martes, 15 de marzo de 2022

BENDIGAMOS A NUESTROS HIJOS



Me encontré este articulo del Padre Guillermo Serra, y lo comparto, porque yo desde hace años, al levantarme, me acerco a la habitación de mi hija y hago una oración que está publicada en el libro "El Poder de los Padres que Oran".

La Iglesia nos enseña que cada hogar es una Iglesia Doméstica, la forma más sencilla y original de la gran Iglesia universal. En el hogar, los papás representan a Jesús no sólo para gobernarlo con amor, sino para enseñar a sus hijos el Evangelio con el ejemplo y la palabra, y para santificar a sus hijos con la oración familiar y con los sacramentos de la Iglesia a los que los acercan.

Todos los bautizados participamos del sacerdocio de Cristo, tenemos el sacerdocio laical que complementan los sacerdotes ordenados con su sacerdocio ministerial. Los papás ejercen su sacerdocio laical cuando se casan, ya que ellos –y no el sacerdote– son los ministros de su sacramento del Matrimonio. Ejercen su sacerdocio cuando oran juntos y cuando oran con sus hijos. Ejercen su sacerdocio cuando bendicen a sus hijos.
¡Qué hermoso sería que los papás recobraran la vieja costumbre de bendecir a sus hijos al acostarse o cuando salen de casa! Entre los campesinos de nuestra patria yo he visto a hombres hechos y derechos arrodillarse en plena calle para recibir la bendición de su papás ancianos.
Que los niños exijan a sus papás que los bendigan en toda ocasión y así crecerán entre bendiciones y no entre maldiciones.
Bendigamos en el nombre de Dios para que lo que Dios diga de los niños se cumpla en ellos.

ORACION:

Señor, yo levanto a mi hija( ) y te pido que pongas un cerco de protección alrededor de ella. Protege su espíritu, su cuerpo, su su mente y emociones de cualquier mal o daño. Clamo en especifico por protección de accidentes, enfermedades, lesiones o cualquier otro abuso físico, mental o emocional.

Te ruego que ella haga su refugio "en la sombra de tus alas hasta que pasen los quebrantos" (Salmo 57,1). Guárdala de cualquier mala influencia que pueda venir contra ella. Mantenla a salvo de cualquier peligro escondido y no dejes que ningún arma forjada contra ella pueda prosperar.

Gracias Señor, por tus promesas de protección. Ayúdala a caminar en tus caminos y en obediencia a tu voluntad para que ella nunca salga de tu amparo. Mantenla a salvo en todo lo que ella haga y donde quiera que ella vaya. Te lo pido en el nombre de tu amado hijo Jesús.

Amén!




APROVECHAR LA MISA

 





Muchos van a Misa con la expectativa de sacar mucho provecho de ella, pero lo que se obtiene en la Misa depende de qué tipo de cambio se está dispuesto a hacer antes, durante y después de la celebración, porque lo que se pone en la Misa determina lo que se obtiene de ella.
 
Aquí hay rápidas indicaciones:
 
 
1. Prepárate adecuadamente para la Misa
 
• Lee y estudia las lecturas antes de ir a Misa, y escucha con atención cuando se proclama la Palabra.
 
• Estudia las enseñanzas de la Iglesia. Cuanto más conozcas a Jesús y su Iglesia, más la amarás. No se puede amar lo que no se conoce.
 
• Confiésate regularmente. Esto te ayudará a prepararte espiritualmente.
 
• Reza cada día. ¡Sin oración no tienes poder espiritual!
 
• Vístete de manera apropiada. Vas a encontrar al Rey de los Reyes. No te vistas como si fueras a una cita a comer, a la calle o a clase. Es una ocasión especial.
 
• Llega a tiempo y siéntate delante. Menos distracciones y más tiempo para la oración antes de la Misa.
´
• Una vez en la Iglesia, no hables y no mires a las personas. Reza.
 
2. Ten una actitud adecuada
 
• No esperes algo entretenido. Estás allí para ofrecer a Dios adoración y recibir la gracia.
 
• Busca a Dios en cada momento de la Misa.
 
• No permitas que las distracciones externas turben tu paz interior.
 
• Encuentra en la predicación una información preciosa para llevarte a casa.


 
3. Participa plenamente
 
• Canta, aunque desafines.
 
•Responde a las plegarias y reza con ganas. Da todo a Dios y no te preocupes de los demás.
 
• Recuerda que la Misa no es momento para las relaciones sociales.
 
• Ofrece a Dios tu dolor y tu sufrimiento, tu alegría y tus oraciones.


 
4. Escucha la Palabra de Dios, y déjale que te cambie
 
• ¿Estás abierto a la posibilidad de que Dios te cambie? Si no lo estás, no cambiará.
 
• Escucha la Palabra que se proclama y déjala que te desafíe.
 
• Encuentra un elemento de la homilía que aplicar durante la semana.


 
5. Conoce, comprende y proclama tu fe
 
• No te limites a recitar el Credo – proclámalo comprendiendo lo que dices.
 
6. Da el diezmo. Si cada católico diera el diezmo, piensa en todo lo que se podría hacer.
 
• Sí, es nuestro deber sostener a la Iglesia, pero más por nuestra fe que por la Iglesia.
 
• La mayor parte de la gente da una “propina”, no el “diezmo” – da el diezmo y no una propina.
 
• Ofrecer el diezmo nos ayuda a ordenar correctamente los dones que Dios nos ha dado.


 
6. Cuando recibes a Jesús en la Eucaristía, entiende lo que estás haciendo
 
• Estás asumiendo el Cuerpo, la Sangre, el alma y la divinidad de DIOS.
 
• Te estás uniendo al cielo en la tierra.
 
• Te estás haciendo una cosa sola con el Cuerpo de Cristo.
 
• Ten reverencia.
 
• Comprende que Él está en todos los que le hayan recibido.


 
7. Habla a los demás de Él
 
• Ahora tienes el poder de evangelizar (compartir la Buena Noticia de Cristo), que es el motivo por el que existe la Iglesia.
 
 
“Si comprendiéramos de verdad la Misa, moriríamos de alegría” - San Juan María Vianney
 

 

5 PASOS PARA ORAR CON DIOS

 

Esto significa que, por una parte, tu diálogo con el Señor sea por amor y con amor, no por pura conveniencia, no para ver qué le sacas. Y, por otra parte, que en tu oración haya siempre presente los siguientes elementos del acróstico de la palabra ‘ÁGAPE’:
 
Mucha gente nos pide sugerencias acerca de qué hablar con Dios en la oración. Para responder a esta pregunta les presentamos un acróstico (una palabra cuyas letras colocadas en forma vertical, son la primera letra de nuevas palabras). La palabra elegida para dicho acróstico es ÁGAPE, que en griego se refiere al amor perfecto del que ama dándolo todo sin esperar nada a cambio, como es el amor de Dios por nosotros.
 
Tu oración debe ser un ‘ágape’
 
Esto significa que, por una parte, tu diálogo con el Señor sea por amor y con amor, no por pura conveniencia, no para ver qué le sacas. Y, por otra parte, que en tu oración haya siempre presente los siguientes elementos del acróstico de la palabra ‘ÁGAPE’:

A: Alabanza
 

Alaba a Dios por lo que es. Por Su grandeza, por Su belleza, por Su bondad. Piensa en las maravillas de la Creación y pregúntate, ¿por cuál de todas quiero alabarlo hoy? Alabar a Dios te hace salir de ti mismo, dejar de enfocar tus miserias y problemas, y percatarte de todo lo bueno que Dios ha puesto a tu alrededor.

G: Gratitud
 

Dale gracias a Dios por lo que hace específicamente en tu vida. Repasa tu jornada y ve agradeciéndole cada cosa que puedas recordar: no sólo lo bueno que te puso feliz, sino también lo aparentemente malo, porque Él lo permitió para algo: tal vez para hacerte crecer en humildad, paciencia o comprensión.

A: Arrepentimiento
 
Repasa tu día y pídele perdón a Dios por todo aquello que hayas pensado, dicho, obrado o dejado de hacer, que no haya sido conforme a Su voluntad y misericordia; por todo aquello que no fue inspirado por su amor, sino por tu egoísmo, ira, resentimiento, injusticia, intolerancia…

P: Platícale (pídele, pregúntale, prométele)
 
Cuéntale tus cosas como se las cuentas a la persona con la que más a gusto platicas. Él te escucha siempre, no te juzga, no te condena, así que ábrele tu corazón.

E: Escúchalo
 
La verdadera oración tiene que implicar necesariamente el diálogo, es decir, no sólo  hablar, sino también escuchar. Dios nos habla a través de Su Palabra, a través de las personas que te rodean, a través de acontecimientos que te suceden… el asunto es prestar atención, saber escucharlo. La oración como diálogo te enseña a aprender a reconocer la voz de Dios en tu vida, la manera particular como te habla a ti.



Con información del libro ¿Qué hacen los que hacen oración?, de Alejandra María Sosa Elízaga. Ediciones 72. Artículo originalmente publicado por SIAME



viernes, 11 de marzo de 2022

SILENCIO COMO RETIRO



💠 SILENCIO COMO RETIRO


✝En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén


Breve silencio para ponernos en presencia de Dios, rogando a María Santísima sea nuestra compañera y guía en este camino hacia el encuentro con su Hijo Jesucristo.


💠 ORACIÓN INICIAL

Señor, concédenos la disposición de desapegarnos de todo aquello que nos aleja de ti. Regálanos tu Santo Espíritu para que con docilidad e infinita confianza en tu bondad y misericordia, podamos imitar a María Santísima. Que ella nos alcance la gracia de encontrar a Jesús en el silencio de nuestro corazón.


💠 CITA

La oración me tiene que llevar a un acto de abandono. Es la actitud de la infancia y sencillez espiritual. Lanzarse al vacío porque mi Padre siempre me acoge, me protege y me cuida. Este silencio me llevará a descubrir la ternura de Dios, quien con infinitos gestos me grita al oído: estoy locamente enamorado de ti.  (Sal de tu Cielo. P. Guillermo Serra, L.C.)


💠 REFLEXIÓN

En nuestra vida, es común que nos demos cuenta que al guardar cierta distancia de un problema, al alejarnos y separar nuestras emociones, podemos ser más objetivos y certeros en encontrar una solución.

Lo mismo sucede en el desierto. El desierto es un lugar a donde entramos para salir. No es un sitio en el que se pretenda que permanezcamos. Dios nos conduce al desierto para retirarnos de nuestras distracciones, pasiones o egoísmo, para que purifiquemos nuestro corazón y salgamos de él renovados, convertidos y animados a seguir caminando.

En el silencio de este periodo, la voluntad de Dios en nuestras vidas poco a poco se irá aclarando. Nuestra debilidad e incapacidad quedará manifiesta, de forma que sólo podremos continuar si confiamos en Dios, en su fuerza y en su promesa. Nuestras palabras vacías, excusas y pretextos quedarán atrás, abriendo paso a la Palabra y su amor, que debo proclamar a todo aquel que me encuentre.

No tengamos miedo al silencio y la soledad del desierto, en realidad éste representa una oportunidad, una gracia de Dios, para nuestro crecimiento espiritual a través del aumento en la confianza, la renovación de nuestra fidelidad y la práctica del abandono.


💠 ORACIÓN

Estate, Señor, conmigo

siempre, sin jamás partirte

y cuando decidas irte

llévame, Señor, contigo,

porque el pensar que te irás

me causa un terrible miedo

de si yo sin ti me quedo

de si tú sin mí te vas


Llévame, en tu compañía

donde Tú vayas, Jesús

porque bien sé que eres Tú

la vida del alma mía,

si tu vida no me das

yo sé que vivir no puedo

ni si yo sin ti me quedo

ni si Tú sin mí te vas


Por eso, más que a la muerte

temo, Señor, tu partida

y quiero perder la vida

mil veces más que perderte,

pues la inmortal que Tú das

sé que alcanzarla no puedo

cuando yo sin ti me quedo

cuando Tú sin mí te vas


De la Liturgia de las Horas. Himno


💠 PROPÓSITO

En este viernes de Cuaresma, meditaré en el silencio de Jesús frente a Pilato. Cómo se abandonó al plan de su Padre y cómo su silencio habló más que sus palabras.


 Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

LA ORACION DE ADORACION

 

🔥LA ORACION DE ADORACION

La oración de adoración es una categoría que se encuadra en cualquiera de las modalidades presentadas anteriormente con énfasis en las oraciones de alabanza y acción de gracias.


La oración de adoración se hace, preferentemente, delante del Santísimo Sacramento expuesto en la custodia en las capillas autorizadas, en solemnidades festivas especiales, o también en los días en que las Iglesias programan esa actividad, tradicionalmente los jueves después de las celebraciones de la santa misa.


Siempre fui adepto de la adoración al Santísimo Sacramento.  Como ya antes escribí, esa modalidad de oración fue la gran responsable de un fuerte impulso y un avance notable en mi vida espiritual.  Por esa razón, además de adepto fervoroso, soy también un entusiasta promotor de esta práctica, indicándola principalmente, a aquellas personas que buscan una vida de oración más profunda, más íntima y mucho más rica en términos de crecimiento espiritual.


Para mí, la oración de adoración no es simplemente una acción estática de quedarnos estupefactos o boquiabiertos, delante de la majestad y de la Divinidad de Jesús, ¡es mucho más que eso, es un gesto concreto de fe y confianza en el resultado, vivo presente y activo en medio de nosotros!


Solo se dispone a hacer la adoración al Santísimo Sacramento quien realmente cree que Jesús este vivo presente en la hostia consagrada, sin perder ningún átomo siquiera de su extraordinario poder, como se revela en muchos relatos históricos, narrados en los textos de los cuatro evangelistas.  Si creemos concretamente en su presencia Eucarística y en la oración de adoración, nos sentiremos delante de El como aquellos afortunados que tuvieron la gracia de convivir con Jesús durante su breve paso por la tierra.


Para todas las personas que oran y que tienen la capacidad de crear a su alrededor un ambiente fantástico (consiguiendo imaginar situaciones de fantasía, proporcionadas por nuestra fértilmente), la oración de adoración tiene el poder de “transportarlas” hasta la tierra santa, al monte de los olivos, al mar de Genesaret y a todas las otras localidades descritas por los evangelios, en donde Jesús nació, creció, anduvo, corrió, sufrió, murió, resucito.


Para algunos, eso tal vez pueda parecer sentimentalismo o desvarío, sin embargo, las personas que me confiaron esas experiencias increíbles eran perfectamente normales, lucidas y equilibradas, no demostrando ninguna señal de demencia o desequilibrio emocional ni mental.  Eran, en realidad, personas de oración constante, profundamente místicas y muy sensibles, que parecían tener condiciones esenciales para este tipo de experiencias por la oración.


Por otro lado, la oración de adoración es ideal para que estudiemos los textos bíblicos con mayor profundidad, pues haremos nuestros estudios al lado del Maestro que quiere revelarnos las verdades de las Sagradas Escrituras.


Por esas y por otras infinitas razones, recomiendo la práctica de la oración de adoración al Santísimo Sacramento que, en síntesis, es la oración hecha al Padre junto a Jesús.


🔥LA INTERCESIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA.

No podía dejar de incluir también en este libro sobre la oración una reflexión, fundamentada bíblicamente, sobre la correcta intercesión de nuestra Madre por nosotros; devoción tan difundida entre los católicos, desde el inicio del cristianismo, que a lo largo de los siglos se mantiene sólida, creciente y eficaz entre los fieles principalmente junto a los más simples y a los más puros de corazón, que llegan a ver en María la expresión femenina del amor de Dios a la humanidad.


¿PORQUE NO AMAR A MARIA? 

Me quedo intrigado cuando oigo a los cristianos, ciertamente mal informados, decir que tienen dificultades en aceptar a nuestra Señora como la madre de Dios o como la madre de la humanidad.  Dejando de lado las divergencias de interpretación bíblica, me gustaría reflexionar con ustedes sobre este tema desafiante; ¿Por qué no amar a María? 


Alegan no amarla porque, según ellos, ella es solo una mujer cualquiera, sin mayores méritos y además porque es totalmente erróneo invocarla como madre de Dios.


Ahora bien, mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, perdónenme; pero una joven, cuidadosamente elegida por Dios.(como el ángel afirma en la Biblia: No temas, María, porque encontraste gracia delante de Dios (Lc 1, 30). Sabemos que encontrar gracia delante de Dios. ¿No significa ser elegida por El, entre muchas otras, por sus virtudes?; y que recibe de ese ángel (que es el mensajero de Dios) esta misión: concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.  El será grande y será llamado hijo del Altísimo… (Lc1, 31-32), ¡no es “simplemente” una mujer y, solo puede ser identificada por nosotros, cristianos, como la Madre de Dios!

Al final ¿Quién es ese Altísimo, de acuerdo también con innumerables citas en la Biblia, sino el mismo Dios?  Tú que vives al amparo del Altísimo (Sal90,1). Es bueno dar gracias al Señor y cantar, Dios Altísimo, a tu Nombre (Sal 91, 1).


Si Jesús, por tanto, es Hijo del Altísimo (luego hijo de Dios), y María, legitima y naturalmente su Madre, ¡ella es consecuentemente, Madre de dios, pues engendro y gesto, en su vientre, ¡la misma Divinidad! Si, porque Jesús es Dios, verdadero y por entero, idéntico al Padre, conforme el mismo afirma textualmente y varias veces a sus discípulos.  Una de ellas en el evangelio de Juan, cuando Felipe le pidió que le mostrase al Padre, a lo que Jesús en seguida responde: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? El que me ha visto, ha visto al Padre, ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? (Jn 14, 8-9). 

Pues bien, si ver a Jesús, es lo mismo que ver al Padre, y si el Padre está en Jesús, y Jesús en el Padre, entonces, ¡Jesús es Dios, como el Padre lo es! Luego, si Jesús es Dios, como el Padre lo es, y, al mismo tiempo, es hijo legítimo de María, ¡ella es, a su vez, la madre de Dios, pues es la madre verdadera de Jesús, conforme lo verificamos en las Sagradas Escrituras!

Para que no aparezca ninguna sombra de dudas, nuevamente de acuerdo con el Evangelio de Juan, Jesús repite eso, en la oración que dirige a Dios, despidiéndose de los discípulos, al decir: que todos sean uno, como tú, Padre, estas en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.  Yo les he dado la gloria que tu me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. (Jn 17, 21-22).


Por tanto, reflexionando nuevamente a partir de esta verdad bíblica, propuesta por el mismo Jesús: si dios Padre y Jesús son uno, Jesús es Dios y, como resultante de eso, María su Madre, es madre de Dios.


Me atrevo, además, a avanzar en mi razonamiento: María es la madre de Dios, como también misteriosamente, es su esposa, en la persona del Espíritu Santo, pues concibió, milagrosamente, bajo su sombra, como afirma el ángel mensajero cuando ella, intrigada, pregunta como sucedería su divina concepción.  El ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. 


También es claro para nosotros, católicos, que una mujer que recibe en la tierra doble misión, honrosa y tan especial de ser esposa del mismo Dios, por la acción del Espíritu Santo, y la de engendrar a su Hijo Único, pueda recibir los justos y debidos honores, por ser la madre de Dios, ¡debiendo por tanto ser respetada y, consiguientemente, amada por todos nosotros, los cristianos!


Y los motivos de este nuestro sincero amor a María no se sacan solamente de este hecho inédito de que ella tuvo que engendrar al hijo único y eterno de Dios -que posteriormente se sacrificaría para abrirnos el camino de la salvación eterna- sino también, ¡porque solamente ese gesto suyo ya sería suficiente para que la amaramos, con devoción, respeto y cariño, así como amamos a nuestras madres!


María recibió también de las manos de Jesús (conforme nos lo afirma la Biblia) la responsabilidad de asumirla filiación de toda humanidad para ser por ella amada y protegida y, al mismo tiempo, no fue confiada a nosotros, la raza humana, como madre, ¡para también ser amada y respetada!


En el momento final de su muerte, agonizando en la cruz: al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba. Jesús le dijo: Mujer, aquí tienes a tu hijo. Luego le dijo al  discípulo: Aquí tienes a tu madre, Y desde aquella hora, el discípulo la  recibió en su casa (Jn 19, 26-27).


En eso consiste, básicamente, nuestra santa y correcta devoción mariana, cariñosamente retribuida por ella con su poderosa intercesión junto a su hijo Dios, Jesús, por nuestras necesidades, dificultades, suplicas y oraciones.  Intercesión esta por sus hijos adoptivos que, como madre solicita, ya comenzara a llevar a la práctica antes de recibir esta tarea de parte de Jesús.


Fuente: A. M. Kater Filho  “Orar con eficacia y poder”, Editorial Claretiana, Buenos Aires Argentina;

LA ORACION DE ESCUCHA


🔥LA ORACION DE ESCUCHA


Practicada por grandes y experimentados "orantes", esta modalidad de oración exige de nosotros un perfecto dominio de nuestras emociones y sentimientos; además de una paciencia comparable a la de los personajes bíblicos como Moisés, Job y Elías.


Esta oración nos capacita para "escucharlo" a Dios, que se nos manifiesta, nos orienta, nos corrige y nos aconseja. Exige de nosotros un profundo silencio interior, con el que conseguimos neutralizar totalmente los impulsos de nuestra memoria, inteligencia y pensamientos, que brotan en cada fracción de segundo en nuestras mentes, provenientes de nuestras emociones, experiencias y sentimientos.


El tiempo humano no siempre coincide con el que entendemos ser el tiempo de Dios y de esa discordancia proviene nuestra dificultad en la práctica de esta oración, pues para "abrirnos" a Dios necesitamos, ante todo, comprender la dimensión de ese tiempo de Dios, totalmente diferente de nuestro tiempo.


La primera lección consiste en entender que el tiempo que medimos y contamos aquí en la tierra es único y particularmente nuestro, humano y terreno, pues en ningún otro lugar del universo el día tiene 24 horas, una hora tiene 60 minutos o un minuto está compuesto por 60 segundos. Esa división del tiempo tiene por referencia el planeta tierra en relación con el sol.


El hecho de que convengamos cuantificar que 24 horas (por tanto, un día) es la medida de la duración de una vuelta completa de la tierra en torno de su eje, así como que determinemos llamar a un año a una vuelta completa del planeta Tierra alrededor del Sol que, por esa relación afirmada, demora aproximadamente 365 días. Por lo tanto, el tiempo que nos rige y determina nuestras edades, nuestros plazos, nuestras vidas es algo particularmente nuestro y en ningún otro lugar del universo se obedece a esas mismas reglas y convenciones estipuladas por nosotros.


Un astronauta a bordo de una nave espacial ya experimenta un "tiempo" diferente del nuestro por el simple hecho de estar fuera de la tierra, en órbita diferente de la nuestra. Sus días y noches serán más cortos o más largos, dependiendo de la trayectoria que la nave espacial sigue. Un día en Marte o en cualquier otro planeta de nuestro sistema solar -intentando comprenderlo con nuestro parámetro (una vuelta completa sobre sus ejes)-, es totalmente diferente del día terreno, de la misma manera sus meses, años, siglos o milenios.


Solo por este simple análisis, podemos percibir que nuestro tiempo es algo relativo y exclusivo, y que el tiempo de Dios nada tiene que ver con ese tiempo humano, pues para Dios no existe esa subordinación al día, noche, hora, minutos y segundos ¡porque Él es eterno! Dios, sin embargo, conoce la existencia de nuestro tiempo y de nuestros límites, pero los considera según su criterio, único, personal y exclusivo, que no sigue normas o parámetros comparables a los nuestros, y eso solo podemos comprenderlo a partir de una atenta lectura bíblica y de nuestra oración de escucha.


🔥ENTENDIENDO EL TIEMPO DE DIOS

En el libro del Eclesiastés hay un texto interesante que dice:

_Hay un tiempo para todo, un momento para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse  y un tiempo para separarse; un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz_ (Ecl 3, 1-8).


Por este texto podemos concluir que para Dios existe un determinado período de tiempo para cada cosa y, al mismo tiempo, entender qué sabios son los que aprenden a ordenar sus vidas en sintonía con los tiempos de Dios, pues lo que era para Dios es apenas _un momento_, para nosotros puede significar un largo período de tiempo.


No podemos, con esto, precipitadamente, concluir que exista un destino, previamente estipulado por Dios, para todo lo que sucederá en el futuro con nosotros, o creer que nuestras vidas ya estén marcadas por fechas, fatalidades o acontecimientos, buenos o nefastos, que inevitablemente sucederán, cayendo así en un erróneo fatalismo, admitiendo que todo está previamente fijado y nada podrá ser alterado. Esta errónea conclusión nos conducirá a un peligroso pensamiento determinista inadecuado en relación con nuestra libertad inalienable de seres creados a imagen y semejanza de Dios.


No debemos olvidar el don mayor que Dios nos concedió: el donde la libertad de seres racionales, capaces de interferir y obrar por libre y espontánea voluntad en sus propias vidas o en la naturaleza, cambiando y alterando sus rumbos, para el bien o para el mal, para la vida o para la muerte.


En el libro del Eclesiástico existe un texto que puede ayudarnos en nuestra reflexión:

_Él hizo al hombre en el principio y lo dejó librado a su propio albedrío. Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada. Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera_ (Eclo 15, 14-17).


Por tanto, el "destino" del hombre está en sus propias manos y le compete a Él decidir y conducirlo por el camino del bien o del mal hacia la vida o para la muerte eterna, pues en síntesis Él es su propio juez. Dios ofrece al hombre sus mandamientos y sus enseñanzas, sugiriéndole que los observe y los siga para alcanzar la vida eterna, pero lo deja libre para que él mismo decida si los obedecerá y los pondrá en práctica.


Luego, la conclusión de que existe un tiempo de Dios no puede relegarnos a una condición inferior de marionetas, incapaces de acciones propias, que se mueven por la voluntad exclusiva de aquellos que los mantienen ligados a sus cuerdas.


Entender la existencia de un tiempo de Dios, diferente del nuestro, para todas las cosas, es ante todo ejercitar un don que desarrollaremos a medida en que aprendemos a orar y es imprescindible en la oración de escucha: el don de la paciencia.


Suelo definir la paciencia como la diferencia del tiempo existente entre el tiempo que le señalamos a Dios para que nuestros pedidos se concreticen y ¡el tiempo real que Dios determina para que ellos sucedan en nuestras vidas!


Ese espacio de tiempo entre nuestra expectativa de ver escuchados los pedidos y deseos y la realización completa de los mismos -y que muchas veces se torna para nosotros un tiempo de espera cuestionable y hasta angustiante- en verdad se llama paciencia y es una virtud de los que aman, pues: El amor es paciente (1 Cor 13, 4).


Esa espera, cuando es asumida por nosotros, por la oración, como un tiempo providencial, y por eso sobrellevada por nuestra fe, se transforma en esperanza, que es un tiempo de espera lleno de confianza.


Sí, porque el tiempo de Dios, más allá de no estar sincronizado con nuestro tiempo, sigue también criterios y rumbos diferentes de los nuestros, sin que toque a los aspectos de justicia, méritos o madurez.


Tomemos por ejemplo a María, elegida por Dios para ser la madre del Mesías tan esperado por los israelitas, que desde niña, aun antes de cumplir los 14 años de edad, vio su tiempo cumplido para asumir esa misión.


Ciertamente, según criterios humanos, ella no reuniría las condiciones necesarias para esa maternidad, considerando su poca edad, su falta de experiencia y, si consideramos sus méritos, bajo un aspecto meramente humano, otras mujeres más grandes y sufridas que ella, que en la fidelidad a la Ley de Moisés esperaban esa venida del Mesías, se sentían las "justas merecedoras" de esa honrosa misión...


Sin embargo, Dios eligió a María, una niña, aparentemente inexperta, para una gran misión: la de ser la madre del Salvador, así como eligió a David entre sus siete hermanos, mayores, visiblemente más fuertes, experimentados y capaces que él, bajo el punto de vista humano, para ser el Rey de Israel.



Dios no tiene en consideración nuestro tiempo vivido (edades, tiempo de espera, cabellos blancos), ni nuestros méritos, mucho menos nuestra apariencia física, Él se orienta por el interior del hombre, por su corazón y no por aquello que exteriormente parece ser.


Externamente, los siete hermanos de David presentados al profeta reunían mejores condiciones que él,  un simple pastor de ovejas que toca el arpa, para la misión de reinar sobre la nación israelita, pero Dios, que conocía su interior y escrutaba su corazón, elegiría a David, no por criterios humanos, sino por sus propios criterios, inaccesibles para los hombres.


_Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes (Is 55, 8-9).


María, David y otros personajes bíblicos, aparentemente jóvenes e inmaduros por su edad precoz, en verdad ya estaban preparados interiormente para asumir sus misiones y, por eso, Dios los escogió y los eligió en la Historia de la Salvación, y eso sucede con nosotros en nuestros días.


Comprender el tiempo de Dios es percibir que para Él existe realmente, un tiempo, sin embargo, diferente del nuestro; y solamente la paciencia puede ayudarnos a esperar la conclusión de ese tiempo, sin desesperación o desánimo, para que Él se manifieste claramente.


Y de nuevo la Palabra de Dios viene en nuestro auxilio para enseñarnos a esperar, siempre confiados, en la conclusión de su tiempo en nuestras vidas, para que las cosas aguardadas por nosotros, y que también dependen de él, sucedan, pues: _Todas las cosas que Dios hace son buenas, a su tiempo_ (Ecl 3, 11°).


Fuente: A. M. Kater Filho  “Orar con eficacia y poder”, Editorial Claretiana, Buenos Aires Argentina;