo diferente a los animales. Actuamos por medio de la
razón y de la voluntad y estamos conscientes al hacerlo, presentes ante
nosotros mismos al actuar. Esto es lo que significa estar hecho a imagen de
Dios: Podemos conocer a Dios y amarlo. Y mientras que los animales hacen la
voluntad de Dios por instinto, nosotros podemos hacer su voluntad libre y
conscientemente.
El problema es que abusamos de la libertad que Dios
nos dio. No siempre elegimos su voluntad y por tanto no volvemos a Él como
deberíamos. Pecamos. Y si pecamos gravemente sin arrepentirnos por completo,
entonces, no llegamos a Dios. Esta es la gran tragedia de la vida humana. ¡Pero
alabado sea Dios! Porque envió a su único Hijo y el poder de su Espíritu para
salvarnos, para llevarnos de regreso a la casa de nuestro Padre en el Cielo. Y
agradezcamos a Dios que después de la caída de la raza humana hizo una criatura
concebida sin pecado, que se conforma libre y perfectamente a su voluntad, pues
está perfectamente unida al Espíritu Santo. Ella nos ayuda a nosotros, pobres
pecadores, a lo largo del camino. Nos ayuda a superar la tragedia del pecado.
Nos conduce a hacer la voluntad de Dios, volver a Dios y llegar a ser santos.
Mañana escucharemos más sobre esto.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Renueva la faz de la tierra para que
toda la creación pueda volver a Dios Padre.
DÍA 12 ¿Quiénes son ustedes, oh Santos benditos de
Dios?
San Maximiliano solía dar conferencias espirituales a
los nuevos miembros de su comunidad religiosa, los novicios. Un día les enseñó
una lección que nunca olvidarían: “Cómo llegar a ser un Santo”. El futuro santo
comenzó por decir a su audiencia que la santidad no es tan difícil de alcanzar.
Es el resultado de una simple ecuación, la cual escribió en una pizarra: “V + v
= S”. La “V” significa la voluntad Divina. La “v” significa nuestras
voluntades. Cuando las dos voluntades están unidas resulta la Santidad.
Esta lección no fue sólo para los novicios. Kolbe la
repitió una y otra vez en diferentes maneras a toda la comunidad. En Polonia,
Kolbe había fundado el monasterio franciscano más grande del mundo, al que
llamó Niepokolanow (“Ciudad de la Inmaculada”), y continuamente animaba a los
más de 600 frailes a ser santos soldados para Dios bajo el liderazgo de María
Inmaculada. ¿Por qué bajo María Inmaculada? Porque entre todas las criaturas
sólo ella hace perfectamente la voluntad de Dios. Por lo tanto, cuando nuestras
voluntadas están unidas a la de ella, necesariamente están unidas a la voluntad
de Dios. Estos son sólo dos de los innumerables ejemplos con los que Kolbe expresó
este concepto muy importante:
• La
Inmaculada es el límite último entre Dios y la creación. Ella es una imagen
fiel de la perfección de Dios, de su santidad. El grado de perfección depende
de la unión de nuestra voluntad con la vol- untad de Dios. Cuanto mayor es la
perfección, más íntima es la unión. Ya que la Santísima Virgen superó con su
perfección a todos los ángeles y santos, por eso también su voluntad está unida
e identificada de la manera más profunda con la voluntad de Dios. Ella vive y
obra únicamente en Dios y por medio de Dios. Así pues, por el hecho de cumplir
la voluntad de la Inmaculada, estamos cumpliendo la voluntad de Dios. Afirmando
que queremos cumplir únicamente la voluntad de la Inmaculada, no disminuimos de
ningún modo la gloria de Dios, sino que la acrecentamos, ya que de tal modo
reconocemos y adoramos la omnipo- tencia de Dios, que dio la existencia a una
criatura tan sublime y perfecta. De la misma manera, cuando nos quedamos
extasiados ante una hermosa escultura, con eso mismo estamos alabando y
admirando el genio del artista.
• Ser
uno en la voluntad de María, mujer del gran fiat, el único ser humano cuya
voluntad jamás se desvió de la de Dios, quiere decir estar perfectamente unido
a la voluntad de Dios. Y es esta conformidad de la voluntad de ustedes con la
de Dios el apremiante compromiso de sus vidas. Hacer la voluntad de Dios no es
fácil – salvo que tengamos la ayuda de la Inmaculada: “Ofrécete enteramente a
ella… y así podrás superar fácilmente todas las dificultades y… te harás santo,
un gran santo”. La meta principal de Kolbe fue ser santo. Literalmente. En las
notas del retiro espiritual previo a su ordenación sacerdotal hizo una lista de
sus metas espirituales. La primera meta dice: “Deseo ser santo y un gran
santo”. Sabía que la Inmaculada lo ayudaría e incluso le haría más fácil el
camino hacia la gran santidad.
¿Cómo facilita María la santidad? Vimos muchas razones
la semana pasada durante nuestra reflexión final sobre la enseñanza de San Luis
de Montfort. Pero Kolbe enfatizó otra razón por la cual María hace fácil la
santidad. Tiene que ver con su papel de Mediadora de todas las Gracias, una
idea expresada por él en su fórmula para la consagración mariana: “Dios quiso
confiar la entera economía de la misericordia” a María.
Es la voluntad de Dios que ella distribuya todas sus
gracias. ¿Por qué? Porque es la voluntad de Dios unirse a María por su Espíritu
Santo: “El Espíritu Santo actúa únicamente a través de la Inmaculada, su
Esposa. Por consiguiente, Ella es la Mediadora de todas las gracias del
Espíritu Santo”.
Y por tanto, es “fácil” llegar a ser santo cuando
estamos cerca y pedimos gracias a aquella cuyo trabajo es distribuirlas para
Dios.
Podemos entender mejor la idea de María como Mediadora
de la Gracia si examinamos su imagen en la Medalla Milagrosa la cual nos llega
debido a sus apariciones a Santa Catalina Labouré. Esta imagen conmovió
profundamente a Kolbe porque representa a María sobre un globo con rayos de luz
(las gracias) saliendo de los anillos de sus dedos. Durante una de las
apariciones, Catalina vio que los rayos no salieron de todos los anillos de
María. María explicó que los rayos y gracias estaban disponibles, pero no
llegaron a la gente porque nadie se los pidió. El modo de proceder de Kolbe no es
sólo pedir estas gracias, sino también permitir que María nos tome
completamente en sus manos para hacernos instrumentos de estas mismas gracias
para todo el mundo.
Mañana aprenderemos más sobre este modo de proceder.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Une mi voluntad a la voluntad de la
Inmaculada, la cual es una con la tuya.
DÍA 13 Ser un instrumento – más bien, ser
instrumentos
De nuevo, San Maximiliano no sólo quería
pedirle gracias a la Inmaculada. Quería ser las gracias de la Inmaculada. No
sólo quería hacer la voluntad de la Inmaculada. Quería ser la voluntad de la
Inmaculada. Espera un momento – ¿ser las gracias y la voluntad de la
Inmaculada? ¿No es demasiado? No, según el razonamiento de Kolbe. Pensó:
“Bueno, si las personas pueden entregarse a Satanás para ser poseídos por él y
ser sus instrumentos de maldad, ¿por qué no pueden entregarse a Dios para ser
poseídos por Él y ser sus instrumentos de amor?” Además, razonó que la Inmaculada
es más “poseída” por el Espíritu Santo que cualquier otra persona. Entonces,
¿por qué no pedir ser “poseído” por ella, para estar perfectamente unido a la
voluntad de Dios? En otras palabras, para Kolbe no era suficiente ser el
“esclavo” de María como lo expresó a menudo San Luis de Montfort. Quería algo
más profundo. Quería ser un instrumento en las manos de la Inmaculada.
Ser un instrumento en las manos de la Inmaculada. Esta
es la idea central de toda la visión kolbiana de la consagración mariana. Por
tanto, la incorpora en su oración de consagración pidiendo ser “un instrumento
útil en tus manos inmaculadas y misericordiosísimas”. ¿Con qué fin? La
conversión del mundo entero.
¡Vamos! Kolbe se deja llevar demasiado, ¿no es cierto?
Después de todo, ¿qué puede hacer un solo hombre? Pero esto nos lleva a su
punto principal, a su estrategia general. Su propio papel no era la única parte
de su plan maestro. De hecho, quería levantar a todo un ejército de valientes
caballeros y soldados entregados para ser instrumentos en las manos llenas de
gracias de la Inmaculada. Quería construir una “Milicia Inmaculada”, la cual
describe como sigue:
• Se llama también “Milicia”,
“Caballería”, ya que los que se consagran a la Inmaculada de modo tan completo
desean hacer hincapié en la intención de borrar cualquier limitación no sólo en
lo referente a la extensión, sino también en lo que respecta a la intensidad de
esa consagración; desean así poner de manifiesto su voluntad de arder cada vez
más de amor hacia Ella, para difundirlo también cada vez más en el ambiente que
les rodea, alumbrar con su resplandor y enfervorizar con su entusiasmo al mayor
número posible de almas que de una manera u otra se acercan a ellos; como
caballeros desean conquistar para la Inmaculada, y lo más pronto posible, el
mundo entero y a cada una de las almas sin excepción.
¡Qué genialidad! Considera la lógica brillante que
apoya la estrategia entera de Kolbe: si de veras amamos a Dios, si de verdad
deseamos trabajar por su reino, entonces deberíamos encontrar la vía más rápida
y fácil para llegar a ser santos y de esta manera volver a Él. Ahora bien, la
forma más rápida y fácil de hacer esto – como aprendimos de San Luis de
Montfort – es la consagración mariana.
Pero Kolbe lo lleva un paso más allá: no se limitó a
sí mismo. No se guardó el gran secreto de hacer santos. Míralo de esta manera:
¿Qué es mejor, un santo o dos? ¿Mil santos o un millón? Piensa en lo que
podrían hacer un millón de santos consagrados a María. Imagina que María tuviera
un millón de instrumentos por medio de los cuales pudiera cumplir la voluntad
perfecta de Dios. Es un pensamiento asombroso. Por tanto, Kolbe exclama:
“¡Enséñales a los demás este camino! ¡Conquista a más almas para la
Inmaculada!” Si esta es la vía más rápida y fácil para llegar a ser santo,
entonces también es la vía más rápida y fácil de conquistar a todo el mundo
para Cristo, si sólo lo enseñamos a los demás.
Así que Kolbe dice: “¡Vamos a trabajar!” Sí, empecemos
por aprender a vivir esta consagración nosotros mismos y después atraer a los
demás.
Bueno, primero lo más importante. Necesitamos aprender
a vivir esta consagración a la Inmaculada. Necesitamos “borrar cualquier
limitación”. ¿Cómo lo hacemos? Es sencillo. Aprendemos a amar a la Inmaculada. ¿Cómo?
Dependiendo de su poderosa intercesión, sintiendo su atención tierna,
hablándole con el corazón, permitiendo que nos guíe, recurriendo a ella para
todo y confiando completamente en ella. Sí debemos confiar especialmente en la
Inmaculada y estar felices en ella. Debemos seguir el ejemplo de Kolbe, contado
por uno de sus hermanos religiosos:
• Cuando
las cosas… marchaban bien, se regocijaba de todo corazón con todos, y agradecía
ferviente- mente a la Inmaculada por las gracias recibidas por su intercesión.
Cuando las cosas iban mal, seguía contento y solía decir: “¿Por qué hemos de
estar tristes? ¿No sabe acaso la Inmaculada, nuestra Madrecita, todo lo que
está pasando?”
Mañana aprenderemos más sobre la fórmula kolbiana de
consagración a “nuestra Madrecita”. Hoy vamos a concluir reflexionando sobre
sus palabras: “Mis queridos, queridos Hermanos, nuestra querida Madrecita,
María Inmaculada, puede hacerlo todo por nosotros. Nosotros somos sus hijos.
Diríjanse a ella. Ella triunfará en todo”.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Prepárame para ser
un instrumento digno en las manos de la Inmaculada.
DÍA 14 La Consagración de Kolbe
Para concluir las reflexiones de esta
semana sobre la enseñanza de San Maximiliano acerca de la consagración mariana,
será beneficioso conocer su propia oración de consagración. Ahora vamos a
examinarla en sus tres partes:
(1) una
invocación,
(2) una
súplica a María para que nos reciba como propiedad suya,
(3) una súplica
a María pidiéndole que nos utilice para ganar a otras almas para ella
La
oración comienza con una invocación:
• Oh
Inmaculada, Reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y Madre
nuestra amorosísima, a quien Dios quiso confiar la entera economía de la
misericordia.
Aquí tenemos el título favorito de Kolbe para María,
la “Inmaculada”. Como sabemos por su aparición en Lourdes, esta es su
identidad. Para Kolbe es su identidad más importante porque subraya su unión
íntima con el Espíritu Santo. Esta invocación también incorpora otra parte de
la identidad de María: Madre. María es la madre más humilde, dulce, tierna y
cariñosa. Finalmente, Kolbe alude aquí a otro de sus títulos favoritos, a
saber, Mediadora de todas las Gracias. Pues a María “Dios quiso confiar la
entera economía de la misericordia”.
La segunda parte de la oración de consagración expresa una
súplica para que María nos reciba como propiedad suya:
• Yo,
indigno pecador, me postro a tus pies suplicándote humildemente que aceptes
todo mi ser como cosa y propiedad tuya, y hagas lo que desees de todas las
facultades de mi alma y de mi cuerpo, de toda mi vida, muerte y eternidad.
Recuerda que de Montfort en su fórmula de consagración
amplió y detalló lo que entregaba a María: su cuerpo, su alma, sus bienes y
méritos, etc. Kolbe tiene la misma intención que de Montfort pero lo simplifica
al expresar el don de sí mismo a María con una declaración concisa: “Que
aceptes todo mi ser”. A la inversa, mientras que de Montfort describe el propósito
de su consagración con una simple frase sumaria, “a la mayor gloria de Dios”,
es Kolbe quien lo amplía y detalla. Así, en la tercera parte de su oración de
consagración Kolbe describe el propósito de su ofrenda no simplemente “a la
mayor gloria de Dios” sino de la siguiente manera:
• Dispón,
si quieres, de todo mi ser sin ninguna reserva, para que se cumpla lo que fue
dicho de ti:
• “Ella te aplastará la cabeza”, así
como: “Tú sola has destruido todas las herejías en el mundo entero”, a fin de que
en tus manos inmaculadas y misericordiosísimas yo llegue a ser un instrumento
útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas extraviadas e
indiferentes y difundir así todo lo posible el bendito reino del Sagradísimo
Corazón de Jesús. Donde tú entras, en efecto, obtienes la gracia de la
conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del Corazón
dulcísimo de Jesús para nosotros nos llega a través de tus manos.
Fácilmente se puede pasar por alto la audacia de la
primera oración, pero cuando la asimilamos, su audacia puede ser asombrosa.
¡Kolbe le está pidiendo a María que lo utilice para derrotar el reino de
Satanás! Tal vez retrocede (un poco) en su increíble ambición cuando dice que
quiere ser utilizado para ayudar a difundir “todo lo posible el bendito reino
del Sagradísimo Corazón de Jesús”. Aun así, su audacia es increíble. Quiere que
María lo utilice como su instrumento – tanto como sea posible – para aplastar a Satanás y extender el reino
de Dios, el reino del amor del Corazón de Jesús.
Es interesante que Kolbe se concentre en el Corazón de
Jesús mencionándolo dos veces. No es un capricho pasajero. Por ejemplo, aparece
de nuevo cuando da el lema de su ejército de Caballeros de la Inmaculada, la
Milicia Inmaculada: “Nuestro único estímulo es el amor al Santísimo Corazón de
Jesús, a fin de unir a Él, a través de la Inmaculada, al mayor número posible
de almas”. Aprenderemos más sobre el Corazón de Jesús como la meta más perfecta
para nuestras vidas espirituales cuando reflexionemos la próxima semana sobre
la Beata Madre Teresa y sus enseñanzas.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Prepárame para
entregar todo a la Inmaculada por el Reino de Dios.
TERCERA SEMANA Santa Madre Teresa
Esta semana nos
enfocaremos en el ejemplo y las palabras de una tercera gran maestra de la
consagración mariana: Santa Madre Teresa de Calcuta. Ella se destaca por la
forma en que pone la consagración mariana en contexto. En otras palabras, mientras
que de Montfort y Kolbe nos aportan los detalles principales de la consagración
mariana, la Madre Teresa nos ayuda a apreciarla con la amplia perspectiva de
una relación muy íntima con Cristo. Aunque no empezaremos reflexionando sobre
su devoción a María, ese momento vendrá pronto.
*DÍA 15 Amante del Corazón de Jesús*
¿Quién es la Santa Madre Teresa de Calcuta? Ella es
fácil de entender. Lo único que necesitamos saber son dos palabras: “Tengo
sed”. Estas palabras del Corazón de Jesús, dichas desde su agonía en la Cruz,
fueron la entera preocupación de la Madre Teresa, su todo – y lo mismo se
podría decir de Nuestra Señora. El deseo más profundo tanto del corazón de
Madre Teresa como del corazón de la Madre de Dios es saciar la sed de amor y de
almas que tiene el Corazón de Jesús. En este sentido la vida de la Madre Teresa
es una revelación del Corazón de María y presenta una de las expresiones más
ricas de la consagración mariana. Reflexionaremos sobre los detalles de esta
revelación y ejemplo en los días que siguen, pero antes contemplemos una
panorámica general de su vida.
La parroquia de origen de la Madre Teresa en su
Macedonia natal se llamaba, convenientemente, “Sagrado Corazón”.
Convenientemente, porque tal como ella dijo, “Desde mi infancia el Corazón de
Jesús ha sido mi primer amor”. Este amor podría haber empezado cuando, a la
edad de 5 años, recibió el Corazón Eucarístico de Jesús por primera vez. En esa
ocasión experimentó la sed ardiente de almas del Señor mismo. Con los años esta
sed creció y floreció, y a la edad de 12 surgió la convicción de que Dios la
llamaba a ser misionera. Cuando tenía 18 años, entró en el Instituto de la
Bienaventurada Virgen María (la Congregación de Loreto) y solicitó ir a las
misiones de Bengala, India, adonde fue enviada el siguiente año. Después de un
año de noviciado, la asignaron a la comunidad de Loreto en Calcuta para dar
clases en la Escuela Media Bengalí de Santa María para niñas. La nueva hermana
serviría allí por más de una década y media.
Los años que la Madre Teresa pasó en la escuela de
Santa María fueron felices. De hecho, fue tan generosa con el Señor que con el
permiso de su director espiritual hizo un voto extraordinario: no negar nada a
Jesús. Cinco años después, Jesús puso a prueba en grande ese voto. El 10 de
septiembre de 1946, en un tren en camino a su retiro anual, la hermana de 36
años experimentó lo que describió como “la llamada dentro de la llamada”. Los
detalles de esta llamada se aclararon en las semanas y meses siguientes
mediante un aluvión de experiencias místicas, incluyendo las visiones. En el
centro de esta llamada se encontraban la sed ardiente que Jesús tiene de amor y
de almas y un pedido a Teresa: fundar la congregación religiosa de las
Misioneras de la Caridad. Respecto a esto último, como para recordarle el voto
que había hecho, Jesús continuó diciéndole: “¿Te negarás?”
La Madre Teresa no le negó nada al Señor. Después del
retiro, habló con su director espiritual y, con su permiso, contactó al obispo.
Cuando el obispo dudó en aprobar sus planes, le escribió: “No se retrase,
Excelencia, no lo aplace. ... Quitémosle al Corazón de Jesús Su continuo
sufrimiento”. En la misma carta, repitió esta idea: “Llevemos alegría al
Corazón de Jesús, y apartemos esos terribles sufrimientos de Su Corazón”.
Finalmente, el obispo dio su aprobación y la Madre fundó las Misioneras de la
Caridad cuyo propósito general es el siguiente: “saciar la sed de Jesucristo en
la Cruz de Amor y de Almas”.
Desde el principio de la nueva congregación la Madre
Teresa comenzó a experimentar una “oscuridad tan terrible” en su alma “como si
todo estuviera muerto”. A veces le parecía insoportable, y frecuentemente se
hallaba a sí misma al borde de la desesperación. En 1961 recibió una luz en
esta oscuridad. Después de una conversación con un sacerdote santo, se dio
cuenta de que su anhelo doloroso era, en realidad, una participación en la sed
de Jesús: “Por primera vez en estos once años he llegado a amar la oscuridad.
Pues ahora creo que es una parte, una muy, muy pequeña parte de la oscuridad y
del dolor de Jesús en la tierra”.61 La experiencia de oscuridad y anhelo
doloroso continuó para Teresa hasta el fin de su vida. Encontró el valor para
perseverar porque, como dijo su director espiritual, se dio cuenta de que la
oscuridad era, en realidad, un “vínculo misterioso” que la unía al Corazón de
Jesús.
• El
sufrimiento tiene que venir porque si ustedes miran la cruz, Él tiene su cabeza
inclinada hacia abajo – quiere besarlos – y Él tiene ambas manos completamente extendidas
– quiere abrazarlos. Él tiene su corazón totalmente abierto para recibirlos.
Entonces cuando se sientan miserables miren hacia la cruz y sabrán lo que está
ocurriendo. El sufrimiento, dolor, pesar, humillación, sentimientos de soledad,
no son sino el beso de Jesús, la señal de que ustedes se han acercado tanto,
que Él puede besarlos. Una vez le dije esto a una dama que sufría mucho. Ella
contestó: “Pídale a Jesús que no me bese, que deje de besarme”. Ese sufrimiento
tiene que venir tal como vino a la vida de Nuestra Señora, y tal como vino a la
vida de Jesús, tiene que venir también a sus vidas. Pero nunca pon- gan caras
de tristeza. El sufrimiento es un regalo de Dios. Es un vínculo interno entre
ustedes y Jesús.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Ayúdame a encontrar
el amor del Corazón de Jesús oculto en la oscuridad.
DÍA 16 El don que Dios me concedió el 10 de
septiembre
Con respecto a nuestra reflexión de ayer sobre la
visión general de la vida de la Madre Teresa, recuerda que un evento clave
cambió todo: “la llamada dentro de la llamada” del 10 de septiembre, la
experiencia de la sed que Jesús tiene de amor y de almas. Durante muchos años
la Madre Teresa no habló de esta experiencia con nadie salvo con su director espiritual.
Más tarde, cuatro años antes de su muerte, el 25 de marzo de 1993, después de
leer un mensaje Cuaresmal del Papa Juan Pablo II sobre las palabras “Tengo
sed”,64 se sintió motivada a revelar su secreto en una carta dirigida a sus
Misioneras de la Caridad. Dado que esta carta parece revelar el corazón de la
Madre Teresa más que cualquier otra cosa, la citaré ahora en detalle, y
constituirá toda nuestra reflexión de hoy:
• Después
de leer la Carta del Santo Padre sobre “Tengo Sed”, quedé muy impactada. No
puedo decirles lo que sentí. Su carta me hizo comprender más que nunca lo
hermosa que es nuestra vocación.
… Estamos recordando al mundo que Él está sediento, lo
cual es algo que había sido olvidado. … La carta del Santo Padre es una señal…
para nuestra Sociedad entera, para adentrarnos más en esta gran Sed que Jesús
tiene de cada uno. También es una señal para Madre de que ha llegado el tiempo
de hablar más abiertamente del don que Dios me concedió el 10 de septiembre,
para explicar completamente, tanto como puedo, lo que significa para mí la Sed
de Jesús. …
Jesús quiere que les diga de nuevo… cuánto amor les
tiene a cada uno de ustedes, más allá de todo lo que puedan imaginar. Me
preocupa que algunos de ustedes no hayan encontrado a Jesús en realidad, uno a
uno, Jesús y tú a solas. Podremos pasar tiempo en la capilla, pero ¿han visto
con los ojos del alma como los mira con amor? ¿Conocen realmente al Jesús vivo?
No por los libros sino por estar con Él en su corazón.
¿Han escuchado las amorosas palabras que les dirige?
Pidan la gracia, Él está anhelando otorgársela. Hasta que puedan escuchar a
Jesús en el silencio de sus propios
corazones no podrán escucharle decir “Tengo Sed” en los corazones de los
pobres. Jamás dejen este contacto diario e íntimo con Jesús como una persona
realmente viva, no sólo con una idea. ¿Cómo podemos durar un solo día sin oír a
Jesús decir, “Te amo”? Imposible. Nuestra alma lo necesita tanto como nuestro
cuerpo necesita respirar aire. Si no, la oración está muerta, la meditación es
tan solo pensamiento. Jesús
desea que cada uno lo escuchemos hablándonos en el silencio de nuestros
corazones.
Tengan cuidado de todo lo que pueda interferir con el
contacto personal con Jesús vivo. El diablo puede tratar de usar las heridas de
la vida y algunas veces nuestros propios errores, para hacernos sentir que es
imposible que Jesús realmente nos ame, que realmente está uniéndose a ti. Este
es un peligro para todos nosotros. Y es tan triste, porque es completa- mente
opuesto a lo que Jesús quiere en realidad y está esperando decirte: no sólo que
te ama, sino más aún, que esta anhelándote. Que añora que estés con Él. Él
tiene sed de ti. Que te ama siempre, incluso cuando no te sientes digno. Cuando
no eres aceptado por los demás, incluso por ti mismo, Él es quien te acepta
siempre. Hijos míos, no deben de ser diferentes para que Jesús los ame. Tan
sólo crean; tú eres precioso para Él. Deja todos tus sufrimientos a Sus pies y
sólo abre tu corazón para ser amado por Él así tal como eres. Él hará el resto.
Todos ustedes saben en su mente que Jesús los ama, en
cambio en esta carta, Madre quiere tocar sus corazones.… Es por eso que les
pido que lean esta carta frente al Santísimo Sacramento, en el mismo lugar
donde fue escrita, para que Jesús mismo pueda hablarles a cada uno.
… Sus palabras en la pared de cada capilla MC, no
pertenecen al pasado sino que están vivas aquí y ahora y están siendo dirigidas
a ti. ¿Lo creen? Si es así, podrás escuchar, podrás sentir Su presencia.
Permitan que sea algo tan íntimo para cada uno de ustedes como lo es para
Madre, ésta es la alegría más grande que ustedes pueden darme. Madre tratará de
ayudarlos a entender, pero es el mismo Jesús quien debe decirles “Tengo Sed”.
Escucha tu propio nombre, no sólo una vez; escúchalo a diario. Si lo escuchan
con sus corazones, oirán, entenderán.
¿Por qué dice Jesús “Tengo Sed”? ¿Qué es quiere decir?
Algo tan difícil de explicar en palabras; si has de recordar algo de la carta
de Madre recuerda esto: “Tengo Sed” es algo mucho más profundo que Jesús
diciendo sencillamente “Te amo”. Hasta que sepas en lo profundo que Jesús está
sediento de ti, no puedes siquiera comenzar a saber quien quiere ser para ti o
quien quiere que seas tú para El.
… Nuestra Señora fue la primera persona que escuchó el
clamor de Jesús “Tengo Sed” junto con San Juan, y estoy segura que María
Magdalena también. Puesto que ella estuvo ahí en el Calvario, conoce qué tan
real, qué tan profundo es su anhelo por ti y por los pobres. ¿Lo sabemos? ¿Lo
sientes como ella? Pídele que te enseñe…. Su papel es el de ponerte cara a
cara, como a Juan y a Magdalena, con el amor en el corazón de Jesús
crucificado. Primero fue Nuestra Señora suplicándole a Madre, es ahora Madre,
quien en su nombre te suplica a ti: “escucha la Sed de Jesús”. Que sea para
cada uno… una Palabra de Vida.
¿Cómo nos acercamos a la Sed de Jesús? Sólo un
secreto: mientras más te aproximes a Jesús mejor conocerás Su Sed.
“Arrepiéntete y cree” nos dice Jesús. ¿De qué tenemos que arrepentirnos? De
nuestra indiferencia, de nuestra dureza de corazón. ¿Qué tenemos que creer? Que
Jesús tiene sed aún ahora, en nuestro corazón y en los pobres. Él conoce
nuestra debilidad, quiere solamente nuestro amor, quiere solamente la
oportunidad de amarte. Él no está atado por el tiempo. Cada vez que nos
acercamos a Él, nos asociamos con Nuestra Señora, con San Juan, con Magdalena.
Escúchenlo. Escuchen su propio nombre; y haz que mi alegría y la tuya sean
completas.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María. Ayúdame a escuchar la sed de Jesús.
DÍA 17 Las visiones de 1947
Varios meses después de sentir por primera vez su
“llamada dentro de la llamada”, la Madre Teresa experimentó tres visiones que
profundizaron esa llamada. En la primera visión vio una gran muchedumbre de
todo tipo de personas que incluyó a los muy pobres y a los niños. Las personas
de la muchedumbre tenían las manos levantadas hacia ella y exclamaban: “Ven,
ven, sálvanos – llévanos a Jesús”.
En la segunda visión, la misma gran muchedumbre estaba
allí y esta vez la Madre Teresa podía ver el dolor inmenso en sus rostros.
Aunque no podía ver el rostro de María, podía escuchar lo que decía: “Cuida de
ellos – son míos. – Llévaselos a Jesús – tráeles a Jesús. – No temas”.67
En la tercera visión la misma gran muchedumbre estaba
allí otra vez, pero cubierta de tinieblas. No obstante, Teresa podía verla. En
ese lugar Jesús estaba colgado en la Cruz y Nuestra Señora estaba a poca
distancia. Teresa, como niña, estaba justo enfrente de María. La mano izquierda
de María se posaba sobre el hombro izquierdo de Teresa y su mano derecha tenía
el brazo derecho de Teresa. Ambas miraban a la Cruz y Jesús le dijo a Teresa:
• "Te lo he pedido. Ellos te lo han
pedido y ella, Mi Madre, te lo ha pedido. ¿Te negarás a hacer esto por Mí –
cuidar de ellos, traérmelos?"
Fíjate en el papel de Nuestra Señora en estas
visiones. Está allí ayudándole a Teresa a escuchar el deseo del Corazón del
Señor y a ver el sufrimiento de la muchedumbre. Está allí como una Madre con su
“niña”, dirigiéndose a Jesús y a la muchedumbre a la vez. Le da consuelo y
apoyo a Teresa, tal como lo hizo con San Juan al pie de la Cruz. El Padre
Joseph Langford, MC, cofundador de los Padres Misioneros de la Caridad,
reflexiona sobre el significado de estas visiones:
• Sin
Nuestra Señora estaremos… solos ante las cruces de la vida, ajenos a Jesús
entre nosotros. En tiempos de prueba, nos encontramos a menudo como los pobres
en la visión de la Madre Teresa, rodeados de oscuridad, ignorantes de que Jesús
está ahí, entre nosotros. Sin la fidelidad que Nuestra Señora ofreció a… la
Madre Teresa, el mundo no habría oído hoy esas palabras [“Tengo sed”], ni las
habría visto vividas hasta el final.
Resulta que Nuestra Señora estuvo especialmente
presente para la Madre Teresa no sólo durante estas visiones sino también
durante la gracia original del 10 de septiembre. En el quincuagésimo
aniversario de ese día bendito, Madre Teresa compartió algo nuevo: “Si Nuestra
Señora no hubiera estado allí aquel día, nunca habría sabido a qué se refería
Jesús cuando dijo: “Tengo sed”.70 ¿Qué quiso decir Teresa? Lo que quiso decir
sale a la luz cuando reflexionamos de nuevo sobre la dimensión mariana de la
carta del 25 de marzo sobre “Tengo sed”:
• …
Nuestra Señora fue la primera persona que escuchó el clamor de Jesús “Tengo
sed” junto con San Juan, y estoy segura que María Magdalena también. Puesto que
ella estuvo ahí en el Calvario, conoce qué tan real, qué tan profundo es su
anhelo por ti y por los pobres.
¿Lo sabemos? ¿Lo sientes como Ella? Pídele que te
enseñe…. Su papel es el de ponerte cara a cara, como a Juan y a Magdalena, con
el amor en el corazón de Jesús crucificado. Primero fue Nuestra Señora
suplicándole a Madre, es ahora Madre, quien en su nombre te suplica a ti:
“escucha la Sed de Jesús”.
Este pasaje llega al corazón de la relación de la
Madre Teresa con María y nada la resume mejor que esta magnífica frase: Su
papel es el de ponerte cara a cara… con el amor en el corazón de Jesús
crucificado.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Ponme cara a cara
con el amor en el Corazón de Jesús crucificado.
DÍA 18 El Inmaculado Corazón de María
El papel de María es ponernos cara a cara con el amor
en el Corazón de Jesús crucificado. Pero ¿qué pasa si estamos ahí con Él “cara
a cara” y no nos sentimos conmovidos? ¿O si estamos ante un crucifijo
reflexionando sobre la Pasión del Señor y sentimos poco o nada? ¿Qué pasa si
nuestros corazones se endurecen debido a nuestros pecados? Esto sucede. Todos
pecamos y el pecado endurece el corazón. Más allá de nuestros pecados, la
aridez y la desolación igualmente acontecen. Cualquiera que sea la razón,
nuestros corazones pueden ser fríos e insensibles, y esto puede ser un
problema. Gracias a Dios, aquella que tiene un corazón perfecto, inmaculado y
sin pecado nos ayudará. Nos dará su corazón compasivo. ¡Incluso nos permitirá
vivir en su corazón! Si sólo le damos el nuestro.
Durante nuestra semana con San Luis de Montfort
aprendimos que cuando nos consagramos a María le damos todo nuestro ser y María
nos da todo el suyo. El énfasis de esa semana estuvo puesto en los méritos: si
damos nuestros méritos a María, ella nos da los suyos. Es una cosa maravillosa.
Sin embargo, el énfasis de la Madre Teresa en todo esto es un poco diferente.
Su enfoque es el corazón. En otras palabras, su versión de una consagración
total a María se centra en una especie de intercambio de corazones: le damos a
María nuestros corazones y ella nos da su Inmaculado Corazón. Para la Madre
Teresa, este regalo del corazón de María mediante la consagración significa
esencialmente dos cosas expresadas por dos oraciones sencillas: “Préstame tu
corazón” y “Llévame en tu purísimo Corazón”.
Primero, “Préstame tu corazón”. Con esta oración la
Madre Teresa le pide a Nuestra Señora que le dé el amor de su corazón. En otras
palabras, dice: “María, ayúdame a amar con el amor perfecto de tu Inmaculado
Corazón”. Recuerda que el afán de la Madre Teresa fue saciar la sed de Jesús
por amor y lo quiso hacer de la mejor manera. ¿Qué mejor manera de amar a Jesús
que con el Inmaculado Corazón perfecto y humilde de su madre? Aquí, la Madre
Teresa encontró el secreto de vivir su vocación al máximo: “María, préstame tu
Inmaculado Corazón”.
Pero ¿puede darnos María su corazón? Por supuesto,
hay algo piadosamente poético en esta
idea. Pero hay mucho de verdad en esto. Cuando, a menudo, la Madre Teresa le
decía a María, “Préstame tu corazón”, lo decía en serio. ¿Supuso que le quitarían
ese órgano de su cuerpo y que María bajaría del cielo para darle el suyo? Claro
que no. El órgano físico del corazón es símbolo de una realidad espiritual más
profunda. “El corazón” se refiere a la vida interior de la persona y a la sede
del Espíritu Santo. El Espíritu Santo. Llegamos ahora al corazón del corazón de
nuestro tema.
Recuerda nuestra semana con San Maximiliano Kolbe y
cómo enfatizó el vínculo entre el Espíritu Santo y María. Dijo que María es la
esposa del Espíritu Santo y que su unión va aún más profundo que la unión entre
esposos. Y avanzó diciendo cosas como ésta: “El Espíritu Santo actúa únicamente
a través de la Inmaculada, su Esposa. Por consiguiente, Ella es la Mediadora de
todas las gracias del Espíritu Santo”.71 Entonces, si queremos amar completa,
ardiente y perfectamente a Jesús – tal como la Madre Teresa – necesitamos de su
Espíritu de Amor, y María Inmaculada lo trae a nosotros. Oremos: “María,
préstame tu Corazón. Tráenos al Espíritu. Ora para que nuestros corazones
endurecidos ardan en amor por Jesús. Ayúdanos a encender nuestros corazones con
amor por Él”.
La segunda oración es “Llévame en tu purísimo
Corazón”. O en su forma más completa uno reza: “Inmaculado Corazón de María,
llévame en tu purísimo Corazón, para que pueda agradar a Jesús a través de ti,
en ti y contigo”.72 Es la parte más profunda de la consagración mariana de la
Madre Teresa. ¡No sólo está pidiendo que el corazón de María viva en ella, sino
también vivir en el corazón de María! Entonces, es una oración para amar a
Jesús a través de María, en María y con María. No se trata simplemente de que
María nos preste su corazón, hay algo más. Para entenderlo y vivirlo se
requiere una dependencia afectuosa y una unión profunda con María. Pasado
mañana trataremos lo que esto significa y cómo realizarlo. Mañana aprenderemos
más sobre la actitud del corazón de María.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Guárdame en su Purísimo e Inmaculado
Corazón.
DÍA 19 Oración contemplativa de
corazón
¿Estás listo para tu consagración a María? Si no, ¡prepárate!
Como dije al principio, después del Día de Consagración todo cambia. Despunta
un amanecer gloriosamente nuevo en nuestras vidas espirituales. Efectivamente,
cuando damos a María nuestro “sí”, ella empieza a arreglar todos los eventos y
detalles de nuestras vidas en formas muy bellas, tiernas y cariñosas. Por lo
tanto, necesitamos prepararnos. Específicamente, necesitamos prepararnos para
reconocer la multitud de misericordias que vendrán a nosotros a través de su
Esposo el Espíritu Santo.
A menudo no reconocemos los muchos regalos que Dios
nos concede en nuestra vida cotidiana. Lo que sí reconocemos son los fastidios
y las cargas, las dificultades y las molestias de cada día. Nos llaman la
atención. Nos mueven a quejarnos. Nos ponen de mal humor y nos consumen la
energía. ¿No sería una tragedia si, después de empezar a recibir aún más
regalos y gracias a través de nuestra consagración, no cambiáramos esta actitud
negativa? Sí, sería trágico. Por lo tanto, necesitamos prepararnos y la Madre
Teresa nos ayudará.
La Madre Teresa vivió en algunos de los ambientes más
pobres del mundo. Tuvo que soportar el calor abrasador, el mal aliento, las
salas mal ventiladas, la fatiga persistente, las responsabilidades
interminables, la comida desabrida, las camas duras, el mal olor corporal, los
baños con agua fría y una profunda aridez espiritual. Pero a pesar de todo
esto, irradiaba alegría. Sonreía. Se maravillaba de las buenas cosas que Dios
hacía en su vida y en las vidas de los demás y meditaba sobre los incontables
detalles cariñosos arreglados por Nuestra Señora. Como veía y reconocía todo
esto, no se quejaba.
¿Cómo desarrolló la Madre Teresa esa sensibilidad
espiritual y esa actitud de gratitud? ¿Cuál fue su secreto? Fueron dos cosas.
Primero, siguió el ejemplo de María quien siempre “con- servaba estas cosas”
que Dios hacía en su vida y “las meditaba en su corazón” (ver Lucas 2:19, 51).
Por supuesto, como la Madre Teresa, María también vivía en pobreza y
seguramente cargaba con su parte de oscuridad en la oración. Pero también
encontraba a Dios en los detalles, meditaba sobre su bondad en su corazón y
respondía con la alabanza: “¡Proclama mi alma la grandeza del Señor!” (Lc.
1,46). De hecho, alababa y agradecía a Dios por todo, porque encontraba a Dios
en todas las cosas y meditaba en su corazón sus muchos signos de amor.
Segundo, la Madre Teresa siguió el ejemplo de San
Ignacio de Loyola, el santo soldado y maestro de oración práctica.
Específicamente, practicó su método de hacer el examen de conciencia diario en
el cual uno revisa su día, al final de la jornada, en la presencia del Señor.
Al contrario de lo que la gente piensa, el examen no es simplemente una lista
detallada de pecados. De hecho, Ignacio ordena a las personas que pasen la
mayor parte del tiempo reflexionando no sobre los pecados, sino sobre las
bendiciones del día. En realidad es un ejercicio de reconocimiento de las
buenas cosas que Dios hace en nuestras vidas y cómo respondemos, o no, a su
amor. Es una imitación de la actitud de María en su oración contemplativa de
corazón.
Dios siempre nos colma de amor y misericordia de
muchas maneras. Es importante que empecemos a reconocer estas bendiciones y
agradecérselas. Especialmente, porque esta lluvia de bendiciones se convertirá
en un torrente de gracia una vez que nos consagremos a María. Así que
preparémonos. Recordemos que, según la Madre Teresa, una manera importante de
vivir nuestra consagración es reconocer y meditar las bendiciones de Dios, con
María, en las profundidades de nuestros corazones. Esta oración contemplativa
de corazón nos lleva a alabar y agradecer, y estas alabanzas y agradecimientos
nos encienden de amor divino.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Ayúdame a reconocer
y meditar en mi corazón todo el bien que me haces.
DÍA 20 Una Alianza de Consagración
Ayer dije que necesitamos prepararnos para nuestra
consagración a María aprendiendo a reconocer todas las bendiciones que
comenzarán a llegarnos. Hoy vamos a hacer un pequeño cambio de enfoque. Nos
prepararemos para el Día de Consagración reflexionando sobre la seriedad del
compromiso de la consagración mariana. Es una parte importante de nuestra
preparación porque cuanto más seriamente lo tomemos, más seriamente lo tomará
la Madre de Dios. Hoy la Madre Teresa nos será de mucha ayuda ya que tomó muy
en serio su propia consagración a María.
Parte de la razón por la cual la Madre Teresa tomó tan
en serio su consagración tuvo que ver con sus raíces culturales albanesas. Una
palabra clave en esta cultura es “besa”. Literal- mente significa “fe” pero el
significado más completo es “palabra de honor” y “cumplir lo prometido”. La
Madre Teresa explica:
• Besa significa que, aunque usted haya
matado a mi padre y la policía le esté buscando, si yo le he dado mi palabra,
aunque la policía me mate, no revelaré su nombre.
En otras palabras, desde la perspectiva de la Madre
Teresa, si das tu palabra a alguien, te das a ti mismo. Ciertamente, besa tiene
la característica sagrada de un voto, un juramento o una alianza. Reflexionemos
sobre esa última palabra “alianza”. Así es como describe la Madre Teresa su
consagración a María. Esta palabra tiene un rico significado bíblico: Describe
el vínculo personal entre Dios y su pueblo a lo largo de la historia de la salvación.
Tal vínculo es más que un contrato, como lo explica Scott Hahn, erudito de las
Sagradas Escrituras:
• Se
puede encontrar una gran diferencia entre los contratos y las alianzas por sus
formas muy distintivas de intercambio. Un contrato es un intercambio de
propiedad en forma de bienes y servicios (“Esta es tuya y aquellos son míos”);
mientras que una alianza exige el intercambio de personas (“Yo soy tuyo y tú
eres mío”), creando un vínculo compartido de comunión interpersonal.
Otro rasgo de una alianza es que involucra
tradicionalmente ciertos derechos y obligaciones. Por ejemplo, en la alianza
matrimonial el marido y la mujer tienen el derecho de gozar uno del otro en el
abrazo esponsal de amor generoso, pero tienen también la obligación de cuidarse
y sostenerse mutua- mente “en las buenas y en las malas”. La Madre Teresa
entendió también su “Alianza de Consagración” con María como algo que le daba
ciertos derechos y obligaciones, y comunicó esta espiritualidad mariana a su
familia religiosa, las Misioneras de la Caridad.
El Padre Joseph Langford, MC, inspirado por la
enseñanza de la Madre Teresa sobre la Alianza de Consagración, explica con
detalle los derechos y obligaciones de una Misionera de la Caridad en su
relación con María, enumerando 12 derechos y deberes en correspondencia. La
lista empieza, significativamente, con María y su deber de “donar su espíritu y
su corazón” y termina con cada Misionera de la Caridad y su “derecho” a entrar
en el corazón de María y a compartir la vida interior de María. Así, los dos
márgenes de esta alianza con María son las dos oraciones de la Madre Teresa que
hemos aprendido más temprano: “Préstame tu corazón” y “Llévame en tu purísimo
Corazón”. Todo lo que hay en medio son, simplemente, los términos de la relación.
Vamos a concluir, entonces, reflexionando sobre la
Alianza Mariana de las Misioneras de la Caridad, empezando con su párrafo
introductorio:
• Llevado
por el ardiente deseo de vivir contigo en la más íntima unión posible en esta
vida, para alcanzar la unión con tu Hijo con más seguridad y plenitud, prometo
vivir el espíritu y los términos de la siguiente Alianza de Consagración todo
lo fiel y generosamente que pueda.
DEBERES DE
MARÍA
1. Donar su espíritu y su corazón.
2. Poseerme, protegerme y transformarme
3. Receptividad a su espíritu.
4. Compartir su experiencia de oración y alabanza.
5. Encargarse de mi santificación.
6. Encargarse de todo lo que me ocurra.
7. Compartir sus virtudes conmigo.
8. Atender mis necesidades espirituales y materiales.
9. Unión con su corazón.
10. Purificarme a mí y mis acciones.
11. Derecho a disponer de mí, de mis oraciones,
intercesiones y gracias.
12. Total libertad en mí y a mi alrededor, como desee
en todas las cosas.
MIS DEBERES
1. Entrega total de todo lo que tengo y soy.
2. Absoluta dependencia de ella.
3. Inspirarme, guiarme e iluminarme.
4. Fidelidad a la oración.
5. Confianza en su intercesión.
6. Aceptación de todo lo que venga de ella.
7. Imitar su espíritu.
8. Recurrir a ella constantemente.
9. Recordar su presencia.
10. Pureza de intención: negación de uno mismo.
11. Derecho a valerme de ella y de las energías en
aras del reino.
12. Derecho a entrar en su corazón, a compartir su
vida interior.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Ayúdame a hacer fervientemente una
Alianza de Consagración con María.
DÍA 21 ‘Sea usted ese alguien’ (con María)
En caso de que la lista de 12 deberes de ayer nos haya
abrumado, hoy vamos a enfocarnos en una manera más simple de recordar la
esencia de la consagración de Madre Teresa a María: “Sea usted ese alguien”. O,
más específicamente, “Sea usted ese alguien, con María”. ¿Qué quiere decir
esto? La clave viene de un versículo del Ofertorio (Sal 69:21) de la Misa de la
Fiesta del Sagrado Corazón:
• El oprobio me ha roto el corazón y
desfallezco. Espero compasión, y no la hay; consoladores y no encuentro
ninguno.
La Madre Teresa responde, “Sea usted ese
alguien”, alguien que consuela a Jesús saciándole en su ardiente sed de amor.
Escribe:
• Díganle
a Jesús: “Yo seré quien sacie Su sed”. Yo le consolaré, le alentaré y le amaré.
... Estén con Jesús. Él rezó y rezó, y después fue en busca de consuelo, pero
no lo había. ... Yo siempre escribo esa frase: “Busqué quien que me consolara,
pero no encontré a nadie”. Después escribo: “Sea usted ese alguien”. Entonces
ahora sean ustedes “ese alguien”. Traten de ser quien puede compartir con Él,
confortarle, consolarle. Y pidámosle a Nuestra Señora que nos ayude a
comprender.
Esa última frase es clave. Necesitamos a
Nuestra Señora para ayudarnos a entender la sed de Jesús. Es ella la que le
consuela mejor. Es la esposa del Consolador, del Espíritu Santo. A través de
María, el Espíritu Santo puede ayudarnos a entender lo que significa consolar
al Corazón de Jesús:
• Tratemos
de manera particular de llegar a estar lo más cerca del Corazón de Jesús que
puede el corazón humano y tratemos de entender todo lo posible el terrible
sufrimiento de Jesús, que Le causan nuestros pecados y Su sed de nuestro amor.
... Gracias a Dios estaba allí Nuestra Señora para entender plenamente la sed
de amor de Jesús. Ella tuvo que responder inmediatamente: “Sacio Tu sed con mi
amor y el sufrimiento de mi corazón”.
Sí, podemos dar gracias a Dios por
Nuestra Señora. Nos enseña a “ser ese alguien” al lado de ella, consolando a
Jesús en el Calvario. Nos ayuda a decir a Jesús sin tardar: “Jesús, sacio Tu
sed”. Pero ¿qué significa exactamente esto? ¿Qué significa saciar la sed de
Jesús? Son dos cosas: consolar a Jesús, a la Cabeza de su Cuerpo Místico y
consolarlo en los miembros de su Cuerpo.
¿Cómo consolamos a Jesús, a la Cabeza
del Cuerpo? Siendo apóstoles de alegría, es decir “consolar al Sagrado Corazón
de Jesús mediante la alegría” y lo hacemos especialmente con la alegría de
María. Pues la Madre Teresa continúa diciendo: “Por favor, pídale a Nuestra
Señora que me dé su corazón”.80 María es la que, a pesar de su propia prueba de
oscuridad, alaba y da gracias a Dios por todo, le sonríe y lo consuela con su
amor. Es sencillo y hermoso. Madre lo resume con sus tres virtudes
características: la entrega total a Dios, la confianza amorosa y la alegría
perfecta. En principio es ser como un niño, con María, sonriendo a Jesús y
amándolo desde el pie de la Cruz.
Ahora, ¿cómo consolamos a Jesús en los
miembros de su Cuerpo? Reconociendo su sed. Todos tienen sed: ricos y pobres,
jóvenes y mayores, creyentes y no creyentes. Cada persona tiene un corazón
inquieto, pues el hombre es una sed inquieta. Consolar a Jesús en los demás es
responder a su sufrimiento, especialmente a ese sufrimiento más profundo y
universal: la sed del amor. Debemos responder a esta sed en los demás no con
indiferencia sino con una sonrisa dulce que dice: “Me alegra que tú existas, y
yo también entiendo el dolor de la sed”. Madre Teresa explica:
• El
mayor mal es la falta de amor y de caridad, esta terrible indiferencia hacia el
prójimo.... La gente hoy tiene hambre de amor, de este amor comprensivo, que es
mucho mayor y que es la única respuesta a la soledad y a la gran pobreza.81
Aceptando su propia sed (con la ayuda de
María) y no huyendo de ella, la Madre Teresa pudo entender la sed de los demás
– tanto la de Jesús en la Cruz como la de Jesús en su prójimo – y se convirtió
en apóstol de misericordia y alegría: una verdadera misionera de la caridad.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Ayúdame a “ser ese
alguien” para consolar a Jesús con María.
CUARTA SEMANA SAN JUAN PABLO II
Durante esta cuarta y última semana nos enfocaremos en
el ejemplo y en las palabras de otro gran maestro de la consagración mariana:
San Juan Pablo II. “El Papa más mariano”, como ha sido llamado, ahondó
profundamente la comprensión de la Iglesia sobre la consagración mariana.
Tomando como base el proyecto del Segundo Concilio Vaticano, nos proporciona un
tratamiento rigurosamente bíblico de la consagración mariana – a la que también
refiere como a una “confiada entrega” – y se concentra en la idea de que el
papel de María es conducirnos al interior del misterio del amor redentor de
Cristo y a la consagración de uno mismo al Padre.
DÍA 22 El don de misericordia de
María
En 1917, mientras la Primera Guerra Mundial seguía su
curso, la Bienaventurada Virgen María se apareció a tres niños pastores en
Fátima, Portugal. Les dijo que la guerra terminaría, pero si la gente no se
convertía seguiría una guerra peor y Rusia esparciría sus errores por el mundo
provocando más guerras, már- tires y persecuciones contra la Iglesia. Para
impedir esto, María pidió que el Santo Padre consagrara a Rusia a su Inmaculado
Corazón y que la gente comulgara cinco sábados seguidos como reparación. Al
final, dijo, triunfaría su Inmaculado Corazón.
Es interesante que María mencionara a Rusia. En aquel
tiempo esto fue causa de confusión. ¿Rusia? ¿La Santa Rusia? ¿Qué errores
esparciría por el mundo este país cristiano? ¿Y cómo podría ejercer tal
influencia una Rusia tan pobre? (En ese momento de la historia, la revolución
soviética estaba aún en pañales; aún no se había establecido el régimen
comunista y totalitario y ateo).
Después de que María hizo su profecía sobre Rusia, los
niños tuvieron una visión de un “obispo vestido de blanco”, que pensaron era el
Papa. Con gran aflicción vieron que él sufriría mucho y luego lo matarían a
tiros. Los niños describieron lo que habían visto sólo a las autoridades de la
Iglesia, quienes decidieron no revelarlo al público. Esto llegó a conocerse
como el último “secreto” de Fátima.
Ahora bien, la primera aparición de Nuestra Señora de
Fátima ocurrió el 13 de mayo de 1917 a las cinco de la tarde. Exactamente 64
años después, el día 13 de mayo de 1981, un pequeño jeep sin techo entró en la
Plaza de San Pedro, trans- portando al Papa Juan Pablo II, quien afectuosamente
recibió a los peregrinos congregados allí. En un momento, el jeep se detuvo
para que el Papa recibiera a una niña en sus brazos. Después de devolvérsela a
sus jubilosos padres, el jeep siguió su curso entre una multitud de peregrinos
que saludaban y aplaudían. De repente, un hombre armado disparó dos tiros al
Papa a corta distancia. La primera bala le rozó el codo. La segunda le dio en
el abdomen y rebotó desgarrando los intestinos y atravesando el colon.
Milagrosamente la bala no alcanzó la principal artería abdominal por una décima
de pulgada. Si hubiera sido golpeada o apenas rozada, Juan Pablo habría muerto
desan- grado camino al hospital. Dándose cuenta de esta bendición, el Papa dijo
que “una mano disparó y otra condujo la bala”.
¿Cuál mano guió la bala? Juan Pablo cree que fue la
mano de Nuestra Señora de Fátima (no olvidó el aniversario del 13 de mayo). De
hecho, después del incidente pidió el sobre que contenía el último secreto de
Fátima, aquel que hablaba del “obispo vestido de blanco”. Luego, con Fátima
ocupando su mente, pensó consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María lo
más pronto posible y se puso a componer un acto de consagración, el cual rezó
solemnemente pocas semanas después. Incluso antes de esto, una semana después
del atentado, repitió su consagración personal a María durante un discurso
grabado para los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro: “A ti, María, te
repito: Totus tuus ego sum”.
El 25 de marzo de 1984, en la Plaza de San Pedro, ante
la estatua oficial de Nuestra Señora de Fátima transportada por avión para la
ocasión, Juan Pablo hizo un acto más solemne de entrega del mundo al Inmaculado
Corazón de María. Concluyó la oración con las siguientes palabras:
Permite que sea revelado, una vez más en la historia
del mundo, el infinito poder salvador de la Redención:
¡El poder del Amor misericordioso! ¡Que ponga un alto
a la maldad! ¡Que transforme las conciencias! ¡Que tu Inmaculado Corazón revele
para todos la luz de la Esperanza!
Después de enterarse del solemne acto de entrega del
Papa, Sor Lucía, la única sobreviviente de los tres videntes de Fátima, declaró
que aquello había satisfecho totalmente el pedido original de Nuestra Señora.
Cinco años más tarde, el horroroso régimen totalitario soviético que había
aterrorizado a millones de personas de repente llegó a su fin.
El Papa no descansó con esa victoria. El que una vez
había llamado “siglo de lágrimas” estaba lejos de haber concluido. Para hacer
frente al mal y la injusticia presentes en el mundo, proclamó enérgicamente con
creciente frecuencia, el poder salvador del “Amor misericordioso”. Sus
esfuerzos para promover este mensaje culminaron con el establecimiento, el año
2000, del Domingo de la Divina Misericordia como fiesta universal en la
Iglesia, y también con un solemne Acto de Consagración del mundo a la Divina
Misericordia en 2002. Tres años después de esta consagración, el gran Papa
mariano, el gran Papa de la Misericordia, murió en un Primer Sábado, víspera
del Domingo de la Divina Misericordia. María le había salvado la vida en el
amanecer de su pontificado para que, a través de él, su divino Hijo condujera a
la Iglesia hacia la victoria de la Misericordia y el triunfo de su Inmaculado
Corazón.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.¡Ten misericordia de nosotros y del mundo entero!
DÍA 23 Mediación maternal
Como uno de nuestros guías para el Día de
Consagración, San Juan Pablo II es un triple regalo. No solamente es un santo
mariano, como los otros tres guías; no solamente es brillante y rigurosamente
capacitado en teología, como de Montfort y Kolbe; sino que también es un Papa.
Por tanto sus palabras llevan la autoridad magisterial del sucesor de San
Pedro... ¡y el peso autoritativo de un Concilio Ecuménico! Bueno, esto es
verdad en el sentido de que sus enseñanzas sobre la Madre de Dios están
profundamente arraigadas en la Mariología autoritativa del Concilio Vaticano
II.
Debido a esta dependencia del Concilio, antes de
examinar la enseñanza de Juan Pablo sobre la consagración mariana veamos lo que
el Concilio dice sobre María. (Mañana empezaremos a reflexionar sobre cómo Juan
Pablo construye en base a la enseñanza del Concilio Vaticano II).
Uno puede encontrar las principales enseñanzas
marianas del Concilio Vaticano II en el último capítulo de la Constitución
Dogmática sobre la Iglesia, conocida por su título en latín Lumen Gentium. El
corazón de estas enseñanzas tiene que ver con lo que usualmente se denomina
“mediación maternal” de María. La mediación maternal significa básicamente que
María es nuestra madre espiritual (de ahí lo “maternal”) quien nos asiste desde
el cielo con sus oraciones y cuidado maternal para llevarnos a Dios (de ahí la
“mediación”). Mientras que el término “maternal” debe sonarle conocido,
“mediación” puede requerir de una explicación.
Un mediador es alguien que se interpone entre dos
personas con el fin de unirlas. Así, Jesucristo es mediador. Él es quien,
después de la caída del hombre, se interpone entre Dios y la humanidad perdida
para admitirnos de nuevo a la comunión con Dios. Y sólo hay uno, como San Pablo
aclara: “Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los
hombres, el hombre Cristo Jesús” (1 Tim. 2,5).
Si hay un solo mediador entre Dios y el hombre y si
ese único mediador es Jesucristo, ¿por qué define el Concilio Vaticano II a
María como mediadora? Porque Dios es generoso. En otras palabras, Jesús no
retiene para Él solo la función de mediador. Quiere que María – y no sólo María
sino todos los cristianos – participen en su única mediación, aunque de forma
subordinada. Por ejemplo, cada uno de nosotros participa en la única mediación
de Cristo cuando rezamos unos por otros “en Cristo”. Mencioné algo similar en
la introducción cuando escribí que Dios quiere que todos participemos en su
obra de salvación. También mencioné allí que María tiene un papel excepcionalmente
importante en esta obra. Otra vez, de acuerdo con el Vaticano II, este rol
especial se encuentra encerrado en la expresión “mediación maternal”.
Entre las criaturas, el papel de María en la continua
obra de salvación es por mucho la más importante. Se le dio un papel tan
importante no por “una necesidad ineludible” de parte de Dios sino por su
“divino beneplácito”.84 Otra vez vemos la generosidad de Dios al incluirnos en
la obra de redención, a nosotros, las mismas criaturas a las que vino a redimir.
El siguiente pasaje de Lumen Gentium resume la cooperación de María en esta
obra, tanto cuando estuvo en la tierra como ahora que está en el cielo:
- La Santísima Virgen fue en la tierra la Madre
excelsa del divino Redentor, compañera singular- mente generosa entre todas las
demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo,
engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo
con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la
obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad
con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra
madre en el orden de la gracia.
- Esta maternidad de María en la economía de gracia
perdura sin cesar desde el momento del asen- timiento que prestó fielmente en
la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz hasta la
consumación perpetua de todos los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha
dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa
obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de
los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y hallan en peligros y ansiedad
hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima
Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora,
Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que
nada reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.
Así, mientras estuvo en la tierra, María cooperó con
el plan divino de salvación de manera “singularmente generosa entre todas las
demás criaturas”, particularmente al dar a luz y cuidar a Jesús. Ahora en el
cielo, María todavía coopera de manera especial en el plan salvador de Dios. A
través de su “múltiple intercesión” y “amor materno”, nos trae la gracia, la
misericordia y “los dones de la salvación eterna”. Mañana comenzaremos a ver
cómo Juan Pablo desarrolla esta enseñanza sobre la maternidad de María en el
orden de la gracia. Por ahora, podemos reflexionar sobre este gran regalo de
Dios: María es nuestra madre espiritual cuya tarea divina es criarnos con amor,
regalos y gracias que nos llegan a través de sus tiernas oraciones.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Llena mi corazón de alabanzas a Dios por
haberme dado a María como Madre espiritual.
DÍA 24 Retiro de María (Primer Día)
Durante este retiro, hemos contemplado con el corazón ciertas
verdades de nuestra fe que están relacionadas con la consagración mariana. Uno
podría decir que estamos en una especie de “peregrinación de fe” que nos
conduce al Día de Consagración. También María, durante su vida terrenal, estuvo
en una especie de retiro y peregrinación de fe. También reflexionó en su
corazón diferentes verdades que están relacionadas con la consagración mariana.
Después de todo, no descubrió de golpe su vocación de ser madre espiritual y
mediadora.
Como
nosotros, María necesitó caminar por fe mientras reflexionaba en su corazón.
Ella también necesitó un tiempo de preparación respecto a su papel especial
como nuestra “madre en el orden de la gracia”.
Debido a que la
mediación maternal de María es tan fundamental para una apropiada comprensión
de la consagración mariana, vamos a pasar los próximos días haciendo un retiro
dentro de nuestro retiro. Lo haremos examinando el retiro de María. En otras
palabras, vamos a acompañar a María a lo largo del camino que Dios le señaló
para descubrir poco a poco su vocación de ser nuestra madre espiritual y mediadora.
En cierta forma, el
retiro de María comienza en la Anunciación. Mediante su “sí” a Dios, su “fiat”,
aceptó su vocación de ser la madre de Jesús. Pero ¿sabía también que aceptaba
la llamada de ser la madre espiritual de todos los cristianos? No lo sé. Lo que
sé es que todo el misterio de la Anunciación dio a María algo asombroso para
contemplar, y sucede que ese algo está profundamente relacionado con la
consagración y entrega a María. Lo pongo de este modo:
¿Quién fue la
primera persona que se entregó a María? No fue San Luis de Montfort. Fue Dios
Padre. Juan Pablo explica: “Conviene reconocer que, antes que nadie, Dios
mismo, el eterno Padre, se entregó a la Virgen de Nazaret, dándole su propio
Hijo en el misterio de la Encarnación”.86 María seguramente se maravilló de
este acto de humildad de parte de Dios. Al maravillarse de ello y contemplarlo,
¿pudo haber empezado a tener una idea de que Dios desearía más tarde, que las
personas a quienes vino a redimir siguieran su ejemplo?
María tuvo muchas
otras cosas que contemplar durante su preparación para ser aún más totalmente
nuestra madre en el orden de la gracia. Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos
y Lucas) ofrecen varios puntos de reflexión que hablan de la maternidad
espiritual de María. Mira, por ejemplo, el pasaje del Evangelio de Marcos
(3,31-35), en donde los primos de María y Jesús están afuera, queriendo ver a
Jesús, y por tanto mandan a buscarlo y lo llaman. Jesús responde con una
pregunta: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Luego, mirando a los que
están sentados a su alrededor, dice: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque
todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre”.
Al dar esta
respuesta, ¿se mostró Jesús como un mal hijo? No. Fue exactamente la clase de
hijo que su Padre quería que fuera. Al mismo tiempo, preparó a su madre para
ser la persona que Él quería que fuera. Específicamente, le reveló el nuevo
vínculo filial del reino que va más allá de los lazos carnales. En otras
palabras, señaló la primacía del espíritu sobre la carne, la primacía de la
paternidad sobrenatural de Dios sobre la paternidad (o maternidad) de la
humanidad. Es probable que María captara de inmediato algo de lo que Jesús
intentaba enseñarle. Después de todo, por años había meditado en su corazón
otra extraña respuesta de Jesús, la que dio cuando lo encontró en el Templo
después de tres días de buscarlo con angustia: “¿No sabían que yo debo ocuparme
de los asuntos de mi Padre?” (Lc. 2,49).
Durante su
ministerio público, Jesús estaba ciertamente muy interesado en los asuntos de
su Padre. Ahora bien, un aspecto clave de estos asuntos era preparar a su madre
para su nuevo papel en el Reino de Dios. Jesús sabía que “en la dimensión del
reino de Dios, en la esfera de la paternidad de Dios mismo”, la maternidad de
María “adquiere un significado diverso”. En las palabras de Marcos que leímos
antes, Jesús indica este significado: “todo el que hace la voluntad de Dios es
hermano mío y hermana y madre”. Podemos estar seguros que María meditó esto en
su corazón y que se dio cuenta que a través de estas palabras Jesús no la
rechazaba sino que la preparaba.
¿Podemos estar
seguros de que Jesús no rechazaba a María? Sí, podemos. Aun si las palabras de
Jesús suenan como si estuviera rechazándola, no es así. Al contrario, si
consideramos un pasaje similar del Evangelio de Lucas (11,27-28), queda claro
que Jesús bendice a su madre. En este otro pasaje, “una mujer levantó la voz de
entre la multitud” y dijo a Jesús, “¡Feliz la que te dio a luz y te crió!”.
Jesús responde de manera similar a lo que leímos en Marcos: “¡Felices, pues,
los que escuchan la palabra de Dios y la observan!”. Al leerlo por primera vez
puede parecer una reprimenda a María. Pero no lo es. Después de todo, ¿quién escuchó
y observó la palabra de Dios mejor que María? Nadie. Por tanto, Jesús realmente
bendice a su madre y ella se daría cuenta de ello.
María es una mujer
increíblemente perceptiva y prestaba especial atención a cada palabra y acción
de Jesús. No se le escapaban las sutilezas de sus enseñanzas, y progresivamente
llegó a estar consciente del misterio en gestación de su propia maternidad
excepcional:
A medida que se
esclarecía ante sus ojos y ante su espíritu la misión del Hijo, ella misma como
Madre se abría cada vez más a aquella “novedad” de la maternidad, que debía
constituir su “papel” junto al Hijo. ¿No había dicho desde el comienzo: “He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”? (Lc. 1:38). Por
medio de la fe María seguía oyendo y meditando aquella palabra... . María madre
se convertía así, en cierto sentido, en la primera “discípula” de su Hijo, la
primera a la cual parecía decir: “Sígueme”... .
Qué alegría debía
ser para Jesús tener a una discípula que lo entendía perfectamente. ¡Qué consuelo
para su Corazón encontrar tal receptividad a la Palabra de Dios!
Mañana
reflexionaremos más sobre la receptividad de María y cómo le llevó a descubrir
otro aspecto de su “papel” al lado de su hijo en su obra de salvación. Este
papel ciertamente involucra, como Juan Pablo escribió, una “novedad de la
maternidad”. Así, en Caná veremos que da a luz a la fe de los discípulos de
Jesús propiciando su primer milagro, que acontece gracias a su receptividad
maternal de la necesidad humana.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Ayúdame a ser fiel a
la oración contemplativa de corazón, así como María.
DÍA 25 Retiro de María (Segundo Día)
Ayer comenzamos un “retiro dentro de nuestro retiro”
al entrar en el retiro de María. En otras palabras, empezamos a contemplar la
forma en que Jesús preparó a María para entender y abrazar enteramente su nuevo
papel materno en el Reino de Dios. Hoy continuamos este retiro en las bodas de
Caná, donde la mediación maternal de María brilla gloriosamente. Repasemos la
escena (Jn. 2,1-12).
La madre de Jesús está presente en la fiesta de bodas
y Jesús y sus discípulos también están invitados – supuestamente gracias a
María. Les falta vino. María se da cuenta y le avisa a su Hijo: “No tienen
vino”. Jesús parece reprenderla: “¿Qué quieres de mí, Mujer? Aún no ha llegado
mi hora”. Sin embargo, María dice a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga”.
Los sirvientes siguen las órdenes de Jesús y llenan los recipientes de piedra
con agua. Luego el agua se convierte en vino y los discípulos creen.
Meditemos en profundidad el comentario de Juan Pablo
sobre esta escena. Sus palabras llegan al corazón del papel de María en
nuestras vidas y explican por qué debemos intentar consagrarnos a ella:
• En
Caná se delinea ya con bastante claridad la nueva dimensión, el nuevo sentido
de la maternidad de María. … Es una nueva maternidad según el espíritu y no
únicamente según la carne, o sea la solicitud de María por los hombres, el ir a
su encuentro en toda la gama de sus necesidades. En Caná de Galilea se muestra
sólo un aspecto concreto de la indigencia humana, aparentemente pequeño y de
poca importancia “No tienen vino”. Pero esto tiene un valor simbólico. El ir al
encuentro de las necesidades del hombre significa, al mismo tiempo, su
introducción en el radio de acción de la misión mesiánica y del poder salvífico
de Cristo.
Por consiguiente, se da una mediación: María se pone
entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y
sufrimientos. Se pone “en medio”, o sea hace de mediadora no como una persona
extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede —más bien
“tiene el derecho de” — hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres.
Su mediación, por lo tanto, tiene un carácter de intercesión: María “inter-
cede” por los hombres. No sólo: como Madre desea también que se manifieste el
poder mesiánico del Hijo, es decir su poder salvífico encaminado a socorrer la
desventura humana, a liberar al hombre del mal que bajo diversas formas y
medidas pesa sobre su vida.
… Otro elemento esencial de esta función materna de
María se encuentra en las palabras dirigidas a los criados: “Haced lo que él os
diga”. La Madre de Cristo se presenta ante los hombres como portavoz de la
voluntad del Hijo, indicadora de aquellas exigencias que deben cumplirse, para
que pueda manifestarse el poder salvífico del Mesías. En Caná, merced a la
intercesión de María y a la obediencia de los criados, Jesús da comienzo a “su
hora”. En Caná María aparece como la que cree en Jesús; su fe provoca la
primera “señal” y contribuye a suscitar la fe de los discípulos.
El hecho de Caná de Galilea nos ofrece como una
predicción de la mediación de María, orientada plenamente hacia Cristo y
encaminada a la revelación de su poder salvífico.
Me gustaría destacar algunos puntos importantes de
este pasaje para que reflexionemos.
(1) No por
necesidad sino por elección de Dios, “la esclava del Señor”, que hace perfecta-
mente la voluntad del Padre, tiene el “derecho” como madre y mediadora de
señalarle a su Hijo las necesidades de los hombres.
¿No deberíamos recurrir con nuestras necesidades e
intenciones a una Madre de Misericordia tan poderosa?
(2) María
necesita servidores que obedecerán sus palabras: “Hagan lo que él les diga”.
¿Estamos preparados para ser sus servidores para que Jesús pueda iniciar su
“hora” en nuestro día?
(3) Las
palabras “Hagan lo que él les diga” aclaran que el papel de María está
orientado “plenamente hacia Cristo” y tiende a la revelación de su poder salvífico.
Por lo tanto, la mediación de María está en unión con la única mediación de
Jesucristo, nuestro Salvador, y subordinada a ella.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Recuérdame que te
pida la intercesión poderosa de María en momentos de necesidad.
DÍA 26
Retiro de María (Tercer Día)
Ayer, en la fiesta de las bodas de Caná, vimos un
ejemplo glorioso de la mediación maternal de María. Después de este evento, de
seguro María reflexionó profundamente y descubrió mucho sobre su mediación
maternal. Pero Caná no fue la parte más importante de su preparación. El
“momento cumbre” de su preparación – es más, su plena realización – llegó en el
Calvario. En el Calvario, María sufre con Cristo. A través de la fe “está unida
perfectamente a Cristo en su despojamiento”. A través de la fe ella comparte en
todo el “desconcertante misterio” del don de sí mismo por amor a nosotros.
A través de la fe “la Madre participa en la muerte del
Hijo, en su muerte redentora”. Antes de su muerte, Jesús tiene una lección más
para su discípula perfecta que lo ha seguido a la Cruz y ha aceptado sufrir con
Él. Viéndola al pie de la Cruz junto al discípulo amado, Juan, le dice: “Mujer,
ahí tienes a tu hijo”. Luego, dice a Juan: “Ahí tienes a tu madre” (Jn. 19,26-27).
Con estas palabras, María “es entregada al hombre — a cada uno y a todos— como
madre”.
Según Juan Pablo, esta “nueva maternidad de María” es
el “fruto del ‘nuevo’ amor, que maduró en ella definitivamente junto a la Cruz,
por medio de su participación en el amor redentor del Hijo”. Este “nuevo amor”,
dice Juan Pablo, realmente provoca una “transformación” de la maternidad de
María de modo que ella arda aún más en amor por todos aquellos por quienes
Jesús sufrió y murió.
Esta idea de que María, al pie de la Cruz, recibió un
nuevo amor ardiente por almas puede recordarnos la profundidad con que Madre
Teresa comprendió a María. Recuerda que, para Teresa, María es la que tomó más
seriamente que nadie las palabras de Jesús “Tengo sed” y ayuda a los demás a
tomarlas muy seriamente también. De todas maneras, Juan Pablo reflexiona más
sobre la transformación amorosa de María:
• Hasta
los pies de la Cruz se ha realizado… su cooperación materna en toda la misión
del Salvador mediante sus acciones y sufrimientos. A través de esta
colaboración en la obra del Hijo Redentor, la maternidad misma de María conocía
una transformación singular, colmándose cada vez más de “ardiente caridad”
hacia todos aquellos a quienes estaba dirigida la misión de Cristo. Por medio
de esta “ardiente cari- dad”, orientada a realizar en unión con Cristo la
restauración de la “vida sobrenatural de las almas”, María entraba de manera
muy personal en la única mediación “entre Dios y los hombres”, que es la
mediación del hombre Cristo Jesús.
En el Calvario, la preparación de María concluye. Ha
recibido los dones completos de su maternidad espiritual y mediación
universales, que constituyen una cooperación única en la obra redentora de
Cristo y una participación en su mediación. Después de la muerte de Jesús en la
Cruz, no escuchamos sobre María ejerciendo su nueva maternidad hasta el día
antes de Pentecostés, cuando los apóstoles, “juntos en la oración en compañía
de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús y de sus hermanos” (He. 1,14), se
dedican a la oración en el Cenáculo. Juan Pablo comenta: “Vemos a María
implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo, quien ya la había cubierto
con su sombra en la anunciación”. Procede a señalar que María es la “presencia
discreta, pero esencial” que indica el camino del “nacer del Espíritu Santo”
primero en la Anunciación y ahora en el nacimiento de la Iglesia.
La nueva
maternidad espiritual de María está profundamente relacionada con la Iglesia,
pues “‘con materno amor coopera a la generación y educación’ de los hijos e
hijas de la madre Iglesia”.95 Este nacimiento y desarrollo tienen su fuente en
la vida sacramental de la Iglesia, donde la mediación maternal de María está
particularmente presente. Por ejemplo, María seguramente intercede y actúa con
su Esposo, el Espíritu Santo, cuando el Espíritu nos transforma en miembros del
cuerpo de Cristo en el Bautismo. Es más, está presente de manera similar y
participa activamente con su Esposo en la Misa; pues es en el sacrificio de la
Misa “en el cual Cristo, su verdadero cuerpo nacido de María Virgen, se hace
presente”.96 Debido a la centralidad de la Eucaristía en la fe y en la vida
cristiana, María siempre se esfuerza por conducir a los fieles hacia ella.
Para cerrar esta reflexión de hoy, la cual concluye
los tres días del “retiro de la maternidad espiritual de María”, debemos tener
en cuenta algo importante: la nueva maternidad de María no se trata de una cosa
vaga o abstracta. Es concreta y personal. Y aunque es universal, también es
intensamente particular. María es tu madre. Es mi madre. En este sentido, Juan
Pablo cree que es significativo que la nueva maternidad de María en el Calvario
se exprese en el singular, “Ahí tienes a tu hijo” y no “Ahí tienes a miles de
millones de hijos espirituales”. El Papa llega al corazón del asunto cuando
dice: “Aun cuando una misma mujer sea madre de muchos hijos, su relación
personal con cada uno de ellos caracteriza la maternidad en su misma
esencia”.97 En pocas palabras: María es única, particular y personalmente tu
madre y mi madre, y no nos pierde entre la multitud.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo, que habitas en
María.
Gracias por el don de mi amorosa Madre,
María.
DÍA 27 Entregarse a María (Primera
Parte)
Ahora que hemos terminado nuestro mini retiro de tres
días con María, debemos tener ya un sentido más claro de su mediación maternal.
Esta mediación maternal es la llave que abre toda la teología de la
consagración mariana. Y ahora que la tenemos, estamos listos para aprender
exactamente lo que Juan Pablo entiende por consagración mariana o, como
habitualmente la llama, la “entrega” o el “entregarse” a María. Para empezar,
necesitamos volver al pie de la Cruz.
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Con estas palabras,
Jesús confía toda la humanidad al cuidado materno de María. Hace de ella la
madre espiritual de todos. Y como aprendimos ayer, María aceptó plenamente este
don con “ardiente caridad”.
Luego, Jesús le dice a Juan, el discípulo amado, quien
nos representa a todos: “Ahí tienes a tu madre”. Jesús ahora nos ofrece un
regalo, el gran regalo de su madre como nuestra madre espiritual. ¿Aceptamos
este regalo? Sí. Al menos lo estamos intentando (si no fuera así, no haríamos
este retiro). Pero ¿cómo lo aceptamos? Esta es la pregunta crucial.
Según el Papa Juan Pablo, el siguiente texto del
Evangelio nos indica cómo debemos aceptar a María como nuestra madre
espiritual: “Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa” (Jn.
19,27). El Papa describe esta acción con una palabra: “entregarse”. Vemos un
ejemplo de ello en la persona de Juan, quien se entregó a María, la misma que
fue entregada a Juan por Cristo: “Ahí tienes a tu madre”. La entrega de él
mismo a María es su respuesta al mandato de Jesús desde la Cruz, pero no sólo
eso. También es una respuesta a la “ardiente caridad” por nosotros: “La entrega
es la respuesta al amor de una per- sona y, en concreto, al amor de la madre”.
Juan Pablo procede a describir la naturaleza de esta entrega de uno mismo a
María:
• Entregándose
filialmente a María, el cristiano, como el apóstol Juan, “acoge entre sus cosas
propias” a la Madre de Cristo y la introduce en todo el espacio de su vida
interior, es decir, en su “yo” humano y cristiano: “La acogió en su casa”. Así
el cristiano, trata de entrar en el radio de acción de aquella “caridad
materna”, con la que la Madre del Redentor “cuida de los hermanos de su Hijo”,
“a cuya generación y educación coopera” según la medida del don, propia de cada
uno por la virtud del Espíritu de Cristo. Así se manifiesta también aquella
maternidad según el espíritu, que ha llegado a ser la función de María a los
pies de la Cruz y en el cenáculo.
Esta entrega de uno mismo a María, la cual el Papa
describe maravillosamente con la frase, “La acogió en su casa”, debe en-
tenderse como el acto de seguir el ejemplo mismo de Cristo – primero se entregó
a María en la Anunciación y luego, a lo largo de su vida oculta – y también
debe entenderse como su voluntad para sus discípulos. Después de todo, Él mismo
inicia tal entrega: “Ahí tienes a tu madre”. Pero ¿por qué hace esto Cristo?
¿Será que quiere distanciarse de nosotros? No. Nos acerca a sí encomendándonos
a aquella que es la más cercana a Él, la misma que lo dirige todo a Él: “Hagan
lo que él les diga”.
María quiere actuar sobre todos los que se encomiendan
a sí mismos a ella como hijos. Dice el Papa: “Y es sabido que cuanto más estos
hijos perseveran en esta actitud y avanzan en la misma, tanto más María les
acerca a la ‘inescrutable riqueza de Cristo’”. De nuevo, esto se debe tanto a
la cercanía única que hay entre María y Cristo como al papel especial de María
de llevar a otros a la intimidad que comparte con Él.
Mañana veremos cómo esta cercanía de María a Cristo,
particularmente en la consagración de sí mismo por nosotros, nos ayuda a hacer
nuestro propio acto de consagración a Cristo. Este es el propósito que nos
lleva a entregarnos a María: que ella nos acerque aún más a Cristo a través de
sus poderosas oraciones y de su amor maternal.
Oración del día:
Ven, Espíritu Santo,
que habitas en María.
Prepárame para
entregarme por completo a María, de modo que ella pueda acercarme más a Cristo.