jueves, 4 de agosto de 2022

OBLIGACION DEL HOMBRE: ORAR Y AMAR

 


Todos los días nos levantamos con ganas de pasarnos un tiempo precioso para estar a tempranas horas con Dios. El nos abre los ojos, la mente y el corazón, y a sabiendas, de que es El quien lo hace cada mañana, las distracciones se apoderan de los nuestros pensamientos y entramos al terreno para enfrentar esa tan temible "batalla espiritual" que sin la fuerza del Espíritu Santo, no podemos jamás controlar. Entonces es hora de refugiarnos en el Salmo 70,2 y clamar por su ayuda inmediata: "Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme.

Estos son los medios eficaces a los cuales debemos acudir de inmediato, para que sea el mismo Dios que dirija nuestra imaginación y acción a su voluntad, a su querer, a adorarle, glorificarle siempre en TODO lo que pensemos, hablemos y hagamos.

Esta mañana, mientras escuchaba la Celebración Eucarística, hoy jueves de Adoración al Santísimo, día del Santo Juan María Vianney, mas conocido como el Santo Cura de Ars, Patrono de los Sacerdotes, entro a las redes para conocer mas de su santidad, y comparto este articulo publicado por "Frases Celebres de Santos y sus Vidas".

"Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde esta nuestro tesoro. 

El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.

La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios, experimenta en si mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable.

En esta intima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura: es una felicidad que supera nuestra comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con El. Nuestra oración es el incienso que mas le agrada.

Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo.

En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.
Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y creedme, que el tiempo se me hacía corto.
Hay personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en eI agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no esta dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con del mismo modo que hablamos entre nosotros.
Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos.

Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos palabras, para deshacerme de ti..." Muchas veces pienso que cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.

Juan María Vianney