sábado, 26 de diciembre de 2020

SEÑOR, QUE QUIERES DE MI?




"Y ahora, Israel, ¿qué es lo que el Señor tu Dios pide de ti?.
Solamente que temas al Señor tu Dios, que vayas por todos sus caminos,
y que ames y sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma;
que cumplas sus mandamientos y estatutos,
los cuales hoy te ordeno cumplir,
para que tengas prosperidad".
Deuteronomio 10, 12-13


Cuando vemos o escuchamos situaciones entre los seres humanos, de los que todos, un día u otro también somos partícipes, como son los desacuerdos, las diferencias, el deseo de dominar el escenario, la manipulación de temas, entre muchas otras situaciones, entonces podemos ver la falta de amor que existe en el hombre, la manifestación de vacíos, la falta de humildad, el vano orgullo, la soberbia, la imperante vanidad, la carencia de humildad, poca compasión y caridad, en fin, se quedan al descubierto muchas faltas que, sin Dios, jamás seremos capaces de identificarlas, reconocerlas, admitirlas, porque para este acto hace falta la presencia del Espíritu Santo de Dios.

Esta mañana escribía a mis enlaces del Whatsapp, sobre el bendito TEMOR DE DIOS, y les comentaba sobre una conversación que haba tenido con mi esposo sobre este tema, que les voy a compartir a continuación:

Cuando nos disponemos a escudriñar las Sagradas Escrituras, y no invocamos al Espíritu de Dios, para que nos dé la sabiduría y el discernimiento necesarios de interpretar lo que el Señor nos habla al corazón, no hay manera que podamos aprovechar ni un solo Versículo.

Es importante la actitud que asumamos ante las más verídicas Palabras de Dios, para que se produzcan esos cambios a los cuales nos manda el Señor hacer cada día.

Comentaba con mi esposo que esa invitación de conversión es diariamente que tenemos que trabajarla, porque se nos olvida que todo lo que hacemos Dios lo ve, y que todo lo que decimos, El lo escucha, pues creemos que Dios está solo en el Cielo, pero realmente vive en nosotros.

Sobre la conversación, tocamos el "Don del Temor de Dios", ese que muchas veces mal interpretamos a nuestra conveniencia.

Es este temor que debemos conservar en todo momento, y se trata de no ofender a Dios con palabras mal pronunciadas, con nuestro mal obrar, con las malas intenciones del corazón, con los errados pensamientos que nos roban la paz, y al final lo único que esto provoca es apartarnos de su gracia.

QUE NOS PIDE NUESTRO PADRE DIOS:

🍀 QUE TEMAMOS AL SEÑOR TU DIOS: Respetarlo, amarlo, hacer su voluntad, obedecerle.

🍀 QUE VAYAMOS POR SUS CAMINOS: Seguir a Jesús, que es el camino, la verdad y la vida.

🍀 QUE LO AMES: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal Mandamiento. Ese amor debe ser sincero.

🍀 QUE LE SIRVAS CON TODO TU CORAZON Y CON TODA TU ALMA: Es la mejor manera de agradecer todo lo que el Señor hizo, hace y hará por nosotros. Queremos agradarle con nuestro servicio, de todo corazón.

🍀 QUE CUMPLAMOS SUS MANDAMIENTOS: Es importante no apartarnos del cumplimiento de nuestro deber como Hijos de Dios para que nos vaya bien en todo, para llevar una vida en prosperidad con nuestros proyectos de vida, esas son sus promesas.

Si en verdad amamos a nuestro Creador, entonces responderemos a los que nos pide a través de las Sagradas Escrituras.
Dios te bendiga!!!

💜Joselin💜


miércoles, 9 de diciembre de 2020

ASI FUE LLEVADA AL CIELO LA VIRGEN MARIA

 



ASÍ FUE LLEVADA AL CIELO LA VIRGEN MARÍA

 SEGÚN SAN JUAN DAMASCENO, DOCTOR DE LA IGLESIA

“La Madre de Dios no murió de enfermedad, porque ella por no tener pecado original no tenía que recibir el castigo de la enfermedad. Ella no murió de ancianidad, porque no tenía por qué envejecer, ya que a ella no le llegaba el castigo del pecado de los primeros padres: envejecer y acabarse por debilidad. Ella murió de amor. Era tanto el deseo de irse al cielo donde estaba su Hijo, que este amor la hizo morir.

Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado tantas personas tristes y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los Apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo para la eternidad.


Los Apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición.

Fueron llegando, y con lágrimas copiosas, y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían bendecido. Para cada uno de ellos tuvo la excelsa Señora palabras de consuelo y de esperanza. Y luego, como quien se duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos; y su alma, mil veces bendita, partió a la eternidad.

La noticia cundió por toda la ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a llorar junto a su cuerpo, como por la muerte de la propia madre. Su entierro más parecía una procesión de Pascua que un funeral. Todos cantaban el Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima Protectora en el cielo, para interceder por cada uno de los discípulos de Jesús.

En el aire se sentían suavísimos pero fuertes aromas, y parecía escuchar cada uno, armonías de músicas muy suaves. Pero, Tomás Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían vuelto de sepultar a la Santísima Madre.

Pedro, – dijo Tomás- No me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso a esas manos santas que tantas veces me bendijeron. Y Pedro aceptó.

Se fueron todos hacia el Santo Sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosas músicas en el aire.

Abrieron el sepulcro y en vez de ver el cuerpo de la Vírgen encontraron solamente…una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a Su Madre Santísima y la había llevado al cielo.

Esto es lo que llamamos La Asunción de la Vírgen María.

Y quien de nosotros, si tuviera los poderes del Hijo de Dios, no hubiera hecho lo mismo con su propia Madre?”

Fuente: Comunidad Mujer Católica.

lunes, 7 de diciembre de 2020

EL SIGNIFICADO DEL PESEBRE EN NAVIDAD

 



¿Sabías que el Papa Francisco realizó una reflexión sobre el significado y valor del pesebre en Navidad? 

1. El pesebre es como un “Evangelio vivo”

El Papa Francisco recordó que la escenificación del nacimiento de Jesús “es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura” para invitar a los hombres a “ponerse espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”.

El evangelista Lucas narra que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. Jesús fue colocado en un pesebre.

2. El origen del símbolo se remonta al tiempo de San Francisco

El Papa recordó que la historia de los pesebres de Navidad se remonta a días posteriores al 29 de noviembre de 1223, cuando el Papa Honorio III aprobó la Regla franciscana a San Francisco de Asís en Roma.

“Después de su viaje a Tierra Santa, aquellas grutas le recordaban de manera especial el paisaje de Belén. Y es posible que el Poverello quedase impresionado en Roma, por los mosaicos de la Basílica de Santa María la Mayor que representan el nacimiento de Jesús, justo al lado del lugar donde se conservaban, según una antigua tradición, las tablas del pesebre”, escribió el Papa.

“¿Por qué el belén suscita tanto asombro y nos conmueve?”, pregunta el Papa en su carta. Señaló que eso no solo se debe a que “nos ayuda a revivir la historia que ocurrió en Belén”, sino que “manifiesta la ternura de Dios”, que siendo Creador del universo, “se abaja a nuestra pequeñez”.

También señaló que el belén “es desde su origen franciscano una invitación a ‘sentir’, a ‘tocar’ la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación” y “una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados”.

4. En el pesebre toda la creación participa en la fiesta de la venida de Jesús

En Admirabile signum, el Papa Francisco repasa los elementos que componen el nacimiento que se arma en los hogares, como el cielo estrellado, los paisajes, los animales y los pastores. Estos, afirmó, recuerdan lo que habían anunciado los profetas: “Que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías”.

También indicó que “los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor”; mientras que “los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece”.

5. La figura de María y el misterio de su llamado

Sobre la imagen de la Virgen María, el Papa dijo: “María es una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo. Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado”. “Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo solo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica”, agregó.

6. La figura San José como custodio de la familia

Luego, el Pontífice afirma que “junto a María, en una actitud de protección del Niño y de su madre, está San José”, representado con el bastón en la mano y, a veces, sosteniendo una lámpara.

“Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia” y que no duda en ponerse en camino ante la amenaza de Herodes. Fue el primer educador de Jesús niño y adolescente; “y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”.

7. “El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando se coloca al Niño Jesús”

En su carta, el Papa Francisco afirma que el “corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen del Niño Jesús”, porque “Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos”.

“En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos”, agregó.

8. Los Reyes Magos nos recuerdan nuestra misión evangelizadora

El Papa también recuerda que en la fiesta de la Epifanía está la costumbre de colocar las tres figuras de los Reyes Magos que llegan de Oriente para contemplar al Niño y ofrecerle los dones de oro, incienso y mirra. Esta escena llama “a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador”, señaló.

Además, los Magos, hombres sedientos de lo infinito, “enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo”.

“No se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Ante Él comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes. Y ciertamente, llegados a su país, habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes”, dijo el Papa.

9. El pesebre “habla del amor de Dios”

El Papa Francisco invita en su carta apostólica a recordar cuando se era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construir el belén. “Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y a los nietos la misma experiencia”.

También dijo que “no es importante cómo se prepara el pesebre”, ya que “puede ser siempre igual o modificarse cada año”, porque “lo que cuenta es que este hable a nuestra vida”. “En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición”, concluye el Santo Padre en Admirabile signum.


Fuente: Aciprensa

QUIERO SER SANTO, PERO NO SE COMO.

 



Dios, a cada uno, nos eligió para que fuésemos santos e irreprochables ante Él, por el amor. (Ef 1, 3-4). Cristo mismo nos ha hecho un llamado claro: «Sed santos como vuestro Padre celestial es santo» (Mt 5,48).

La voluntad de Dios es nuestra santificación (1Tes 4,3). Incluso, el Catecismo de la Iglesia Católica nos lo recalca: «Todos los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana. Todos los cristianos, de cualquier estado o condición están llamados, cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad». 

Todos podemos ser santos, pero ¿cómo?

Lo esencial a reconocer es que Dios te ama con un amor personal, a ti, con tus virtudes y tus defectos. No has venido al mundo por casualidad. Él te conoce por tu nombre y apellido. Él te quiere a ti, por el simple hecho de ser tú. No te compares con los demás, levanta la cabeza y mira el cielo, llegar ahí debe ser tu aspiración.

1. Busca que la santidad sea un anhelo en tu corazón

El primer paso para ser santo es simple. Cree y confía en que puedes alcanzar ese anhelo, porque Dios así lo dispuso. Recuerda esta cita:

Y Moisés dijo: «Y quién soy yo para semejante tarea?» y Dios respondió: «Yo estaré contigo». (Éx 3,11-15) No es quién tú seas, es con quién vas, y ten por seguro que Dios va contigo en este caminar.

2. Recibe y acepta todo el amor de Dios

Considera que la santidad no consiste en la perfección absoluta, ni en adquirir competencias que nos hagan «superiores» a los demás. La santidad es la capacidad de recibir y aceptar todo el amor de Dios y compartirlo. Es decir, ser capaces de amar como Dios ama: con fidelidad, pureza y generosidad.

El instrumento para alcanzarla es aceptar con alegría la Voluntad de Dios y el secreto para lograrlo es: dejar que la gracia de Dios actúe en nuestra vida (Santa Teresa del Niño Jesús). Simple: ama, acepta y confía.

3. Espíritu firme frente al maligno 

En la actualidad, el combate con el maligno es muy fuerte, un reto para todos. Mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para ofrecernos «placeres» que, a final de cuentas, nos desviarán del camino hacia la dicha divina. El Papa Francisco asegura que para dicho combate, los cristianos debemos mantenernos firmes en la fe, y sostenernos de las armas que el Señor mismo nos ha dado: la oración, la Palabra, la celebración de la Misa, la adoración Eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria y la misión.

En un mundo donde cada vez más cristianos son perseguidos por su fe, la vida cristiana se convierte en una lucha permanente, en la que se requiere de mucha valentía para permanecer firmes en el Evangelio y anunciarlo, siendo testigos y apóstoles de la Palabra.

4. Créetelo, cree que la santidad es un objetivo alcanzable

«Para ser santos no es necesario ser Obispos, Sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra». (Papa Francisco, Gaudete et Exsultate, 1)

¿Quieres ser santo? Sé un buen cristiano. Esto no significa solo creer en Dios, sino «creerle» a Él y Su mensaje de Salvación. Habrá de evitarse todo aquello que nos aleje de Dios, todo aquello que lo ofenda a Él y a los demás. Debemos buscar amar a Dios por sobre todas las cosas. Pensar en amar y en hacerlo todo con amor y por amor, convertir nuestras acciones en obras agradables a Dios.

En este proceso, la oración es un elemento sumamente importante. Reconocemos que la santidad no se improvisa, ni se consigue de un día para el otro, es un camino, con sus batallas y tropiezos, que requiere de un sumo esfuerzo personal, de la mano de Dios y la oración.

Otra cosa, acepta la ayuda que Dios te quiere dar por medio de María. Ella es el ejemplo perfecto de la Santidad. Invítala a tu vida, a vivir el proceso contigo y sentirás palpablemente su guía.

Por último, recuerda que ser santo es sinónimo de ir contracorriente, la Biblia lo recalca: «Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba» (Eclo 2,1). Pero recuerda que la plenitud solo se logra alcanzando tu verdadero propósito y tú fuiste creado, sin lugar a dudas, para ser santo. Así que, ¡aférrate, porque la dicha última está en Dios! ❤️

Artículo elaborado por: Myriam Ponce (Catholic link)


miércoles, 2 de diciembre de 2020

EL VERDADERO SIGNIFICADO DEL ARBOL DE NAVIDAD

 


¿Cuál es el verdadero significado del árbol de Navidad? 

Es una costumbre que muchos disfrutamos en familia. Todos los 8 de diciembre, el Día de la Inmaculada Concepción de María, armamos el arbolito y decoramos la casa para recibir la Navidad. Y así queda hasta el 6 de enero, el Día de Reyes, cuando todo "vuelve a la normalidad".

Pero, ¿alguna vez te preguntaste qué significa esta tradición y cuál es su origen? Lejos del costado comercial que se le imprime a estas fechas, en sus inicios esta costumbre estuvo solo ligada a la religión, a la esperanza y a la bonanza.

En la antigüedad, los germanos estaban convencidos de que tanto la Tierra como los Astros pendían de un árbol gigantesco, el Divino Idrasil o Árbol del Universo, cuyas raíces estaban en el infierno y su copa, en el cielo. Ellos, para celebrar el solsticio de invierno, que se da en esta época en el Hemisferio Norte, decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor. 

Alrededor del año 740, San Bonifacio –el evangelizador de Alemania e Inglaterra- derribó ese roble que representaba al Dios Odín y lo reemplazó por un pino, el símbolo del amor eterno de Dios. 

Este árbol fue adornado con manzanas (que para los cristianos representan las tentaciones) y velas (que simbolizaban la luz del mundo y la gracia divina). Al ser una especie perenne, el pino es el símbolo de la vida eterna. Además, su forma de triángulo representa a la Santísima Trinidad.

En la Edad Media, esta costumbre se expandió en todo el viejo mundo y, luego de la conquista, llegó a América.

El primer árbol de Navidad, decorado tal como lo conocemos en la actualidad, se vio en Alemania en 1605 y se utilizó para ambientar la festividad en una época de extremo frío. A partir de ese momento, comenzó su difusión: a España llegó en 1870, a Finlandia en 1800, y en el Castillo de Windsor –en Inglaterra- se vio por primera vez en 1841, de la mano del Príncipe Alberto, el esposo de la Reina Victoria.

¿Qué significa cada adorno?

Todo fue cambiando con el paso de los años y aquellas manzanas y velas del comienzo, hoy se convirtieron en las tradicionales esferas y las guirnaldas con luces de colores. Esto es lo que no puede faltar en tu árbol.

-Las “bolitas”. Representan los Dones que Dios les da a los hombres. Las de color azul simbolizan el arrepentimiento; las rojas, las peticiones; las doradas, albanzas; y las plateadas, agradecimiento.

-La estrella. Es habitual ponerla en la punta. Ésta representa la fe que guía nuestra vida.

-Cintas y moños. Simbolizan la unión familiar y la presencia de nuestras personas queridas alrededor de todos estos dones. 

-Angelitos. Son los mensajeros entre nosotros y el cielo y son los encargados de protegernos, por eso no pueden faltar en tu árbol.

-Las luces. No importa el color o si se prenden y se apagan. Ellas tienen un sentido, y es el de iluminar nuestro camino en la fe.

Y lo más importante: más allá del tamaño del arbolito o de los adornos que tengas, es celebrar en familia, con amor, fe y esperanza.