domingo, 25 de febrero de 2024

LA FUERZA DE LA ORACION

 


La fuerza de la oración

El Catecismo de la Iglesia Católica habla de la oración ex profeso en la cuarta y última parte, pero nos muestra, al comenzarla, que todo lo tratado anteriormente tiene relación con ella. De hecho, llama a las tres partes anteriores «Misterio de la fe» y aclara: «este Misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración».

Por eso toda persona que se convierte, sea la primera o segunda conversión, comienza a tener vida de oración –o la intensifica–, porque comienza a tener verdadera relación (es decir, trato, comunicación, diálogo, etc.) con Dios –o la profundiza de manera notable–. Es esto lo que llevaba a preguntarse, admirado, a San Ignacio: «¿Qué nueva vida es esta que ahora comenzamos?».

Y esto son, primera y principalmente los Ejercicios, una inigualable enseñanza del arte de orar, es decir, del arte de relacionarnos con Dios. Porque si bien es cierto que los Ejercicios tienen como objetivo ordenar la vida habiendo superado los afectos desordenados, no menos cierto es que la forma, la manera, el modo de alcanzarlo no es otro que la oración, que el Santo engloba justamente con el nombre de «Ejercicios»: «por este nombre, exercicios spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones».

Todas las demás anotaciones y adiciones que con un celestial conocimiento de la psicología humana y de las leyes del espíritu, con precisión de cirujano y repetición de maestro, con escrupuloso respeto de la misteriosa relación de naturaleza y gracia y con la sabiduría propia de la experiencia, da el Santo en los Ejercicios, no tienen otro fin que ayudar, ¡y cuánto lo hacen!, a «hacer bien la oración» o, mejor dicho, a transformarnos en hombres de oración, profundizando cada vez más nuestra relación con Dios. 

Es particularmente santificador y del todo fuerte la experiencia –sobre todo en Ejercicios típicos, de 30 días en retiro, pero no solo en ellos– de vivir todo el día en un clima de oración. Con toda su autoridad en el tema, taxativamente dirá el P. Casanovas: «Hacer los ejercicios, es primaria y principalmente experimentar en sí propio la fuerza de la oración».

Gran maestro de oración es San Ignacio. Pío XI, hablando del «admirable libro de los Ejercicios» afirma que «sobresalió y resplandeció (…) como fuente inexhausta de piedad muy eximia a la vez que muy sólida». Juan Pablo II, por su parte, afirmaba que «el cristiano con el fuerte dinamismo de los ejercicios es ayudado a entrar en el ámbito de los pensamientos de Dios, de sus designios para confiarse a Él, Verdad y Amor»; «entrar en los pensamientos de Dios», no podría definirse mejor lo que es la oración.

Es a esto que nos enseña San Juan Newman a lo que nos lleva de la Mano San Ignacio en los Ejercicios:

«El hábito de oración, la práctica de buscar a Dios y el mundo invisible en cada momento, en cada lugar, en cada emergencia –os digo que la oración tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola–. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente… se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes».

Sigamos perseverando en los Ejercicios y podremos decir, sin duda, con San Ignacio: «¿Qué nueva vida es esta que ahora comenzamos?». Y todo gracias a «la fuerza de la oración».

¡Ave María y adelante!