Muchos van a Misa con
la expectativa de sacar mucho provecho de ella, pero lo que se obtiene en la
Misa depende de qué tipo de cambio se está dispuesto a hacer antes, durante y
después de la celebración, porque lo que se pone en la Misa determina lo que se
obtiene de ella.
Aquí hay rápidas indicaciones:
1.
Prepárate adecuadamente para la Misa
• Lee y estudia las lecturas antes de ir a Misa,
y escucha con atención cuando se proclama la Palabra.
• Estudia las enseñanzas de la Iglesia. Cuanto
más conozcas a Jesús y su Iglesia, más la amarás. No se puede amar lo que no se
conoce.
• Confiésate regularmente. Esto te ayudará a
prepararte espiritualmente.
• Reza cada día. ¡Sin oración no tienes poder
espiritual!
• Vístete de manera apropiada. Vas a encontrar
al Rey de los Reyes. No te vistas como si fueras a una cita a comer, a la calle
o a clase. Es una ocasión especial.
• Llega a tiempo y siéntate delante. Menos
distracciones y más tiempo para la oración antes de la Misa.
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• Una vez en la Iglesia, no hables y no mires a
las personas. Reza.
2.
Ten una actitud adecuada
• No esperes algo entretenido. Estás allí para
ofrecer a Dios adoración y recibir la gracia.
• Busca a Dios en cada momento de la Misa.
• No permitas que las distracciones externas
turben tu paz interior.
• Encuentra en la predicación una información
preciosa para llevarte a casa.
3.
Participa plenamente
• Canta, aunque desafines.
•Responde a las plegarias y reza con ganas. Da
todo a Dios y no te preocupes de los demás.
• Recuerda que la Misa no es momento para las
relaciones sociales.
• Ofrece a Dios tu dolor y tu sufrimiento, tu
alegría y tus oraciones.
4.
Escucha la Palabra de Dios, y déjale que te cambie
• ¿Estás abierto a la posibilidad de que Dios te
cambie? Si no lo estás, no cambiará.
• Escucha la Palabra que se proclama y déjala
que te desafíe.
• Encuentra un elemento de la homilía que
aplicar durante la semana.
5.
Conoce, comprende y proclama tu fe
• No te limites a recitar el Credo – proclámalo
comprendiendo lo que dices.
6. Da el diezmo. Si cada católico diera el
diezmo, piensa en todo lo que se podría hacer.
• Sí, es nuestro deber sostener a la Iglesia,
pero más por nuestra fe que por la Iglesia.
• La mayor parte de la gente da una “propina”,
no el “diezmo” – da el diezmo y no una propina.
• Ofrecer el diezmo nos ayuda a ordenar
correctamente los dones que Dios nos ha dado.
6.
Cuando recibes a Jesús en la Eucaristía, entiende lo que estás haciendo
• Estás asumiendo el Cuerpo, la Sangre, el alma
y la divinidad de DIOS.
• Te estás uniendo al cielo en la tierra.
• Te estás haciendo una cosa sola con el Cuerpo
de Cristo.
• Ten reverencia.
• Comprende que Él está en todos los que le
hayan recibido.
7.
Habla a los demás de Él
• Ahora tienes el poder de evangelizar
(compartir la Buena Noticia de Cristo), que es el motivo por el que existe la
Iglesia.
“Si comprendiéramos de verdad la Misa,
moriríamos de alegría” - San Juan María Vianney
5 PASOS PARA ORAR CON
DIOS
Tu oración debe ser un ‘ágape’
Esto significa que, por una parte, tu diálogo con el Señor sea por amor y con amor, no por pura conveniencia, no para ver qué le sacas. Y, por otra parte, que en tu oración haya siempre presente los siguientes elementos del acróstico de la palabra ‘ÁGAPE’:
A: Alabanza
Alaba a Dios por lo que es. Por Su grandeza, por Su belleza, por Su bondad. Piensa en las maravillas de la Creación y pregúntate, ¿por cuál de todas quiero alabarlo hoy? Alabar a Dios te hace salir de ti mismo, dejar de enfocar tus miserias y problemas, y percatarte de todo lo bueno que Dios ha puesto a tu alrededor.
G: Gratitud
Dale gracias a Dios por lo que hace específicamente en tu vida. Repasa tu jornada y ve agradeciéndole cada cosa que puedas recordar: no sólo lo bueno que te puso feliz, sino también lo aparentemente malo, porque Él lo permitió para algo: tal vez para hacerte crecer en humildad, paciencia o comprensión.
A: Arrepentimiento
Repasa tu día y pídele perdón a Dios por todo aquello que hayas pensado, dicho, obrado o dejado de hacer, que no haya sido conforme a Su voluntad y misericordia; por todo aquello que no fue inspirado por su amor, sino por tu egoísmo, ira, resentimiento, injusticia, intolerancia…
P: Platícale (pídele, pregúntale, prométele)
Cuéntale tus cosas como se las cuentas a la persona con la que más a gusto platicas. Él te escucha siempre, no te juzga, no te condena, así que ábrele tu corazón.
E: Escúchalo
La verdadera oración tiene que implicar necesariamente el diálogo, es decir, no sólo hablar, sino también escuchar. Dios nos habla a través de Su Palabra, a través de las personas que te rodean, a través de acontecimientos que te suceden… el asunto es prestar atención, saber escucharlo. La oración como diálogo te enseña a aprender a reconocer la voz de Dios en tu vida, la manera particular como te habla a ti.
Con información del libro ¿Qué hacen los que hacen oración?, de Alejandra María Sosa Elízaga. Ediciones 72. Artículo originalmente publicado por SIAME