jueves, 11 de mayo de 2023

LETANIAS DE LA ESPERA

Escrito por María Belén Andrada, de Catholic. Net.

Choqué con un post que me descubrió algo increíble: hablaba de las «letanías de la espera». Nunca había escuchado algo así, pero me pareció una preciosa oración para que nuestra oración brote más confiada, empapada de abandono y cariño a Dios, en los momentos de incertidumbre e inquietud.

Ya sabes a lo que me refiero: en la búsqueda de un trabajo o de un embarazo; en la súplica por la recuperación de un enfermo o por la conversión de un hijo; entre las peticiones por encontrar una pareja o porque se resuelva un conflicto matrimonial; a la hora de salir de un gran aprieto económico o de sacar adelante un negocio que se hunde… en estos puntos suspensivos que escribo, puedes pensar en tus propias oraciones y tu propia situación.

Te las comparto estas «letanías de la espera» al final del artículo, porque antes me gustaría hablarte de un par de puntos que me parecen importantes para tener en cuenta en los momentos de espera.

Esperar, no desesperar

Como lo dije, la espera puede transformarse en un estado de inquietud, de ansiedad, de tristeza, de frustración. Cuando sabemos el periodo en que esta se nos exige, es relativamente más sencillo: sabemos que aquello que ansiamos llegará. No resulta fácil, de todas maneras.

Pero cuando esperamos algo sin saber si Dios nos lo concederá, es aún menos fácil. Es difícil confiar, porque no podemos estar seguros de si estamos orando por algo que se podrá concretar. Podemos comenzar a dudar de si estamos pidiendo algo bueno o, incluso, si estamos rezando bien. Podemos hasta comenzar a dudar de si Dios escucha, si es sordo, si es mudo, si está…

«Fe» es la virtud teológica que nos invita a creer en lo que Dios ha prometido. La «esperanza» es confiar y esperar en esas promesas. Él es el que tomó la iniciativa para decirnos «espera», porque hay «algo que esperar».

Hay «algo que esperar», que va más allá de lo que «nosotros deseamos que llegue». Llegará Él mismo. Llegará lo que nos ayude a recibirle mejor. Tal vez lleguen otras cosas, las que pedimos… pero lo más importante y lo más grande es que se acercará Él mismo.

Es lo único que debería importar. Porque todo lo demás, lo que rogamos o lo que Él envía por pura generosidad o cuando Él se adelanta a concedernos lo que ni siquiera sabíamos que necesitábamos, está orientado a prepararnos para que nuestro corazón se asemeje al Suyo. Para que nosotros nos asemejemos a Él.

De verdad, eso basta para hacernos plenamente felices… todo lo demás (aunque nos cueste creerlo o no estemos plenamente convencidos o nos duela asimilarlo) es accesorio.

«Que sea lo que tenga que ser»

Podemos rezar esta frase como jaculatoria. No te asustes o escandalices; no es resignación. Es dejar todo – ¡todo! – en las manos de Dios. Santa Teresa invitaba a sus religiosas a «nada pedir, nada rehusar». Nada desear, fuera de lo que Dios desea.

Claro que no nos sale fácil esto – pecado original, ¿te suena? – pero podemos rezar, al menos, de esta manera: «Quiero querer lo que Tú quieras», cuando decir simplemente «quiero lo que Tú quieras» sea difícil de pronunciar. A veces, me ha tocado añadir otro «quiero», diciéndole a Dios «quiero querer querer lo que Tú quieras».

A Él le basta. Conoce nuestras disposiciones y nuestras limitaciones. Nuestros deseos de entrega y nuestras luchas. Está perfectamente al tanto de lo que se mueve en nuestros corazones.

En resumen, la espera es una oportunidad muy linda para fomentar la confianza en Dios. Para aprender a abandonarnos en sus manos, seguros que de ellas no podríamos caer… si estamos en sus manos y caemos, caemos, de nuevo, en sus manos.

Además, ya sabes: se dice que los tiempos de Dios son perfectos. Pero, ¿cómo Dios calcula el tiempo? No son las horas, los días, los meses ni los años los que caben en el calendario divino.

Lo principal es la maduración del alma… tomémonos los plazos de espera para fortalecer nuestra vida de piedad, nuestra relación con Él.

De esta manera, tendremos esta alma dispuesta para recibir.

O dispuesta para entregar.

Letanías de la espera

Ahora sí, mientras aguardamos y fomentamos la esperanza, puedes rezar las siguientes «letanías de la espera»

Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad.
Del miedo a esperar, líbrame, Jesús.
Del miedo a la incertidumbre…
Del miedo al fracaso…
Del miedo al cambio…
Del miedo a que tus promesas no se cumplan…
Del miedo a que mi sufrimiento no tenga sentido…
Del miedo a que mi sufrimiento no dé fruto…
Del miedo a mis debilidades…
Del miedo a que tu gracia no sea suficiente…
Del miedo a que tu voluntad no sea para mi bien…
Del temor de que tus planes no cumplan los deseos de mi corazón, líbrame, Jesús.
De la creencia de que espero solo, líbrame, Jesús.
De la creencia de que espero porque he hecho algo malo…
De la creencia de que esperaré para siempre sin resolución…
De la creencia de que espero porque nunca responderás…
De la creencia de que me has abandonado en mi espera…
De la burla de la tentación y el desánimo que me susurran cuando estoy esperando, líbrame, Jesús.
Cuando sea difícil esperar con alegría, Jesús, esperaré contigo.
Cuando mis oraciones parezcan sin respuesta…
Cuando mis luchas sean abrumadoras…
En mis alegrías…
En mis penas…
En los acontecimientos ordinarios de la vida diaria…
En los momentos de celebración…
Cuando me siento estancado…
En el discernimiento de las grandes decisiones…
Cuando estoy cansado…
Cuando estoy enfermo…
Cuando estoy inseguro…
Cuando nadie espera conmigo…
A lo largo de la peregrinación de mi vida, Jesús, esperaré contigo.
Hijo de Dios, Emmanuel, Tú eres mi esperanza. En toda circunstancia, ayúdame a esperar contigo, en ti y por ti. Amén.

* Letanías escritas por Sor Josephine Garret, CSFN